El XI Encuentro Regional para la Paz tuvo lugar en Apartadó, Antioquia. En esta ciudad se reunieron los líderes de varios procesos sociales del Urabá-Darién para conocer de primera mano lo acordado en la mesa de diálogos de La Habana, entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc. Además, pudieron expresar sus inquietudes y preguntas sobre lo que le espera al país y en específico a la región cuando se logre un acuerdo de paz con el grupo irsurgente.
Los extensos campos sembrados de banano que flanquean la vía que de Medellín conduce a Necoclí, en el Darién colombiano, fueron testigos mudos de dos jornadas de trabajo en las que las diferentes organizaciones y procesos sociales del Urabá antioqueño, el norte de Chocó y el una gran parte de Córdoba, convocados por Cordupaz (La Corporación Desarrollo y Paz de Córdoba y Urabá), expresaron sus inquietudes acerca de lo que se ha acordado en la mesa de diálogos de La Habana, donde se adelanta el proceso de paz con las Farc. El XI Encuentro Regional para la Paz se llevó a cabo en el corazón del Urabá-Darién.
Apartadó fue el escenario para que en medio del calor de esta esquina del país se pudieran poner de presente las agendas sociales de las diferentes organizaciones sociales que han resistido el embate de las violencias guerrilleras, paramilitares y de algunos agentes del Estado.
La historia de la violencia en el Urabá-Darién es una de las más intensas y políticamente más marcadas de todo el país. Durante las décadas de los 80 y 90 la violencia política no tenía nada que la diferenciara de otras violencias en esa región. Sin embargo, fue con la llegada de los paramilitares a finales de los 90 que las guerrillas de las Farc y algunos reductos del EPL (desmovilizado en 1990) se replegaron de las zonas urbanas de la región y allí reinaron los hombres de las Autodefensas Unidas de Colombia hasta que se desmovilizaron en el irregular proceso de paz del gobierno Uribe.
Es por esos antecedentes que hablar de paz en una ciudad como Apartadó es un reto no solo discursivo. Esos ciclos de violencia generaron que el legado fuera bandas y pandillas que controlan el microtráfico de droga en la zona, así como el control de zonas de tráfico y contrabando en el Golfo de Urabá. Además, el problema de la prostitución, trata de personas y turismo sexual son problemas de los que poco se habla perro que un taxista por unos cuantos pesos puede ilustrar a cualquiera que tenga interés en esas actividades.
Los días 5 y 6 de diciembre, la Red Prodepaz, la Ruta Pacífica de las Mujeres y Pensamiento y Acción Social llevaron a adelante el XI Encuentro Regional para la Paz que se encargó de recoger ese tipo de precedentes y ponerlos como marco contextual de lo que debe ser evitado mediante el proceso de paz de La Habana.
El padre jesuita Francisco de Roux, Pedro Arenas, el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo y varios líderes sociales de la región como Carmen Palencia, fueron los principales protagonistas de los paneles llevados a cabo para que la población conociera de primera mano lo que se ha discutido en la Mesa de Diálogos de La Habana.
Las preocupaciones por el respeto a las diferentes corrientes de pensamiento político, así como la participación de los empresarios del sector bananero en la construcción de la paz territorial que exige esta zona de frontera, fueron parte de la agenda tratada el primer día del Encuentro.
La intervención del alto Comisionado para la Paz se centró en hacerle entender a la población representada en los participantes que el proceso de paz de La Habana tiene como fin último que las causas de la violencia política de las Farc no tengan sentido y por ello no se repitan estas situaciones. Además, fue enfático en señalar que los otros grupos armados al margen de la ley deben someterse a la justicia.
Por su parte el padre Francisco de Roux, fundador del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, le dijo a la población del Urabá-Darién que lo más importante en un proceso de paz es superar el rencor y comprender que Colombia solo puede construir la paz en la medida en que la sociedad se reconcilie y perdone.
Así las cosas, mientras la negociación continúa entre el grupo guerrillero y el Gobierno Nacional el control velado que ejercen algunas estructuras ligadas a bandas criminales de la región seguirá rigiendo las vidas de quienes siguen resistiendo al embate de la violencia en una de las esquinas más conflictivas del país.