Un amigo tiene Parkinson, pero de la nube de las redes sociales le llegaron los datos de un grupo de investigadores colombianos que descubrieron un dispositivo microelectrónico que lleva impulsos al cerebro donde activa las células adormecidas con lo cual mejora la capacidad motriz del enfermo. Ver www. brainmee.com Opinión
Ese grupo de pesquisadores ya obtuvo la PATENTE MUNDIAL, trabajan triangulando en tres países: Alemania, España y Colombia. La investigación fundamental la hicieron en Barcelona y en una ciudad germana. Sin embargo, como el invento viene de colombianos, el paciente, ciudadano colombiano, tiene resistencia a adquirirlo.
Como este hay muchos casos similares, y es una de las razones por las cuales grandes inteligencias innovadoras emigran a países más avanzados a trabajar en universidades, centros de investigación y en empresas del conocimiento.
Las causas de que exista una diáspora de colombian@s calificados son múltiples, entre otras, la falta de una política de desarrollo productivo y de innovación, baja inversión en ciencia y tecnología, y una educación de dudosa calidad y pertinencia, que es la base de una mejor y más grande capacidad de investigación y de transformación de la estructura productiva. Por esto y más, Colombia no ha podido crear una cultura de la creatividad de la innovación y del conocimiento en la sociedad.
El atraso y el rezago son asuntos mentales y no culturales, que se traducen en dependencia científica y tecnológica, que a su vez deriva en una sociedad con una idea restringida de identidad porque le cuesta interiorizar factores claves del desarrollo como valores de su personalidad y de su idea propia de nación y del mundo.
La identidad de una nación no la conforma únicamente la música, la literatura, la comida y las artesanías. La identidad es conocimiento, creatividad e innovación inédita para todas las expresiones, necesidades y potencialidades de su sociedad, economía y geografía, para generarlas, compartirlas y enriquecerlas con el resto del mundo. Las fuentes endógenas de innovación siempre se fertilizan con fuentes exógenas en una sociedad global.
Por las dificultades para entender el crecimiento y el desarrollo de manera correcta, Colombia sigue empleando la violencia, incrementando el clientelismo y la corrupción, copiando lo que inventan otros, pagando a terceros para que traigan el milagro que nunca llega, y fomentando la cultura de los subsidios para contrarrestar rezagos eternos en productividad y competitividad.
El conocimiento, a partir de la generación de capacidades endógenas de innovación, es el factor más importante en el incremento de la productividad de las empresas, de la sociedad y del estado; en la transformación productiva de la economía; y en el desarrollo de las artes, del diseño, del emprendimiento, de las ciudades y de las regiones, y de la construcción de instituciones inclusivas e innovadoras.
He llegado a la conclusión que un país en desarrollo con crecimiento sostenido mediocre (Colombia), tiene un comportamiento de decrecimiento porque sus capacidades endógenas de conocimiento, creatividad y de innovación no crecen y al no crecer y no aplicarlos adecuadamente para elevar la productividad, su economía decrece, porque las economías que le dan importancia a la educación, a la ciencia y a la tecnología, incrementan sostenidamente la productividad y mantiene altos niveles de competitividad y de bienestar.
De esta manera, las brechas aumentan y al aumentar estas es como si se decreciera, porque los índices más robustos de la productividad, de la competitividad y de la transformación productiva, son cercanos a cero o negativos. Este juego de palabras, lo que intenta indicar es que el crecimiento y el desarrollo es mucho más que el crecimiento promedio del PIB. Es un asunto de barreras culturales para liberar la imaginación y la innovación. Si las ideas crecen crece la economía si las ideas no crecen crece el PIB pero no la inteligencia y un auténtico bienestar.
Para bajar de la nube, muestro una caricatura de nuestro rezago. Un grupo de investigación clasificado por Colciencias como A1 (el nivel más alto), en Brasil sería un grupo A o B pero no un A1, en Corea o en Israel sería un grupo B o C, y en Alemania, Estados Unidos, Japón, un grupo C o D.
Por eso inquieta la situación de la ciencia y la tecnología en el país; que la locomotora de la innovación no arranque; que las regalías tampoco por fallas en la reglamentación; que Colciencias no se hubiera reestructurado para atender un salto de calidad, de cobertura y descentralización, y convertirlo en Ministerio; y que la reforma a la educación superior no esté centrada en superar los muros para dar un salto de cualidad y de construcción de identidad creativa.
El problema de la investigación y de la innovación en Colombia no se arregla con una nueva comisión de sabios, se arregla con voluntad política al más alto nivel, y con unas políticas de estado de largo plazo para elevar la productividad total de los factores, el bienestar de la sociedad y la calidad del Estado, lo cual se hace creando conocimiento e innovación y no importando conocimiento sin tiempo ni espacios de aprendizaje.
Los estudios sobre del desarrollo reciente de la humanidad muestran una y otra vez que el avance de las culturas obedece a esfuerzos sostenidos de largo alcance, priorizando el aprendizaje antes que la copia, el desarrollo productivo antes que la maquila, los bienes complejos antes que los bienes sencillos, los sistemas antes que los sectores, el trabajo colectivo antes que el individual.
En síntesis, los modelos de crecimiento, en la teoría y en la práctica, como se han entendido y aplicado en Colombia, denotan enormes debilidades que explican un rezago relativo consolidado.
Innovación y paz
Detrás de la guerra hay un feudalismo del siglo XIX enquistado en el siglo XXI, que ha derivado en instituciones extractivas, inequitativas y poco innovadoras, basta mirar el episodio insólito de la captura tramposa de tierras baldías por grandes capitales, o la venta de activos estratégicos cuya plata se esfumó y nadie la vio.
La guerra también ha creado una cultura del ya y del ahora, con la cual no es posible crear conocimiento e innovación, por eso la paz debe llegar para pensar en la necesidad y en el desafío convocante de imaginar y construir un mañana con nuevos valores y con una nueva economía que sea más rentable que la infame economía de guerra que tanta infamia y tanto atraso esconde.
La violencia de Colombia, que tiene aburrida a la comunidad internacional y la mayoría colombianos, no es más que por la lucha y defensa de una precaria idea de sociedad a través de una porción de la dirigencia que sigue con la cabeza en el pasado.
Una sociedad tranquila y estabilizada del tamaño geográfico y poblacional de Colombia, con grandes desigualdades pero al mismo tiempo con rica biodiversidad, espectacular lugar geoestratégico, y gente inteligente, la paz se constata como el camino para despejar la duda de si es posible construir un futuro distinto al pasado y al presente, de la mano de la educación, de la ciencia y la tecnología, de la autonomía de las regiones, del medio ambiente, y de la transformación productiva para desarrollar nuevos bienes y servicios y así crear una cultura de la confianza en sus capacidades para imaginar e innovar.