Nada más loable en la existencia que la defensa de la pureza, desde la doncellez de la Virgen de los Procuradores, pasando por el azúcar y llegando hasta la nitidez alba de la raza.
Y hablo de ello en homenaje a unos seres tan blancos que parecen refinados por Riopaila, abanderados de una ideología y unas prácticas de acción directa, quienes en buena hora y en días pasados me le dieron en la jeta a tres asesores de la concejala de Bogotá Diana Alejandra Rodríguez, cernícalo que hace parte de la banda terrorista de los Progresistas de Petro.
Hablo, claro está, de los llamados “skinheads” enhorabuena anti comunistas, neo nazis y neo fascistas, una digna ONG de jóvenes muy bien adaptados a la ortodoxia de una sociedad que necesita a voces labores de limpieza y desinfección. Que estos párvulos inofensivos proveen en las calles de Bogotá barriendo del espacio público con gráciles patadas y certeros botellazos a indios, negros, gitanas, socialistas, putas, maricas y demás lastres de una sociedad envilecida por los Derechos Humanos y otros engendros pecaminosos.
El gran problema histórico de Colombia es la mezcla, el mejunje. De él provienen las diferencias sociales. Con una sola raza rica y decente, no habría antagonistas ni pedigüeños. Grave error cometieron nuestros ancestros hispánicos de dejar a medio camino la extirpación total de la indiada en estos territorios donde imperaba la ley del Patas animista y politeísta. Y peor aun fue haber abierto en plena Colonia el TLC con África, en virtud del cual fuimos víctimas de la importación de millones de subsaharianos que si bien debidamente esclavizados cumplieron con las necesidades de una fuerza laboral gratuita y sin sindicatos (salvo el guerrillero ese del Benkos Biojó que se sublevó en palenques en la Costa Caribe) nos llenaron el país de malas mañas, horrenda lascivia, ritmos de aquelarre y, sobre todo, de su color turbio.
Pero una vez cumplido siglo tras siglo el fatal designio del mestizaje (que por lo menos contiene algo de sangre blanca que en algo descontamina las mentes de los híbridos o cruzados) y lo que es peor, la persistencia de indios y negros aun no mezclados, se dio esta cosa multicolor, tribal y primitiva que es la Colombia étnica de hoy. Y peor aun en Bogotá, a donde vienen de todos lados a tragar y a pelechar a costa de nosotros, los cachacos de bien.
Ya era hora que tras siglos de impunidad afro-indio-mestiza y de desenfreno concupiscente que se traduce en explosión demográfica, la juventud (así sea en pequeñas células iluminadas) exponga y proponga tesis de pureza y esgrima el puñal y el bate de beisbol para postergar definitivamente las ambiciones de igualado y resentidos que nos invaden e inundan sin pudor, sin castidad, recato, sin moralidad alguna, a nosotros los blancos de cuello corazón, que somos la llama viva de la virtud y la ética.
La labor de zapa de nuestros muchachos de cabezas rapadas, viene de tiempo atrás atacando en cuanto escenario sea posible a las puntas del iceberg de la impureza racial, sexual e ideológica. No es la primera vez que estos preses del combate, del linaje dignamente supremacista de un Adolfo Hitler o de un Benito Mussolini, actúan en punzantes operaciones. Ya le hemos dado en la jeta a más de una lesbiana, a más de una ramera y no pocas veces a anarquistas y mamertos. Por ahí hasta dimos de baja a alguno de esos. En cuanto acto LGBTI, en cuanta manifestación comunista podamos atacar para hacer mella en las estructuras del mal, ahí estaremos renovando Mi Lucha.
Ya es hora de que la ultra derecha des acomplejada y exultante, saque libremente sus más preciados símbolos como la cruz esvástica y los pisa corbatas de las SS y la Wehrmacht. Ya es hora que otros sectores afines de los Puros, aun sean centro democráticos, dejen la vergüenza y reconozcan a estos pioneros.
Hago un llamado a cerrar filas en torno a los muchachos sin pelos en la cabeza y en la lengua: que no pocos hermanos godos y demás sectores clasudos que en el fondo creen en esta lucha, que la comparten en “petit comité” pero que no hacen pública su fe hacia el abolengo correcto, pues que salgan del clóset y del confesionario en defensa de las avanzadas de nuestra gran familia de la extrema derecha, de nuestra esplendorosa tribu exterminadora.
¡Todos a la calle a darle en la crisma a todo aquel que no pueda exhibir sus títulos nobiliarios, su auto defensa o su carnet de blancura!
Volviendo a los hechos que son materia hoy de noticia, me parece excelente que debido a las interpretaciones del código penal a estos muchachones queridos no se les pueda meter a la cárcel. ¡Faltaría más! ¿A prisión por propender por lo límpido? Siquiera me los soltaron inmediatamente para que puedan continuar con sus acciones, actos políticos y entrenamientos bélicos en el Parque Nacional de Bogotá, por los lados de la Estación de Policía de los carabineros. Se avecina una gran batalla de la alcurnia contra la calaña. ¿Cuál intento de homicidio torcerle la cara a botellazos a la gente del gamín Petro? Apenas unas lesioncitas excarcelables. Delitos querellables. ¡Bien por las autoridades legítimamente constituidas! Y mal por los policías que saliéndose de sus funciones de proteger a la gente-gente, osaron detenerlos.
Señor secretario de Gobierno Guillermo Alfonso Jaramillo: no moleste, no se meta en camisa de once varas. Fue una peleíta y punto. ¿O quiere que lo tusemos?
Que nostalgia tengo yo a mis 96 años de no tener el cuerpo joven para unirme en el fragor del campo de batalla a los 1.500 donceles neo nazis que patrullan Bogotá. Muchas porquerías nos han llegado de Europa como los Derechos Humanos y los principios bolcheviques o la ilegalidad esa de la Libertad Igualdad y Fraternidad de la Revolución Francesa. Por fin los muchachos blancos reciben hoy influencias benéficas como las ideas neo-nazis que de nuevo están poniendo a temblar al Viejo Mundo, casi 70 años después de que la frondia alianza de gringos badulaques y rusos estalinistas, en mala hora acabara con el eterno Tercer Reich.
Por último, me parece muy bien que mis muchachos skinheads con tonsura cardenalicia general, ayuden a recoger firmas a su eminencia Miguel Gómez Martínez, para revocarle el mandato de Alcalde al mulatón del Petro. De eso se trata, de blanquear a Bogotá y de negrear a Don Gustavo, partiendo del principio inefable de que toda elección ganada por la izquierda es ilegítima. Como en Venezuela donde después del zambo ahora tenemos directamente al plátano ese ennegrecido alias Maduro. Tan lindo, señorito y blanco Capriles. Pueblo pendejo, enbolivarianado.
Que la preponderancia y supremacía de lo blanco, de lo diáfano, nunca sea puesta en duda. La casta, la cepa incontaminada y la estirpe vencerán. ¡Pata y puño señores!