En la apertura a la isla, Castro acabará por ayudar a Obama en su propio interés.
La VII Cumbre de las Américas en Panamá ha mostrado el único camino posible, la disposición al diálogo y al acuerdo. El mayor corolario: los presidentes de Cuba y EEUU mantuvieron una conversación directa. Posteriormente el presidente Barack Obama decidió eliminar a Cuba de la lista de países que amparan el terrorismo.
Desde hace ya suficiente tiempo no existe ninguna razón fundada para mantener a Cuba en esa lista. Más que indulgencia, Washington ha demostrado buen criterio al anunciar la medida. Las acusaciones que ponían a Cuba como el país por excelencia en la promoción del terrorismo en Latinoamérica van siendo cada vez más endebles y se limitan al terreno de la especulación. No es digno de una democracia tildar a un vecino de cómplice de terroristas, sin contar con ninguna evidencia clara, solo por razones ideológicas.
Por contra, hay hechos sí comprobables. Incluso si se los considera parte de la propaganda de lavado de cara que quiere darse el régimen. Cuba ha establecido compromisos realmente sólidos con EEUU y otros vecinos del área en el combate al narcotráfico y al tráfico de personas. Su papel de mediador entre los guerrilleros colombianos de las FARC y el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha sido fundamental para avanzar en la resolución del conflicto colombiano. Ha negociado con España el levantamiento de la protección que durante décadas concedió en la isla a terroristas de ETA. Y da pasos concretos en las negociaciones para devolver a EEUU a ciudadanos estadounidenses buscados por la justicia bajo la acusación de terrorismo.
¿Y qué pasa ahora?
¿Qué implicaciones tiene la salida de Cuba de la citada lista? Si no es una amenaza terrorista, es muy difícil decir que lo es para EEUU dada la asimetría de poder entre ambos. Sustituye entonces a la imagen oficial de amenaza la de país en transición, más en línea con la propia percepción cubana y de los países latinoamericanos y europeos. Un diagnóstico que conlleva más coordinación, intercambios y nexos de todo tipo.
Se abren las Cortes estadounidenses a reclamaciones legales contra algunas de las sanciones contra Cuba, en particular aquellas que limitan los derechos civiles. Esas restricciones han sido fundamentadas desde una lógica de seguridad. Como Estado terrorista, tenía limitada su inmunidad soberana. Se acaba la vulnerabilidad del Estado cubano a juicios de reclamaciones individuales contra actos ocurridos bajo su propia jurisdicción.
La salida de la lista ayuda a la solución de las reclamaciones entre Cuba y EEUU en un proceso de normalización y abre el camino a la apertura de embajadas y el restablecimiento de los vínculos diplomáticos oficiales al remover el principal escollo para ese propósito. Además, se posibilita la apertura de cuentas bancarias para su misión en Washington y la concesión de nuevas licencias para operaciones comerciales y financieras. La razón es que no solo se aminora la presión sobre las instituciones bancarias, también rebaja obstáculos y consideraciones adversas sobre este tipo de contactos.
Obama explicó que no se trata de que un Estado ejerza un régimen autoritario o reprima a su pueblo. Si ese fuera el criterio para pertenecer a la lista de cómplices del terrorismo, un sinfín de países desde Arabia Saudí hasta China, tendría que figurar en ella. Con todo, ha otorgado a su homólogo cubano Raúl Castro una gran confianza por anticipado. ¿Ha hecho lo correcto?
En Cuba, que se sigue reconociendo como “dictadura del proletariado”, la oposición es reprimida y la libertad de expresión no existe. EEUU y Cuba están muy lejos ideológicamente y la intención del presidente Castro es que las cosas queden como están. No obstante, la realidad muestra que décadas de exclusión y discriminación no condujeron a ninguna parte.
Vientos en contra
La medida de Obama es difícil de aceptar para muchos en su país. Se niegan a ver los aspectos positivos de esta estrategia limitándose únicamente a considerar las “concesiones gratuitas” a la dictadura cubana, equiparándolas al “pésimo” preacuerdo con Irán.
Pero la fuerte oposición en el Congreso solo logrará retrasar la entrada en vigor de la decisión. Es cierto que no existe ninguna garantía de que la estrategia de “cambio a través de acercamiento”, lleve ni mucho menos automáticamente al pluralismo y respeto de los derechos humanos.
Nadie espera que Raúl Castro ejecute un cambio de sistema. Mas si no quiere perder muy rápidamente la confianza depositada en él, tendrá que acabar reconociendo los derechos humanos y la libertad de expresión. Al fin y al cabo, queda pendiente la decisión crucial para Cuba que determinará el fin del embargo económico. Una decisión que ya depende de otras mayorías en el Congreso norteamericano. Castro terminaría por ayudar al presidente Obama, en su propio interés.
La apertura y el acercamiento a la isla mejora la maltrecha imagen de EEUU en América Latina. Recupera credibilidad. Y, cuestión no menor, se abren excelentes oportunidades económicas. Todavía es necesario que la isla se abra de verdad a la iniciativa privada y a la inversión. De momento, la puerta ya está entreabierta.