La Selección perdió una oportunidad única para equilibrar la caja de goles. Sufrieron lo indecible para hacerle un solo gol a la téoricamente débil Bolivia que pareció una muralla inexpugnable sobre el césped del Metropolitano. Los de Pékerman chocaron una y otra vez hasta abrir la lata gracias un gol de rebote de James tras fallar el lanzamiento de penalti.
La Selección no carbura desde hace tiempo y la sequía goleadora que venía padeciendo se está convirtiendo en una epidemia alarmante. Frente a Bolivia, en teoría el rival más asequible de las eliminatorias, sufrió lo que no está dicho para hacerle si acaso un tanto que al menos calmaba la agonía que se vivió en el Metropolitano.
Nadie sabe si será por el nuevo césped, que lo mismo confundió a los jugadores. O más bien si fueron los nuevos planes de un Pékerman, que de pronto avanza en el proceso de renovación como frena y recurre a viejas glorias como Armero. Lo curioso es que hasta ahora solo le ha funcionado cuando han vuelto al esquema estas piezas vitales del pasado.
La cuestión es que Colombia se estrelló contra el autobús que Bolivia puso en su portería. Hasta en dos ocasiones se estrellaron contra el larguero en la cruzada por batirlo. Muriel en la primera mitad con un remate que repelió el horizontal. Y Yerry Mina en la segunda con un cabezazo pica barra que botó en la línea.
Entre uno y otro, Colombia sometió a un asedio lento a los del altiplano. Como si de un proceso de maduración se tratara, la Selección masticó una y otra vez la jugada, pero no encontraba el hueco en la valla defendida por Lampe. James lideraba la ofensiva, pero no había manera de meterle mano a la férrea estructura que montó Mauricio Soria.
Solo una imprudencia del defensa boliviano que arrolló a un Cuadrado que buscaba cualquier mínimo roce en el área le dio la oportunidad a la Selección para acbaar con la agonía. James tomó el balón desde los once metros y falló en su lanzamiento, con la suerte de que le cayó en bandeja el rebote para empujarla a portería. El Metropolitana estallaba y los jugadores celebraban, con un baile que no hacía mérito al juego desplegado y mucho menos al objetivo fallado de endosar una goleada vital de cara a la eliminatoria.
La Selección durmió la pelota en los últimos minutos. Aún no se le había ido el susto y prefería quedarse con lo justo antes que echarlo todo por borda. La victoria da un pequeño respiro en la tabla, pero deja un sabor demasiado amargo por la falta de juego y de gol de los de Pékerman. Contra Ecuador, en este nivel, no valdrán los chispazos de suerte.