Al menos 41 personas murieron y unas sesenta resultaron heridas en un atentado suicida cerca de una mezquita en el noroeste de Afganistán, coincidiendo con la celebración de la fiesta del sacrificio musulmana.
El ataque ocurrió a las 09.25 hora local (04.55 GMT) a las puertas de la mezquita Eidgah de la ciudad de Maymana, la capital de la provincia de Faryab, cuando los creyentes se reunían para orar en esta importante festividad del mundo musulmán.
Varias fuentes policiales y testigos oculares relataron a medios locales que el atentado coincidió con la llegada al recinto religioso de numerosas autoridades de los gobiernos nacional y regional.
Según explicó a Efe el vicegobernador de Faryab, Abdul Sattar Barez, “en el ataque murieron 41 personas, entre ellas cinco niños, y sesenta resultaron heridas”.
En ese sentido, una fuente oficial de la provincia, que no quiso ser identificada, reveló por su parte que entre los fallecidos se encuentra el portavoz del gobernador de Faryab, Ahmad Javed Bedar.
Y el portavoz del Ministerio afgano del Interior, Sediq Sidiqui, detalló a la agencia local AIP que “más de la mitad de las víctimas eran miembros del servicio de seguridad”.
La festividad islámica del sacrificio es el acontecimiento anual más importante para los devotos de esta religión y recuerda el momento en el que Alá se apiada del profeta Abraham cuando éste va a degollar a su hijo y la divinidad lo sustituye por un carnero.
El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, condenó el atentado a través de un comunicado, dio sus condolencias a las víctimas y afirmó que quienes lo perpetraron son “enemigos del islam y de la humanidad”.
“Aquellos que suprimen la felicidad de los musulmanes en un día tan especial son enemigos del islam y no pueden ser llamados ni humanos, ni musulmanes”, aseguró Karzai, que mostró su “profunda tristeza” por lo ocurrido.
El presidente recordó que el “mufti” (jurisconsulto musulmán) de Arabia Saudí, Abdul Aziz bin Abdullah, declaró ayer que aquellos que cometen ataques suicidas “no serán perdonados” y llamó a la comunidad musulmana a que siga las “enseñanzas de paz” del islam.
El atentado también fue condenado por el jefe de las tropas aliadas en Afganistán, el general de EEUU John Allen, que lo calificó de “atroz” y lo consideró “una afrenta contra la vida, los creyentes y las pacíficas aspiraciones de los afganos”.
A media tarde, ningún grupo insurgente había reivindicado los hechos, aunque los talibanes recurren con frecuencia a los ataques suicidas en su lucha por derrocar al Gobierno afgano y lograr la salida de las tropas internacionales desplegadas en Afganistán.
El conflicto armado en el país asiático ha causado en los primeros seis meses de 2012 la muerte de 1.145 civiles y heridas a otros 1.954, un 15 % menos que en el mismo periodo de 2011, reveló en agosto la misión de la ONU en Afganistán (UNAMA).
El ataque se produce además solo un día después de que el líder talibán afgano, el mulá Omar, llamara a los afganos a celebrar la fiesta del sacrificio con “sentimiento de euforia”, dada la “cercanía de los momentos de victoria” para los insurgentes.
“Hace once años dijimos al enemigo que sería fácil venir a Afganistán, pero que su presencia y salida estaría llena de complicaciones”, aseguró el jefe de los talibanes.
“Tenemos la capacidad suficiente para una lucha prolongada contra el enemigo, confiamos en Alá, tenemos paciencia y efectivos suficientes”, concluyó Omar.
Los insurgentes luchan para establecer un régimen islámico de corte integrista como el que pusieron en práctica entre los años 1996 y 2001.
Las tropas internacionales se hallan inmersas en pleno proceso de repliegue, cuya conclusión está prevista para el año 2014, cuando las fuerzas locales asuman la seguridad en todo Afganistán.