Francia no se ha sacudido todavía el estupor de la pesadilla sangrienta protagonizada por tres asesinos islamistas. Alivio tras 53 horas de horror sin embargo queda la tristeza e indignación por la muerte de 17 personas. Inquietud y miedo al futuro.
Los franceses saben que la desaparición de tres terroristas no es el fin de la amenaza. Y así lo manifestaban tras las operaciones de las fuerzas especiales contra los criminales que masacraron a 12 personas en la sede de Charlie Hebdo y a un policía municipal en las afueras de París.
Para el presidente Hollande, los integristas radicales han declarado la guerra a Francia. Para otros, como Nicolas Sarkozy, Francia está en guerra contra la barbarie. Es un reconocimiento de que el final de este conflicto parece lejano. El presidente francés reunía esta mañana a su gabinete de crisis para tratar la medidas de seguridad desplegadas en el país. En ese encuentro, el Ejecutivo francés ha decidido reforzar el actual disposistivo de protección antiterrorista con medios adicionales para proteger ciertas instituciones y lugares de culto.
Además, el dispositivo se refuerza con 320 militares, cifra que podría aumentar en las próximas horas, según el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve. El país vive una situación de alarma constante. Este sábado, una parte del parque temático Disneyland París ha sido evacuada temporalmente por motivos de seguridad por una falsa alarma, según informa France TV. La situación ha vuelto rápidamente a la normalidad.
“Estamos expuestos a riesgos. Es importante reforzar Vigipirate (sistema francés de alerta)”, ha apuntado Cazeneuve, que detallará los medios previstos para proteger la gran manifestación de este domingo en París, que se prevé masiva y en la que los principales gobernantes europeos arroparán a Francia en contra del terrorismo. Es la cuarta vez que se reúne el gabinete de crisis del Gobierno desde los atentados del miércoles perpretados por Kouachi y Amedy Coulibaly.
Los dos hermanos no eran “lobos solitarios”, esa denominación que uno de los principales expertos mundiales en islamismo, Gilles Kepel, considera un invento de periodistas ignorantes. Los Kouachi y Coulibaly habían sido ya condenados por asuntos relacionados con el extremismo islamista. Cherif y Said, nacidos en París de padres argelinos, son viejos conocidos de los servicios antiterroristas franceses y norteamericanos.
Said estuvo en Yemen en 2011 y combatió contra los chiíes locales en 2013. Cherif intentó en 2005 viajar a Irak para integrarse en las redes yihadistas. Fue condenado a tres años de prisión en 2008. Ya en sus inicios como yihadista, expresaba su intención de “actuar en Francia contra los judíos”.
La mejor universidad yihadista
Los hermanos Kouachi seguían desde 2003 los cursos coránicos del joven emir Farid Benyettou, de 23 años, en domicilios privados o en la mezquita del barrio de Stalingrad, en el distrito XIX de París. La experiencia en el manejo de armas pudo comprobarse en su forma de actuar en el atentado contra Charlie Hebdo.
Coulibaly, autor del asesinato del policía municipal de Monrouge, había sido condenado por delitos comunes en múltiples ocasiones y cayó en el radicalismo islamista en la mejor universidad francesa para licenciarse como yihadista, la cárcel. En 2013 fue condenado a cinco años de reclusión por intentar liberar de prisión a un líder del GIA argelino (Grupo Islámico Armado), un terrorista condenado a cadena perpetua por un atentado cometido en París en 1995.
El Fiscal de París, François Molins, dio anoche en rueda de prensa interesantes detalles sobre los lazos entre los Kaouchi y Coulibaly. Investigando el móvil de la mujer de Cherif, la policía descubrió cientos de llamadas entre ella y la compañera de Coulibaly, Hayat Boumedienne, la joven cuya foto se difundió ayer y que continúa en fuga.
Muchos se preguntan hoy en Francia cómo es posible que individuos fichados y conocidos por su peligrosidad no estuvieran vigilados. Para los expertos, es un problema de medios. No hay presupuesto suficiente para vigilar durante 24 horas al día a los miles de radicales susceptibles de pasar a la acción, y menos ahora, tras el retorno de los jóvenes entrenados en Siria. Bernard Squarcini, antiguo responsable de los servicios de inteligencia franceses evalúa en 25 el número de agentes necesarios para vigilar durante 24 horas a un solo sospechoso.
Hoy comienzan también a brotar en Francia las opiniones que exigen una adaptación de la legislación a los nuevos fenómenos terroristas. No se trata, dicen, de limitar los derechos, sino de dejar de lado leyes obsoletas, ineficaces para afrontar los nuevos retos, incluida la propaganda vehiculada a través de las redes sociales. El dilema recorre Europa. Es precisamente la libertad de la que se distruta en el llamado mundo occidental lo que aprovechan los asesinos para imponer su visión. Sarkozy le pidió a Hollande trabajar en el endurecimiento del arsenal jurídico antiterorista. Manuel Valls reconocía que quizá habría que reformar la legislación.
Pero lo que quedó grabado en la retina de los franceses ayer es el asalto simultáneo a la empresa en la que los hermanos Kaouchi se habían atrincherado y al supermercado judío en el que Coulibaly retuvo a un número indeterminado de rehenes.