Cinco siglos de historia del bolso

El Museo Nacional de Baviera, en el sur de Alemania invita a un recorrido por la cultura del bolso, desde el siglo XVI al XXI, que con 300 piezas históricas quiere acabar con el mito de que este accesorio es de uso exclusivo para la mujer.

La muestra abarca desde primeras versiones del monedero, bolsos de caza, bolsas de herramientas, equipaje de viaje y los denominados “pompadour” hasta los modernos bolsos de mujer, que desde finales del siglo XIX constituyen un elemento irrenunciable del vestuario femenino.

Entre estos últimos, pueden verse dos bolsos de Marlene Dietrich, quien marcó estilo en su época con este indispensable accesorio.

Muchas de las históricas piezas, elaboradas en cuero, lino, terciopelo o seda, que forman parte de la colección del museo bávaro, están adornadas con hilos dorados y plateados, perlas, aplicaciones y lazos.

Algunas de las piezas más valiosas proceden de la Casa Real bávara, como el pomposo bolso de caza de terciopelo de seda verde y ornamentos dorados del duque y príncipe elector Maximiliano I, que constituye un ejemplo del destacado arte del bordado de los talleres de la corte de Múnich.

Además de un monedero de terciopelo con ornamentos plateados, propiedad del Luis I, se conservan además algunos bolsitos, probablemente realizados por las princesas de la Casa Wittelsbach.

Con la compra de la colección de trajes Williams en 1996, el museo bávaro pudo ampliar considerablemente sus fondos con numerosos bolsos y carteras del barroco, el rococó y el clasicismo.

Los alrededor de 250 bolsos históricos procedentes de la colección del museo y completados con algunos préstamos, se complementan con ejemplos escogidos y característicos que ilustran los gustos de cada época, desde los locos años veinte del siglo pasado hasta nuestros días.

La muestra presenta diferentes tipos de bolsos que, acompañados de cuadros, esculturas y gráficos, exponen en su contexto histórico-cultural la función que desempeñaban y la manera en la que se llevaban.

Así, en la sociedad burguesa en el siglo XVI, mujeres y hombres por igual, portaba bien a la vista los monederos abultados como señal de bienestar, pues “el bolso era a la vez un símbolo de estatus”, subraya Johannes Pietsch, comisario de la exposición.

En los siglos XVII y XVIII los bolsos desaparecieron de la vista entre los pliegues de los voluminosos mantos.
Además, a mediados del XVII apareció un nuevo elemento, la cartera, en la que hombres y mujeres guardaban sus cartas y documentos personales.

Alrededor de 1800, el “ridicule”, un bolso pequeño y plano que las mujeres se colgaban alrededor de la muñeca, se convirtió en elemento constante del vestuario femenino.

Fue el precursor del bolso de mano, que celebró a finales del siglo XIX su triunfo como accesorio indispensable de la mujer que va a la moda.

Los primeros bolsos de mano con asas metalizadas, tal y como los conocemos hoy, aparecieron hacia 1875.
“No se trata sólo de la evolución en la moda, de forma y de diseño. Cada bolso representa una evolución social”, subraya la directora del Museo Nacional de Baviera, Renate Eikelmann.

Así, por ejemplo, cuando las mujeres se incorporaron al mercado laboral, también sus bolsos se transformaron en un elemento notablemente más práctico.

Si el bolso medio aún era amplio después de la II Guerra Mundial, sus dimensiones se redujeron y sus líneas se suavizaron alrededor de los años cincuenta del siglo pasado.

Más o menos por esa misma época, Grace Kelly puso de moda el bolso Kelly.

La muestra, que lleva por título “Bolsos: historia de la cultura europea de los siglos XVI a XXI”, ofrece desde el 11 de abril y hasta el 25 de agosto un recorrido, en formato bolsillo, por cinco siglos de uno de los accesorios de moda por excelencia, desde su punto de vista estilístico y funcional.

Con EFE