La eficacia de la campaña de bombardeos aéreos de la coalición internacional contra el Estado Islámico en Irak y Siria están cada vez más en entredicho.
Nadie lo espera. De repente, una bola de fuego envuelve las posiciones del Estado Islámico en el extrarradio de la ciudad de Kobani, seguida de un estruendo enorme. Una columna de humo se alza gigantesca hacia los cielos, visible incluso desde Suruç, a 8 kilómetros de distancia. Allí, en lo alto de un edificio en construcción, un grupo de refugiados kurdos observa el espectáculo en silencio. Solo entonces se escuchan los motores de los cazas de la coalición internacional sobrevolando la frontera. Pocos minutos después, otra explosión, y más tarde, otra.
La escena, observada por este reportero en octubre, se repite desde hace meses en los territorios controlados por el Estado Islámico en Siria e Irak, castigados regularmente por los bombardeos de la coalición liderada por EEUU. Unas operaciones que están teniendo un importante impacto psicológico en los nervios de los yihadistas, pero cuya eficacia, sin embargo, está en entredicho.
La campaña ha obtenido algunos éxitos indiscutibles, como la muerte, a principios de diciembre, de tres líderes yihadistas en Irak, incluyendo a Abd Al Basit, un importante comandante militar, y Haji Mutazz, uno de los asistentes de Abu Bakr Al Bagdadi, cabecilla supremo de la organización. “Estos son objetivos de alto valor, miembros del liderazgo superior. Interfiere con su planificación, mando y control”, declaró entonces el general Martin Dempsey a la prensa.
Pero el mes pasado, Matthew Henman, director del Centro sobre Insurgencia y Terrorismo IHS Jane (JTIC), indicó que, según el análisis de los datos disponibles desde el inicio de la campaña de bombardeos en agosto, las operaciones aéreas no habían logrado reducir el número de ataques lanzados por el Estado Islámico. “Con toda certeza, los bombardeos aéreos no están perjudicando su habilidad de intensificar sus ataques o llevar a cabo su campaña”, declaró Henman a la cadena estadounidense NBC. Preguntado al respecto por El Confidencial, Henman asegura que “los datos están basados en informaciones de fuente abierta recopiladas por analistas del JTIC de fuentes noticiosas confiables y verificables”.
En la capital del ‘Califato’, “todo el mundo está cansado”
Uno de los efectos de estos ataques aéreos es el malestar que, aparentemente, está generando entre la población de ciudades como Raqqa, la capital de los yihadistas en Siria. “La gente está cabreándose bastante porque el Estado Islámico no dispara a los aviones con sus cohetes, solo ven morir a la gente. Tenemos una situación donde hay ataques aéreos sirios (de la aviación leal al presidente Bashar Al Assad) al principio del día, y de la coalición más tarde, y en medio, el Estado Islámico controlando y matando a la gente. Todo el mundo está cansado y asustado”, explicaba hace dos semanas Abu Ibrahim Raqqawi, fundador de la red activista “Raqqa está siendo masacrada”, opuesta al EI, al diario británico The Guardian.
Los bombardeos han provocado ya al menos un centenar de víctimas civiles, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, lo que ha provocado el rechazo de otras organizaciones opositoras, contrarias tanto a Al Assad como al Estado Islámico. “Creo que esto puede provocar algunos problemas para el grupo, pero hasta ahora el Estado Islámico ha utilizado de forma consistente las muertes de civiles en estos ataques aéreos como propaganda, y como un método para generar un mayor apoyo popular. Es por eso que los bombardeos estadounidenses y de la coalición han tenido mucho cuidado de minimizar las bajas civiles, mientras que la forma de actuar de Al Assad ha sido marcadamente diferente”, comenta Henman a El Confidencial.
Además, la impotencia de los yihadistas a la hora de hacer frente a la aviación de la coalición podría ser cosa del pasado: hace días, un caza jordano fue derribado por la artillería antiaérea del EI sobre Raqqa, y su piloto capturado con vida y tomado como rehén. Se trata de la primera aeronave abatida desde el inicio de la campaña, pero podría no ser la última.
