“Al empresario chileno le sirve que la mano de obra esté endeudada, porque tenemos que aferrarnos al trabajo”, afirma Marcelo Briones, un trabajador en huelga. A continuación la realidad de Chile y las cifras invisibles de la clase trabajadora.
Damasia Fuentes es parte de la fuerza de trabajo del país desde los 13 años, edad en que decidió salir de su casa, dejar el campo e independizarse. Con sueldos que siempre bordearon el mínimo se bateó entre el cuidado de los hogares y los niños ajenos. A los 24 fue madre soltera y entonces conoció la realidad chilena de sacar adelante a una hija por sí sola, una etapa que recuerda como “un período duro y de mucho sacrificio”.
Fuentes tiene ahora 64 años y es una mujer ágil, de contextura maciza y de tez muy blanca. Al igual que el 85% de las mujeres en Chile gana menos de 800 dólares al mes. El salario de Damasia Fuentes es de 416 dólares, y hace menos de un mes recibía un sueldo menor al mínimo del país, cumpliendo una jornada de nueve horas por 349 dólares. Sumado a ello Fuentes debe descontarse de su paga el almuerzo y el trasporte, pues la empresa no le da esos beneficios.
Sólo en locomoción gasta más de 49 dólares, terminando con alrededor de 367 para comer, pagar vivienda, cuentas de suministros básicos y otros gastos. “Alcanza apenas” dice Fuentes.
Las mujeres en Chile son las que se llevan la peor parte de las condiciones laborales y las injusticias salariales. De acuerdo a cifras de Fundación Sol, institución sin fines de lucro que realiza investigación y estudios sobre el mundo del trabajo en Chile, 85% de las mujeres en Chile gana menos de 800 dólares al mes. Y sumar a ello la condición de inmigrante sólo agrava el asunto: “Soledad, precariedad y complejos contextos laborales forman parte de ser mujer, madre y trabajadora inmigrante en nuestro país”, manifiesta Zikuta, una bloguera que postea en la página chilena Alternativa Obrera.
Por su parte, Fuentes afirma querer trabajar hasta que la salud la acompañe, principalmente porque le gusta sentirse activa, pero reconoce que a veces el trabajo se hace pesado, pues ella junto a una compañera, se encargan del aseo de toda la empresa en la que trabaja (tres pisos de un edificio).
Luego de conversar, Damasia se retira a revisar los espacios que ya conoce como si fuesen los de su casa, pero a ésta última llegará recién a las diez y media de la noche.
Mini Salario Mínimo que no alcanza
Una mañana habitual por el centro de Santiago equivale a caos, bullicio, pasos rápidos y cuerpos diferentes, hábiles en esquivarse. Entre los edificios grises y republicanos existe un comercio que se intercala, que da color y movimiento al centro cívico de la ciudad, donde todos responden al nominativo de trabajadores. Por esas calles y en ese contexto aparecen Carolina Riquelme y Marcelo Briones, funcionarios de una empresa textil que a mediados de mayo comenzó una huelga legal por mejoras laborales.
Carolina Riquelme estudia y trabaja, al igual que muchos y muchas en el país. Por las ocho horas que desempeña a diario en administración recibe un sueldo de 493 dólares, de los cuales 197 debe destinarlos para pagar la mensualidad de sus estudios.
Hace ya bastante tiempo que en la textil redujeron el personal y desde entonces Riquelme trabaja por dos personas, sin embargo su sueldo continúa siendo el mismo, “yo traté de hablar y explicar mi situación, pero me dijeron que no y que tenía cero posibilidades”, cuenta la mujer.
En Chile el salario mínimo es de 364 dólares, los que quedan en 295, aproximadamente, al descontarle los impuestos por salud, jubilación y cesantía, que todos deben pagar. Para Fundación Sol el sueldo mínimo es absolutamente inadecuado cuando se consideran tanto las necesidades vitales como la capacidad económica de la nación.
El costo de vida de Chile es alto, siendo uno de los más caros de la región. La canasta básica de alimentos del país está calculada en un costo de 71 dólares per cápita al mes, el alquilar un cuarto en 210 y el trasporte público en 49 dólares, aproximadamente. El sueldo mínimo no alcanza para todo lo anterior. Y peor aún en los casos de familias constituidas por ingresos de trabajo unilaterales, como las madres solteras.
