El movimiento independentista catalán ya tiene la escenificación que quería: una supuesta independencia más verbal y simbólica que otra cosa. Su parlamento autonómico, saltándose a la torera todas las leyes constitucionales y todos los requerimientos de los organismos internacionales, ha votado sí a ser una república distinta a España.
Ahora bien, conviene aclarar ciertas cosas para no llevarnos a engaños ni confundir al personal. Esta declaración unilateral de independencia es como es como si yo mañana me declaro unilateralmente ‘el mejor tenista del mundo’. Fenomenal, brillante, me quiero a mí mismo. Ya lo he logrado, después de 40 años pasando bolas por encima de la red, con más desacierto que otra cosa, he logrado ser mejor que Roger Federer, simplemente porque lo digo yo, y solo yo, no necesito nada más para estar en lo más alto del ranking mundial. La ATP no me reconoce como tal, por supuesto que la Federación de Tenis Colombiana no sabe ni quien soy… pero yo sigo diciendo que soy el mejor. Pues algo así es lo que está pasando en Cataluña, y no crean que esta comparación es una exageración de la realidad.
Uno ‘es’ algo, sea lo que sea, cuando, en primer lugar, está amparado por un marco jurídico legal: es decir, cuando cumple las leyes votadas por la mayoría; y en segundo lugar, cuando el entorno de ese algo (ya sea político, social o tenístico) lo reconoce como tal. Y por mucho que se empeñe ese sector de dirigentes políticos de la caverna catalana, eso no va a pasar ni ahora ni nunca. El tema catalán es un tema interno español, eso ha dicho la Comisión Europea en no menos de cinco ocasiones la última semana. La UE sabe que el tema catalán es una caja de pandora que no se puede abrir para no dar alas a otros movimientos separatistas que rompan Europa.
A los pocos minutos de la Declaración, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Italia o Alemania dejaron claro que apoyan al Gobierno Nacional. Ni la Unión Europea, ni las Naciones Unidas, ni ningún país serio (salvo la Venezuela de Maduro) van a reconocer a Cataluña como estado independiente sin la aceptación de España. Ya lo han dicho por activa y por pasiva en el último mes, en el que la deriva fanática de esta minoría ha llevado a un punto de incertidumbre en el país ibérico no antes conocido. Para que se hagan una idea, más de 1.600 empresas catalanas, españolas y multinacionales, que significan el 30% del PIB catalán, ya se han marchado de esa región en el último mes… un 30% del PIB en un mes.
Fuera de la Unión Europea, Cataluña es un estado inviable, fallido. Económicamente inasumible. La deuda pública actual de Cataluña es superior a 75.000 millones de euros (que he perdido la cuenta de los billones de pesos colombianos que es eso), la fuga de empresas catalanas como reflejaba antes ya es un hecho… y por si fuera poco, estar fuera del paraguas europeo, significa quedar al margen de las políticas de ayudas y un régimen arancelario distinto. En conclusión, aislamiento total. Por el contrario, los políticos independentistas siguen vendiendo a su selecto público una realidad bien distinta, una arcadia imaginaria ideal.
Cataluña hoy es mucho más pobre e inestable que hace un mes. Si sigue esta senda, no dudo en afirmar que pasará de ser una región próspera a posiblemente la más empobrecida de Europa en pocos meses. ¿Eso quieren los catalanes?, la mayoría no. Y el Gobierno de España no lo va a permitir.
El ejecutivo de Rajoy tardó solo dos horas en cesar a Puigdemont y su gobierno, legítimamente amparado por el artículo 155 de la Constitución. Ojalá los subversivos acepten esta vez las leyes para no incurrir en un problema social en la calle más grave. De una clase dirigente normal se esperaría eso, de estos lunáticos irresponsables, uno ya tiene más dudas.