La década de los 30 trajo consigo cambios sensibles en el panorama laboral colombiano. La llamada República Liberal jalonó varias situaciones favorables para los trabajadores del país.
Los gobiernos conservadores que tuvieron lugar en Colombia en la década de los 20, periodo conocido como la Hegemonía Conservadora, no fueron especialmente pródigos en su trato a los trabajadores del país y no reconocieron sus huelgas ni asociaciones sindicales, tratando las primeras como problemas de orden público y a las segundas como agrupaciones sospechosas.
La masacre de las bananeras en 1928 sería el culmén de esa relación accidentada entre el Estado colombiano y los trabajadores. Sin embargo, en 1931, durante la República Liberal, con la ratificación de los convenios con la OIT, mediante la Ley 83 de junio de 1931, Colombia da un giro en esa relación.
Los postulados liberales, según los cuales, el Estado es un regulador de la vida económica y social permitieron que las dificultades laborales, reflejadas en bajos salarios y una precaria legislación laboral se redefinieran desde una nueva concepción de la relación capital-trabajo.
Esa nueva concepción implicó que el Estado reconociera al movimiento obrero y fue así como entre 1931 y 1945 fueron creados más de 1500 sindicatos. Además, se abordaron temas como el desempleo, la jornada laboral femenina, el trabajo infantil y la seguridad frente a accidentes que se pudieran presentar.
Fue así como Colombia continuó su avance hacia el reconocimiento de los trabajadores y de sus pretensiones como sujetos integrantes y constructores del Estado y no solo como mano de obra destinada exclusivamente a la producción.