Nada podemos hacer. El Presidente Santos no habla bien, no es fluido, y por eso nunca se va a escuchar ninguna idea, por buena que sea, con el impacto que debe tener la palabra de un gobernante, sobre todo, en días de tormenta, o para transmitir mensajes con el carisma que debe hacerlo, por ejemplo, con la paz. Pero este es un asunto de forma no de fondo.
Su discurso fue muy parecido al de Dilma en los días de los indignados, en el sentido de que acepta la validez de la protesta y como respuesta implementa algunas soluciones inmediatas, pero se diferencia en que no abordó problemas estructurales, como lo hizo Rouseff, y en ese contexto, dos observaciones gruesas:
Primero, no era el momento para hablar de la nueva planta de Coca cola en Tocancipá que agotará recursos como el agua a cero precio; y tampoco de Starbucks, aunque en este caso, como me advirtió un amigo, debió decir que se creará en Manizales una planta tostadora que procesará exclusivamente café colombiano. Mal asesorado.
Lo que sucede es que a él y su equipo les obsesiona la confianza inversionista, el mercado, los TLC. No ven más allá de eso. La sociedad, la economía, el desarrollo, la política, el mundo, el universo, la vida, el amor, el sexo, la risa, la fe, es eso, confianza inversionista y sociedad de mercado y no una sociedad con mercado. Ahí radica el problema de fondo de Colombia para dar el salto a una sociedad inclusiva y moderna.
Segundo, habló de soluciones de corto plazo, las que permite los acuerdos de los TLC, pero no habló de propuestas estructurales que es lo que piden los campesinos, el sector y el resto de la economía.
Por supuesto que no podía hablar de un plan de largo alcance, pero sí debió anunciar la confección de una agenda de largo propósito, parte de la cual ya está en los textos de los foros que sobre el sector rural se hicieron en el marco de las negociaciones de la paz en La Habana.
Lo que pasa es que los campesinos no aguantan más pobreza, más hambre, más intermediarios abusivos, más oligopolios depredadores de la tierra y de la dignidad, más tiempo con carreteras en pésimas condiciones, más destrucción de su actividad y de sus limitadas condiciones de vida, a la espera de la paz, de los referendos, de cambios constitucionales, y de superar los bloqueos del uribismo a la paz.
La agenda de los campesinos no puede esperar los tiempos de la agenda de la paz. Por lo tanto, la reestructuración estructural del campo debe empezar ya y ahora, como contribución anticipada a la conciliación.
Que HOY la gente salga a las calles a protestar y a pedir un mejor país, pero sin violencia. Colombia ha hecho expresiones multitudinarias sin un herido, sin un desmán. No hacer caso a los violentos, rechazarlos, Colombia debe solucionar sus conflictos con razones, argumentos y nuevas propuestas. ¡A la calle! a las !redes! a usar la palabra pero en paz por la misma paz y por el futuro.