Conversaciones sobre el voto en blanco

La jornada electoral del 9 de marzo dejó certezas, sorpresas y quemaduras de tercer grado en algunos sectores. Sin embargo, algo que dejó muy claro es que del dicho al hecho, hay mucho trecho. Esto, hablando del tan sonado voto en blanco. Aunque la iniciativa logró un porcentaje considerable (más del 5%), su carácter confuso pudo haberle jugado a sus electores una mala pasada, en cuestión de comprender la realidad de sus consecuencias.

Las razones para votar, en blanco o no, son tan variadas como los nombres en las listas, sin embargo, de boca de un grupo de personas de mediana edad nos encontramos que la expiación de culpas y el escepticismo político, empujan a muchos a asumir una posición sin rostro.

En la tarde del 9 de marzo, me encontré con Doris, una vecina de toda la vida, madre, esposa, abuela y amiga. Luego de saludarla, le pregunté por quién votó esa mañana de domingo. Mirándome con orgullo dijo “Yo voté en blanco”.

Estando en la esquina del puesto de votación, y gracias a la cercanía propia del tumulto electoral, varios de los allí presentes se sumaron a su voz, con frases como “es que todos son iguales”, o “es que esos quieren votos para robar”. Así, aprovechando una audiencia más diversa, y antes de entrar a hablar con nombres propios y preguntarles por qué, de esa variedad de candidatos y propuestas, ninguna daba en el clavo, se me ocurrió pedirles algunos ejemplos. Al momento de hacerlo, no hubo respuesta clara con respecto a los nuevos candidatos, sino una parafernalia de recuerdos de antaño que se remontaron hasta el proceso 8000 y otros elefantes blancos que aún pesan en la burocracia.

En ese momento, en medio del grupo de votantes, me encontré con una cara conocida, el vecino del restaurante de la esquina, quién me decía que sabiendo mi profesión y desde su perspectiva, consideraba que yo estaba equivocada al creer que esos ‘muchachitos’ nuevos que pretenden cambiar el mundo iban a lograr algo desde allá.

“es que esos que llegan, si no están untados, allá los dañan”.

Con dicha sentencia, mi vecino recibió aprobación general de los presentes. Mientras avanzábamos hacia la calle principal a ritmo lento pero constante, volví a mi protagonista, Doris. Le pregunté acerca de iniciativas del Polo, de Alianza verde, de la U, e incluso de lo que pensaba acerca de Centro Democrático, y sin especificación alguna me dijo que todo eso iba a terminar igual de mal, con todos.

Entonces, le pregunté ¿por qué votar? Y, ¿por qué votar en blanco?

Primero, reconoció que es fundamental votar para mantener los procesos democráticos de nuestro país, y sin embargo, no quiere que cuando comiencen a destaparse todos los escándalos de estos nuevos legisladores se le acuse de un mal voto, o cuando fracase alguna iniciativa, sienta que su votico se perdió. Para ella, su decisión era, por donde lo viera, una ganancia a futuro. No desperdició su derecho al voto, pero al no elegir a un candidato específico no tendría responsabilidad alguna en aquellos posibles escándalos que se ven a futuro.

Así, nos desprendimos del grupo, y cada quién volvió a su casa para esperar los números, cifras, y nombres, los cuales, sin importar que, no sería responsabilidad de ellos. Se curaron en salud, dirían algunos, otros los llamarán cobardes o aguas tibias. Lo único cierto, es que dentro de esta pequeña muestra, no encontré ninguna razón bien informada o que me diera luces de cómo sería el panorama si el voto en blanco se impusiera ante los demás candidatos. Cuando le comenté a Doris acerca de esta incertidumbre, me respondió con un dejo de resignación, “es que el voto en blanco no va a ganar”, fue clara, no había que pensar en eso, no importaba si las iniciativas independientes que no alcanzaran el umbral de votos quedasen sin posibilidad alguna, y las grandes maquinarias tuviesen una mayor posibilidad de cooptar aquellas curules que, según ella, tanto daño nos hacen.

Ya lo hecho, hecho está. Sin embargo, y a pesar de la desinformación, #AguantaVotar, pero también aguanta aprender, informarse y, sobretodo, dejar de pensar en expiar culpas que aun no se han cometido y poner por encima de una decisión fundamental el miedo a que nos vean la cara, otra vez. Por ahora, yo dejé a Doris con una duda acerca de el umbral y la funcionalidad del voto en blanco, para que en elecciones presidenciales, así no apliquen las mismas normas, la información, reflexión y agallas, se impongan ante reivindicaciones personales para lavarse las manos acerca de embarradas, que aun no se han cometido.

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