Para esta semana y para no analizar el despropósito de haberle devuelto a los terrorista de la UP unos derechos que usurparon, ni tener que hablar del mentecato del Petro, ni meterme en el asunto de los dos coroneles que arreglaron a lo CSI Miami el pastelito del grafitero ese gamín que tocó dar de baja, he decidido referirme al tema de los bandidos alzados en armas blancas y de todo tipo en el Catatumbo.
¡Cuál paz o diálogo con esa gentuza! ¡Este país lo que necesita son consejos verbales de guerra! Ni más faltaba que, cuando estamos ad portas de derrotar a la gleba marxista, frenen nuestro ímpetu guerrero. Por algo los militares y la Iglesia no van a ese convite de conjurados que creen en la estupidez histórica de la reforma agraria. ¡Contra la reforma agraria, tierra arrasada! La paz tranca el desarrollo y la generación de empleo. Desarmar a los civiles, es quitarle el pan de la boca a miles de honestos empleados. ¿Sentar a los bandoleros del inmundo Che ese, con los militares hijos de Bolívar y con los paras, auténticos Robin Hoods del ganado, en la misma mesa? ¡Yo no me siento a la mesa con la sirvienta y menos si me está armando sindicato! ¡Cual espacio político para la guerrilla! Harto monte tienen. Les damos el dedo y nos cogen a codazos. La única reforma agraria aceptable es la potrerización del minifundio. Con las vacas no hay problema: comen calladas y no votan ni en los plebiscitos.
Ojo que nos meten el mico de la reforma agraria para expropiarnos la tierra honestamente heredada. ¿Zonas de reserva campesina? La única reserva moral es el partido conservador. La historia es un latifundio. El avance social es enemigo del hombre. De la gleba ignara ni hablar. ¡Piensa más un azadón! Que se contenten con la tierra que tienen entre las uñas. Si se meten en la nuestra les ponemos en cada potrero una autodefensa. Los labriegos no entienden de propiedad. Si les damos tierra se la echan encima para vivir mugrientos como siempre. Y son capaces hasta de vendérnosla. ¿Vamos a pagar por lo nuestro? ¡Habrase visto! Y a los pata al suelo indios que se metieron abusivamente hace milenios, pues… ¡bala señores!
Que no tienen con qué comer, que tumben la selva y nosotros tomamos posesión de ese baldío. La reforma agraria está fuera de la ley y va contra la propiedad misma, esencia de la armónica convivencia entre siervos y señores.
Conservaremos las prebendas, la propiedad. Seguiremos sometiendo a la ralea trabajadora. Vivan los justos industriales, honestos especuladores financieros, terratenientes mansos, pacíficos gamonales. Humanistas que han hecho del godismo una trinchera moral. ¡Qué nostalgia de quemar periódicos! Que añoranza de pájaros aleteando en el campo. De gloriosos chulavitas eliminando al enemigo por doquier… ¡Viva el partido conservador! ¡Abajo el pueblo!
¡Al pueblo hay que atacarlo para que no cometa desmanes y no participe en vainas que no entiende! ¡Cuál tutela, cuál derecho de petición! Que los tutele la Divina Providencia y le pidan al Niño Dios. Indigna que se defiendan inexistentes derechos humanos y se denuncien abusos de autoridad. Si la autoridad no abusa, ¿entonces quién? Sin represión, la gleba se nos envalentona y se saca la vieja espuela que tan buenos resultados ha dado a la paz y a nuestro bienestar social. ¡No más embelecos, por Dios! El Ministerio de Defensa es nuestro defensor natural. ¡El pueblo, que se defienda como pueda!
Sólo la afilada bayoneta y el certero tiro logran que esa gentuza evacúe zonas donde sólo debe reinar el grito del mico Si la violencia los desplazó en el pasado, que los vuelvan a desplazar y que vean ellos cómo mantienen a su proterva progenie, predestinada a la delincuencia. No acabaremos con la coca si no acabamos con quienes la siembran. ¿Que lo hacen a causa del desempleo? ¡Mentiras! Que trabajen en oficios dignos, como la mendicidad. Apruebo no sólo fumigar las matas sino a toda esa ralea ociosa y maleante. No esperemos a que la malaria los diezme naturalmente. ¡Llamemos a los boys! ¡Qué colonos! Los mismos hampones que en Bolivia y Perú viven de la maldita coca, herencia de la sangre impura del indio. Y lo digo yo, un hombre de sangre azul, godo positiva.
Vuelven subversivillos y comunistoides con su cantaleta de derechos humanos. ¡Si apenas dimos de bajo a cuatro gañanes! No contentos con jorobar acá, joroban en el exterior. ¡Cómo vamos a permitir, la gente de bien y sus fuerzas armadas, que nos traigan foráneos relatores de la ONU para que nos digan a quién darle y a quién no! ¡Los derechos, como su nombre lo indica, son patrimonio histórico de la derecha! ¿Qué de malo tiene que desaparezcan unos labriegos perezosos? ¿Qué de extraño tiene que se interrogue con vigor a la subversión? ¿Qué de ilegal puede haber en que caiga uno que otro civil metido de lambón en zona roja? ¡Sólo los norteamericanos tienen derecho a ver qué cuerpos inhumamos! ¡Si lo único sucio de esta guerra es no ganarla, carajo!
¡El pueblo no puede saber la verdad! ¡Carajo, la gleba, al conocer las cuentas que tenemos los empresarios y los forjadores de patria, se puede levantar! ¡Recuerden el nueve de abril, cuando la chusma roja casi acaba con Mariano! Los problemas se tienen que arreglar de acuerdo con la tradición, a puerta cerrada, en convenciones propias de la civilización cristiana. ¡Cómo van a ventilar todo! ¡Cómo van a permitir que el pueblo participe, que ensucie con sus manos manchadas los limpios manteles de la democracia!
El problema empezó cuando el generalito libertino y mulato, el tal Bolívar, desconoció nuestro futuro al lado del coloso del norte, al decir que los gloriosos Estados Unidos nos iban a plagar de miseria. ¡Si nos han colmado de beneficios, de santas alianzas para el progreso, de guerras internas para controlar la explosión demográfica! Los Estados Unidos nos favorecieron con desinteresadas empresas como la United Fruit Company, que de paso eliminó a unos obreros comunistas que le sobraban a Ciénaga, magno antecedente de la tan necesaria limpieza social. Aquí, salvo parejas y fiscales excepciones, todo es hampa: Rafael Uribe Uribe, delincuente liberal; Jorge Eliécer Gaitán, un negrito facineroso; Gabriel García Márquez, subversivo castrista; el tal Pibe Valderrama, un inmoral bígamo, y todo el resto. El único acto soberano es andar con la cabeza gacha ante el siempre bienvenido poderío de nuestros tíos del norte.
¡Paro empresarial cafetero, cacaotero, tractomulero! Ya era hora de que las fuerzas godas, las fuerzas vivas, se pronunciaran. ¡Son los forjadores de patria, los que ponen a trabajar al vulgo ocioso, quienes se deben tomar la vocería, el poder y el whisky! ¿Quién ha dicho que es la tal sociedad civil esa la que hace los cambios? Los pobres nunca han hecho revoluciones sino revueltas. Son las gentes de plata, como los empresarios, que a pesar de haber convivido con los carteles, jamás han tenido negocios ni relación alguna con ellos. Y si los sindicalistas se oponen al paro y se toman las fábricas, para eso está la fuerza pública. ¡Que reprima! ¡Abajo el Catatumbo, viva la catacumba!