El elevado coste de la campaña
Del mismo modo, la campaña se enfrenta a otros problemas, como su elevado coste. Según Todd Harrison, un experto del Centro de Estimaciones Estratégicas y Presupuestarias, un think tank de defensa con sede en Washington, cada operación contra el Estado Islámico cuesta entre 50.000 dólares, en el mejor de los casos (un solo misil de los considerados “baratos” lanzado desde una única aeronave), hasta la cifra, mucho más frecuente, demedio millón de dólares por acciones que implican el uso de varios cazas, cuyo funcionamiento cuesta entre 9.000 y 20.000 dólares por hora. El hecho de que Turquía siga oponiéndose al uso de la base aérea de Incirlik para estas operaciones de castigo, obligando a los aviones de la coalición a realizar vuelos más largos desde plataformas en Irak y el Golfo Pérsico, encarece enormemente los costes.
Según Harrison, incursiones como la del pasado 4 de octubre, considerada muy exitosa -se lanzaron 9 ataques aéreos en Irak y Siria, en los que se destruyeron dos tanques, tres vehículos blindados Humvee, una excavadora y seis posiciones ofensivas del Estado Islámico, entre otros objetivos- podrían llegar a costar hasta 4 millones y medio de dólares. Ese mes, el Pentágono admitió haber gastado más de 1.100 millones de dólares en esta campaña desde junio.
Además, Washington se está quedando cada vez más solo ante los yihadistas. De acuerdo con una investigación de la agencia Reuters, si a finales de septiembre el resto de socios de la coalición se ocuparon de lanzar un 38 % de todos los ataques aéreos, ese porcentaje se ha ido reduciendo progresivamente: en octubre fue de apenas un 8%, y un 9% en noviembre, hasta caer a un mero 3% en este mes de diciembre.
Igualmente, el hecho de que los bombardeos no se hayan dirigido exclusivamente contra el Estado Islámico, sino también contra otras organizaciones islamistas como el Frente Al Nusra -la rama oficial de Al Qaeda en Siria- y Ahrar Al Sham, ha llevado a estas, hasta entonces firmemente opuestas al EI, a cooperar parcialmente con aquel. “El haber tomado como objetivo en varias ocasiones al Frente Al Nusra y a Harakat Ahrar Al Sham Al Islamiyya ha reforzado en muchos grupos islamistas la percepción de que EEUU no solo está interesado en actuar contra el Estado Islámico, sino que los bombardeos aéreos son el principio de una campaña más amplia para debilitar a los grupos militantes islamistas en Siria, como parte de un intento de fortalecer a grupos nacionalistas más moderados”, explica Hansen.
“Esto ha llevado al Frente al Nusra y al EI a cooperar en lugares como Idlib para diezmar a los moderados respaldados por EEUU”, indica este analista. “Si los bombardeos aéreos causan una mayor unidad entre militantes islamistas y un deseo de destruir a los grupos respaldados por EEUU, sin duda podría ser considerado contraproducente a largo plazo. También hay una cólera más general porque los EEUU y sus aliados hayan intervenido con bombardeos contra el Estado Islámico, pero no contra Al Assad”, asegura.
Estos aspectos dan alas a los críticos de la campaña aérea, especialmente a aquellos que aseguran que la guerra contra el Estado Islámico no puede ganarse exclusivamente desde el aire, algo en lo que parecen estar de acuerdo varios altos mandos militares de la coalición. El número de soldados estadounidenses en Irak alcanzará en enero los 3.000, desplegados en tareas de asesoramiento y protección de instalaciones estratégicas. La semana pasada, medios como Al Jazeera informaron de que militares estadounidenses se habían visto envueltos por primera vez en un enfrentamiento armado con combatientes del Estado Islámico en la provincia de Anbar, un incidente que ha sido posteriormente desmentido por portavoces de EEUU. Pero verídico o no este episodio, si los bombardeos no logran quebrar al Estado Islámico, la presencia de tropas internacionales sobre el terreno podría ser cuestión de tiempo.