Por ello, Fundación Sol hace hincapié en que el talón de Aquiles de Chile continúa siendo la distribución de los ingresos y la precariedad laboral.
“Vivir así no sirve”
Marcelo Briones también es parte de la mano de obra de la empresa textil, en su caso recibe un sueldo un poco más alto que Riquelme pero no alcanza a superar los 740 dólares. “Yo gano más, pero poco más. Nos alcanza justo con mi pareja, pero nunca para ahorrar. Sobrevivimos el mes y quizás voy a estar muchos años así. Al final sólo te queda endeudarte, pero vivir así no sirve”, cuenta Briones.
De acuerdo a los datos de los últimos años, se sabe que en Chile el 0,01% vive con un ingreso de 744 mil dólares al mes, mientras que el 50% lo hace con 223 dólares. Es decir, los primeros mantienen un ingreso individual tres mil veces mayor que el de una persona del segundo grupo.
“Es una suerte de acumulación por desposesión, hay unos que ganan ingresos de forma exorbitante a costa del bajo valor del trabajo en Chile”, afirman desde Fundación Sol.
Marcelo Briones reflexiona sobre su situación y la del país sentado en el borde de una calle que da directo con la Plaza de Armas de Santiago. “Lo que pasa es que al empresario chileno le sirve que la mano de obra, como nosotros, esté endeudada, porque tenemos que aferrarnos al trabajo para no perderlo todo. Es una mentalidad del empresario chileno, porque en todos lados del país es así”.
Chile destaca entre los veinte países con la peor distribución de los ingresos a nivel mundial, siendo el país más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), superando a México y Turquía. De acuerdo al estudio de la OCDE, Society at a Glance 2014, el 27,8% de las personas en Chile informa que los ingresos no le alcanzan para comprar alimentos.
En cuanto a las condiciones laborales, Fundación Sol denuncia que existen más de 1 millón de asalariados que no cuentan con contrato de trabajo, y que de ellos el 70% gana menos de 406 dólares.
La desigualdad chilena: fruto del modelo económico de una dictadura
Pese a todo lo anterior para Renee Fresard, Directora de Cooperación Internacional en Fundación Superación Pobreza, es importante que se entienda a la desigualdad como algo que va más allá del tema de los ingresos, “especialmente en un país como Chile donde desigualdad y pobreza van de la mano”, afirma.
Para la directora los temas de desigualdad en Chile se expresan en distintos ámbitos y niveles. Gran parte tendría raíz en la segregación territorial construida en el régimen militar del dictador Augusto Pinochet, época en que se erradican poblaciones y se levanta un cordón periférico en la ciudad. “Entonces se comienzan a crear y constituir barrios de pobres para pobres, con servicios de pobres para pobres, y barrios de ricos para ricos”, dice Fresard.
“Si tú vives en barrios empobrecidos donde tu escuela es precaria, el acceso a la educación será precario; y si tienes un precario acceso a la educación entonces tendrás precarias oportunidades de ascender en la vida social, de llegar a estudios superiores, tener trabajos remunerados, entre muchas otras cosas”, explica Fresard.
Para la Directora de Fundación Superación Pobreza es en la educación en que se expresan fuertemente esta realidad, “Pues es allí donde se ha podido efectivamente identificar y caracterizar que existen colegios para ricos extremadamente ricos, colegios para ricos medianos, colegios para ricos ricos, colegios para clase media alta, colegios para clases medias medias y así bajando la escala social hasta las escuelas de gente pobre para pobres”.
La desigualdad chilena, dice Fresard, está asociada al cambio estructural del modelo económico de la dictadura en adelante: “En América Latina no existe un país tan privatizado como el nuestro. El resto de países, no todos pero muchos países latinoamericanos, todavía tienen políticas más universales, más amplias, más estatales y de un enfoque estatal, tienen un Estado más grande y más amplio que el nuestro”.
Por María Jesús Ibáñez (1992), periodista chilena de El Ciudadano. Es una de las 16 integrantes de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas, iniciativa inédita para impulsar el periodismo regional y destacar nuevos talentos.