En el departamento de Arauca el ELN ha hecho presencia histórica y se puede ver claramente que existen escollos para el inicio formal de un proceso de paz entre el Gobierno Nacional y ese grupo insurgente.
Un trayecto que no debe tomar más de ocho horas fue recorrido en casi 24. La razón, desinformación y desconocimiento de las condiciones de la ruta. Para dejarlo más claro, un viaje Bogotá-Tame se hizo atravesando el Páramo de Tibacuy por la amenaza de paro armado del ELN que circuló en los medios de comunicación. Esta situación resume, en gran medida, la dificultad de lograr un proceso de diálogo efectivo con el Ejército de Liberación Nacional.
Desinformación, prejuicios, desconocimiento de las relaciones territoriales, miedo y hastío de las acciones llevadas a cabo por la insurgencia, son parte de las condiciones que dificultan la concreción de un proceso de esa índole.
Al llegar al piedemonte araucano, que abre la puerta al llano inmenso, se puede notar la presencia de ese grupo armado en casi todas partes. Varios tramos de carretera, frente a guarniciones militares, principalmente, tienen obstáculos para reducir la velocidad a pesar de que a menos de 20 metros en un muro están pintadas las iniciales de ese grupo insurgente.
Lo mismo sucede en los puentes sobre los varios caños y ríos que atraviesan esa región. Esto sucede en una de las zonas más militarizadas del país. Ya lo señalaban en marzo de 2015 varios líderes sociales de Arauca en un encuentro con el Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, cuando señalaban que uno de los problemas centrales a los que se ve abocada la población de ese departamento es la militarización de la vida civil.
A todo ello se suma el hecho de que la riqueza de este departamento es algo que atrae a todo tipo de grupo armado. Es así como las FARC, el ELN y algunas estructuras paramilitares han hecho presencia histórica en el territorio. En algún momento de la década de los noventa ambos grupos guerrilleros se enzarzaron en una guerra que buscó aniquilar al otro. Hoy en día la situación es muy diferente. Como lo expresan varias fuentes que residen en el territorio, el proceso de paz con las FARC ha permitido que esta guerrilla esté calmada y su accionar haya descendido notoriamente.
Así las cosas, la necesidad es lograr un proceso funcional con el ELN, principalmente con el Frente Domingo Laín. Sin embargo, ha faltado encontrar un lenguaje común que permita acercarse a estrategias que logren superar el antagonismo entre la concepción de negociación que tienen el gobierno y ese grupo guerrillero. Por parte de la oficialidad se busca que pueda usarse lo logrado con las FARC a manera de plataforma básica. Por su parte el Ejército de Liberación Nacional quiere que el diálogo incluya a la población civil como primer interlocutor con el Estado. Lo que todavía no está claro para la mayor parte de los actores de ese eventual proceso de paz es la manera en que participaría la población civil.
Un ejemplo de la anterior es la manera en que se llevaron a cabo las elecciones locales en el departamento. Existió a comienzos de 2015 un acuerdo entre los dos grupos insurgentes con miras a repartir las alcaldías de Arauca. La forma intimidatoria como se presentaron ambos grupos frente a iniciativas ciudadanas, algo denunciado en municipios como Saravena o Arauquita; el apoyo a candidatos de dudosa reputación como sucedió en Tame y la agresividad para con el electorado, llevaron a que ese pacto fracasara en la mayor parte del departamento y que varias plazas fueran ganadas por el Centro Democrático, configurándose un voto castigo, como lo señala Cayo Mario Sepúlveda, periodista de la región.
Por el momento las iniciativas de la sociedad civil araucana siguen pidiendo que la paz se firme con el ELN de igual manera que se ha hecho con las FARC. El llamado es a que la se logre una paz completa y a que se pueda tener una zona de comercio tan activa como lo es la frontera con Venezuela sin problemas de orden público que colme todas las necesidades y expectativas de los actores de un eventual proceso de paz.