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Colombia clama por una esperanza política


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La importante votación de la consulta presidencial de la Alianza Verde dice que la gente quiere una nueva opción política. Nace desde el alma y desde los sueños la indignación y el clamor por tener una alternativa a la política que ha gobernado Colombia desde hace demasiados años. [Opinión]

Si se suman los tres millones de verdes que votaron la consulta que decidió a favor de Peñalosa, el millón de votos en blanco, y el millón y medio de votos nulos que votaron mal por la trampa de los tarjetones, en Colombia hay entre 3 a 5 millones de ciudadanos listo a responder a una nueva expresión política ciudadana. La abstención, el voto en blanco, la baja votación, y las menores cifras del uribismo y del santismo, muestra que la población está aburrida de más de lo mismo.

Para ello, l@s líderes de la Alianza Verde no pueden leer la realidad nacional desde la posición doctrinaria de cada un@ de ell@s, como si su “verdad” fuera la verdad. Deben aceptar su diversidad como grupo y deben pensar y construir como grupo diverso. Así es Colombia y así es el mundo de hoy, y así se debe pensar la nueva política para una nueva sociedad.

A Peñalosa le cayó desde el infortunio y la soledad en que viven l@s colombian@s, una nueva oportunidad para leer y hablar desde la heterogénea sociedad nacional y desde la cambiante sociedad global, un futuro para un país confundido que tiene todo para convertirse en una nación, en una identidad, y en una potente cultura continental.

Las diferencias que separan las visiones de los líderes de la Alianza Verde son nimias, no fundamentales. Si los buenos resultados del domingo los convierten en resultados personales y no en resultados para su colectividad y para la nación, sus votantes habrán botado su voto y la decepción y la tristeza seguirán cargando en el alma, hasta el día en que la indignación se convierta en revolución.

El discurso de Peñalosa desde la Alianza debe centrarse en la paz (seguir como la lleva Santos, sin cambiar ni un punto ni una coma), en proponer una política industrial y de innovación para la transformación productiva y la inserción internacional estratégica e interdependiente de su economía; en desarrollar la educación, la ciencia, la tecnología, la innovación y la salud; en impulsar una política de desarrollo regional y de ciudades; en crear ciudades innovadoras y sostenibles; en hacer de Colombia una sociedad ambientalmente sana y creativa a través del arte y la cultura; y empujar reformas constitucionales profundas en los sistemas de justicia, político y electoral para una lucha sin cuartel contra la corrupción y por la paz. Todo esto configura un discurso de largo plazo para un desarrollo con equidad para el posconflicto y más allá.

Millones de ciudadan@s se expresaron el domingo en las urnas, y ahora aspiran que los elegidos los conduzcan el 25 de mayo de 2014, y todos los mayos cada cuatro años, pues hay que construir una nueva y duradera alternativa ciudadana comprometida con Colombia.

Muchas decepciones han vivido en la última década independientes reacios a pensar como liberales, como conservadores, como uribistas, y como izquierdistas defensores de doctrinas que ya no existen, primero con Carlos Gaviria y luego con la Ola Verde, por eso ésta nueva oportunidad con la Alianza Verde no puede ser otra más. Sus líderes tienen la palabra. Construcción no inmediatismo porque el futuro se edifica desde el presente, y el futuro no es la ligereza del presente.

Si Pedimos la Palabra no hubiera muerto en el vientre de las ilusiones, la Alianza Verde sería una fuerza arrolladora. Pero eso fue hace unos días, entonces, se debe rectificar y pasar esa página porque se trata de pensar un presente distinto para que venga un mañana que no sea la extensión del ayer y del hoy.

Todo lo dicho incluye no meter en las discusiones internas la situación de Petro – cuyo mandato posiblemente no llegue al 6 de abril -, porque es una coyuntura, y su mejor defensa y aprendizaje será cambiar desde la acción política las barbaridades cometidas en su proceso, tanto en materia de desarreglos institucionales: justicia, procuraduría, fundamentalismo ideológico, mezquindad, pero también en términos de la responsabilidad de quienes aspiran a gobernar una metrópoli con conocimiento y eficiencia.

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