“Si se aprueba, este acuerdo hará historia”, decía el director de las negociaciones de la COP21. Te explicamos cuáles son los éxitos y los fracasos de ese pacto, y qué pasará a partir de ahora.
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Un día más tarde de lo previsto, y con un retraso sobre la hora fijada de más de dos horas, por fin el sábado había fumata blanca: teníamos acuerdo en la Cumbre del Clima de París, un acuerdo histórico por lo global y lo ambicioso del plan para luchar contra el cambio climático. Atrás quedaban dos semanas de negociaciones y unos últimos momentos algo tensos en los que un detalle del lenguaje con el que estaba redactado uno de los artículos hizo pensar que todo se iba al traste… O casi.
Porque, al final, los conferenciantes subieron al estrado y ante el consenso general, declararon que sí, que el acuerdo quedaba aprobado y que el mundo tenía una nueva estrategia contra el calentamiento global. Claro que en un acuerdo de esta importancia, implicaciones y repercusiones no todo es blanco o negro, y a pesar de lo logrado, muchas otras cosas se han quedado en el tintero. Analizamos aquí cinco claves para intentar entender qué supone este acuerdo, qué no se ha conseguido y qué pasa a partir de ahora.
1. Los éxitos del acuerdo
Quizá el más claro y fácil de señalar de los éxitos conseguidos con este acuerdo es que se ha fijado un límite concreto al calentamiento global. El objetivo es “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y de seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ºC”. Esta cifra, que lleva tiempo sobre la mesa pero sobre la que no ha sido posible llegar a un acuerdo hasta ahora, no es perfecta. Para empezar, alcanzarla no será una misión fácil si no se toman medidas pronto, e incluso de hacerlo, tendrá consecuencias sobre el clima del planeta, pero es un compromiso que trata de ser pragmático y realista.
Otro punto que se considera un avance es el relacionado con la diferenciación entre países. Atrás queda la división entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. El nuevo acuerdo considera que cada país tendrá que asumir sus responsabilidades en la medida en que vaya evolucionando. Además, se ha establecido una revisión cada cinco años de los avances logrados y los objetivos a alcanzar, de forma que se puedan ir adaptando y apuntando a resultados más ambiciosos.
Por último, se ha acordado la creación de un fondo de ayuda internacional para mitigar las consecuencias del cambio climático, de 100.000 millones de dólares como mínimo, un dinero que tendrán que movilizar los países desarrollados teniendo en cuenta las necesidades de los países en vías de desarrollo. La idea es que los principales causantes del cambio climático ayuden a sus principales víctimas a hacerle frente.
2. Los fracasos
Dice George Monbiot en The Guardian que el acuerdo es “en comparación con lo que podía haber sido, un milagro. En comparación con lo que debía haber sido, un desastre”. A pesar de los avances, otros aspectos han quedado diluidos y rebajados para pasar por el filtro de todos los países, lo que significa que este acuerdo dista mucho de ser perfecto, algo que los propios conferenciantes han reconocido en sus intervenciones.
Por ejemplo, se ha celebrado que el acuerdo será legalmente vinculante, y muchos de sus puntos lo serán (por ejemplo el compromiso de reunirse de nuevo cada cinco años para analizar su evolución, o los mecanismos de transparencia que se utilizarán para comprobar cuál es esa evolución), pero las reducciones de emisiones no lo serán. Cada país ha propuesto sus propios compromisos en ese aspecto, pero no tienen obligación legal de cumplirlos, ni habrá sanciones si no lo hacen. Al final, las reducciones de emisiones dependerán exclusivamente de la voluntad de cada país.
Dentro de esa intención de reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero, se espera que cada país alcance su nivel máximo para a partir de ahí ir bajando progresivamente para cumplir los objetivos propuestos. Pero otra de las debilidades del texto final es que no se especifica cuándo deben hacerlo, solo que debe ser “lo antes posible”, y que los países desarrollados deben hacerlo antes. De nuevo, una redacción vaga que resta contundencia al acuerdo final.
3. Las dificultades
Cuando la cumbre arrancó hace ahora dos semanas, había un ambiente de optimismo general y el acuerdo final se presentaba complicado, pero alcanzable. Aunque el desánimo como tal no ha hecho mella, las negociaciones se han ido complicando en los últimos días y eso ha causado que el acuerdo llegase un días más tarde del fin oficial de la cumbre.
