Yo que soy godo-nacionalista no suelo ocuparme de temas internacionales y mucho menos de las provincias cercanas fundadas también por el bárbaro del Simón Gorila. Pero esta vez, ante el regreso del usurpador Hugo Rafael Chávez Frías -que las debe tener calientes de cáncer- me toca analizar las implicaciones de tan nefasta noticia.
Será tan podrido el cernícalo de Barinas, que no tuvo empacho en hacer (una vez más) de su postrado regreso un show, un espectáculo decadente. ¡Verlo vivo me emputa, me saca de casillas, me da ganas de matarlo! Si y qué: adoro las amenazas, arma contundente llena de valor y coraje contra los impíos. ¡Cuántas ventajas nos han dado las amenazas! Eso, ¡que nos teman! El culillo es el hilo conductor de nuestro pensamiento y el odio la teñida bandera de nuestras convicciones.
Hicimos lo que pudimos para convencer y convencernos de que el tirano mayor estaba muerto o en una larga agonía que es más sabroso cuando se trata de un pecador del tamaño del grasoso dictador. Pero todo indica que el malsano ha sobrevivido y se encuentra impregnando una vez más de odios de clase y de reformas indebidas a la vecina Venezuela. Con buena parte de la prensa mundial, encabezada por ese portento de la moral franquista que es el diario ABC de España, habíamos logrado ya crear a la usanza de la propaganda que nos legara el gran Goebbels, la idea y el hecho cumplido del fin de Chávez y el principio del fin del chavismo.
¡Cómo nos gusta eso del “principio del fin” tan en boga en la hégira esplendorosa de Uribe; pero a mí me seduce más, en aras de nuestra lucha política y nuestro ideario de extrema derecha, lo del “fin de los principios” que se ajusta más a nuestra dedicada ética, a nuestra moral católica. El problema del Colombia, de Venezuela y del mundo, son los principios, que en general suelen ser subversivos, marxistas y bolivarianos. Esos principios de justicia, libertad igualdad, fraternidad o equidad, no son más que embelecos que disfrazan las verdaderas ambiciones de la izquierda: acabar con la pobreza, agotar la fuerza de trabajo, dislocar las costumbres, amancebarse con la inmunda tolerancia y el desabrido bienestar social.
Hicimos hasta lo imposible para matar a Chávez, pero sus pactos diabólicos con toda la santería cubana, sus relaciones non sanctas con José Gregorio y María Lionza, han triunfado esta vez. Tuvo el descaro hasta de asociarse con Dios mismo y pedirle por su salud.
La conmiseración y el perdón, no están para bichos como Chávez. ¡El catolicismo y la bondad tiene sus límites, carajo! Si no ¿cómo hubiéramos podido con la culpa de lo que llaman nuestros crímenes, que no son más que nuestros triunfos políticos y militares? El catolicismo nos da licencia para matar cuando se trata justamente de preservar la fe. Y la historia está llena, desde las cruzadas, de estos actos magníficos de selección natural más allá de Darwin.
A pesar de nuestros esfuerzos exterminadores, la bestia sobrevive pero no por largo tiempo. Todas nuestras oraciones están puestas en su deceso, todos nuestros cristianos deseos y plegarias conducen a su evaporación definitiva en los calores y los miasmas de su enfermedad.
Antes de pasar a la acciones que adelantaremos para acabar de una vez por todas con el canceroso, me permito exponer para el democrático debate (que consiste en manipular todo, los micrófonos, las antenas y los receptores) las enormes inconveniencias del regreso del batracio. Lo más grave: el regreso de Chávez implica una consolidación de la democracia venezolana. Se ha permitido que el parásito elegido con los votos de la gleba aturdida por los beneficios que se le dan, regrese al frente de su satánico poder. ¡Todas las elecciones que ha ganado Chávez, no son más que un continuado chocorazo!
Y lo peor es el populismo que derrotaremos con el pragmatismo neoliberal, aquí y allá. Populismo asqueroso, como ese de entregar subsidios para que la gente viva mejor, como el darle salud y educación al pueblo, como el de redistribuir el ingreso, repartir casas, populismo como el de la justicia social. Populismo como el de todos esos orates presidente de Suramérica mamertos y terrorista que quieren que la gente viva mejor y que pretenden un inaceptable crecimiento en la equidad. Populismo como el del Petro, gaminoso costeño también, que quiere convertir a Bogotá en una empresa popular, donde la gente aindiada tenga derecho a participar y a beneficiarse de la plata nuestra. ¡Habrase visto!
Hicimos, de todo: montajes fotográficos, peregrinaciones, nos olvidamos de nuestras doctrinas, hasta Capriles se nos estaba enloqueciendo, y nada… La batalla por la muerte continúa. Ya verán venecos malacarosos y guaches costeños.
Las acciones a seguir: antes que nada rezar porque a Chávez se lo lleve el Patas, pero si esta dialéctica estrategia no funciona, tenemos otras armas y herramientas. Propongo que desde ya un grupo de operaciones especiales experto en cortar mangueras de desplace a Caracas y en liberadora operación, le corte el chorro de la vida al paracaidista, le cercene los tubos que lo comunican a la vida. Y que de una vez hagan algo con el tal Maduro con Queso. Hay que extirpar no solo la cabeza sino todas las fauces adláteres de la fiera maligna. Hay que acabar de tajo de moto sierra con la tal Revolución Bolivariana, un ampliado concierto para delinquir contra la natural clase dominante.
Cuando finalmente matemos a Chávez, no deberemos ponernos a pensar en nuevas elecciones, porque como están las vainas, vuelven y reeligen su momia o hasta nos lo resucitan. O lo que es peor, le dan continuidad a su infausto proceso. Ojo que nos ganan de nuevo con el Maduro. Lo que hay que hacer es simple: un golpe de Estado y la anexión inmediata de la vulgar capitanía de Venezuela a una gran Colombia lejos de Bolívar pero cerca de Laureano.
Hay que actuar a gran velocidad contra la amenaza que nos circunda. ¡Qué tal el fraude electoral en Ecuador, que le ha permitido seguir en el poder al mono ese de Rafael Correa! Ese es peor que Chávez, menos frentero, más ladinito, conciliadorcito ¡pero comunistazo!
Miremos de bélica manera también hacia el sur, porque como van las cosas, así logremos diseccionar al Chávez, nos pueden montar de heredero de su repugnante ideología al ecuatoriano malo., al villano tras Ipiales. ¡Que nuestra señora del Cáncer lo embargue! Que la sabia naturaleza guiada por las Divina Providencia, lo enferme. Nos regodeamos en la dolencia del enemigo, nos fascinamos con el trastorno del otro, con el decaimiento de los luciferinos.
Hago esta gran admonición: que a toda la izquierda y los izquierdistas del continente les caiga la peste, que el sufrimiento los inunde, que el achaque les impida actuar, que las plagas de Egipto se desaten contra ellos, que su vida sea una sola afección. Que el padecimiento los conduzca hasta el infierno.
¡Piedad y Chávez, que se los lleve la barca de Caronte! Con mis ancestros y hermanos fascistas de la Madre Patria inmortal, con Millán Astray lanzo mi frase de batalla ¡Viva la muerte, abajo la inteligencia!