El principal escollo ha sido el enfrentamiento entre las economías desarrolladas y China e India a cuenta de quiénes tienen que hacerse responsables de las medidas para combatir el cambio climático. En anteriores reuniones de este tipo, imperó la corriente de que son los países que históricamente más han contaminado los que deben cargar con el grueso de las medidas, tanto medioambientales como económicas. Sin embargo, mucho ha cambiado desde que se firmó la primera convención de la ONU sobre el cambio climático, y ahora, países como China o India están entre los cuatro más contaminantes del mundo. Esto significa que el reparto de esfuerzos no corresponde a las potencias tradicionales, sino que debe ser redistribuido según las capacidades presentes de cada uno. Esto, claro, no ha gustado a todos.
Para desbloquear la situación, que amenazaba con echar por tierra las negociaciones, la Unión Europea y Estados Unidos crearon en la noche del viernes una Coalición de Alta Ambición a la que se unieron un centenar de países vulnerables al cambio climático. Según cuenta Antonio Villarreal en ‘El Español‘, cuando Brasil, en principio en el bloque de China e India, se unió a este grupo, las negociaciones vivieron un cambio de inflexión que facilitó el acuerdo.
El último obstáculo ha llegado cuando ya nadie se lo esperaba. Cuando todas las delegaciones estaban ya reunidas en la conferencia plenaria para aprobar el acuerdo, algo inesperado causó un retraso de un par de horas. Corrió el rumor por las redes sociales de que la delegación estadounidense ponía reparos a la redacción de uno de los artículos: donde el texto decía “los países desarrollados ‘deberán’ continuar liderando las reducciones de emisiones”, Kerry y los suyos preferían que dijese “deberían”. Se incluyó como una de las correcciones finales y eso zanjó el problema.
4. ¿Y ahora qué?
Aunque las delegaciones de los participantes han aprobado el acuerdo en la conferencia plenaria, ahora cada uno de esos países tiene que llevarlo a su órgano legislativo para que lo ratifique y lo convierta en ley. Para que el texto se considere en vigor tiene que ser ratificado por un número de países que simbolice el 55% de las emisiones globales (lo que en la práctica implicaría a China, Rusia, India y Estados Unidos).
En lo que se refiere a las indeterminaciones del texto, muchas de ellas se irán concretando en sucesivas reuniones y conferencias, comenzando por la COP22 que se celebrará el año que viene en Marruecos. Pero al final, será cada país el que establezca las medidas concretas que adoptará. El acuerdo de la COP21 es una hoja de ruta, pero la ruta deben concretarla y andarla los estados.
5. La opinión de los científicos
Hace tiempo que la comunidad científica advirtió de que el cambio climático ya no era reversible y que, como mucho, se podía aspirar a limitarlo, para lo que había que actuar ya. Algunos de ellos advierten de que nos hemos perdido en el debate sobre la cifra y nos hemos olvidado de hacer algo al respecto. “El objetivo de los 2ºC es un consenso político que tiene en cuenta lo que en ese momento se consideraba realista y a la vez tolerable”, escribía un grupo de científicos europeos en un artículo publicado en ‘Nature’ esta pasada semana, en el que cuestionaba la utilidad de ese objetivo. “Este objetivo fue una decisión política apoyada por la ciencia, pero ninguna evaluación científica ha defendido o recomendado una cifra particular”.
En cualquier caso, alcanzar esos objetivos no será fácil, ya que, como ya hemos dicho, quedará en manos de los países fijar y cumplir sus reducciones de emisiones, y por eso otros investigadores, como el científico climático James Hansen, consideran estas reuniones como “inútiles”. De hecho, basándose en los compromisos individuales presentados hasta ahora por cada estado, y asumiendo que todos los cumpliesen, el cálculo es que la temperatura limitaría su ascenso en 3 grados, y no los 2 establecidos. Harán falta compromisos posteriores para alcanzar el objetivo.
Un objetivo que, de lograrse, no significa que nos hayamos librado completamente del problema. Un aumento de 2 grados en la temperatura global conllevará que partes de la superficie de la Tierra sufrirán eventos meteorológicos extremos, como sequías o inundaciones que tendrán impacto en la supervivencia de muchas poblaciones.
Concluye Monbiot que esta desalentadora perspectiva no es culpa de la cumbre, sino de todo el proceso. Cuando se planteó el objetivo de los 1,5 grados en 1992, seguramente era un objetivo alcanzable, pero dos décadas de inacción política, presión por parte de las industrias más contaminantes e incompetencia para explicar y entender “que pensar a corto plazo tiene consecuencias a largo plazo” han reducido el margen de acción que nos queda. Por eso, el acuerdo de París no es perfecto, pero seguramente sea lo mejor que podemos obtener por ahora.