Después de que el presidente Juan Manuel Santos restituyera a Gustavo Petro como alcalde mayor de Bogotá, por orden del Tribunal Superior de Bogotá el regreso del segundo a la Alcaldía solo era cuestión de tiempo. Una situación que había sido advertida por varias voces informadas jurídicamente acerca de la incinveniencia de no acatar las medidas cautelares otorgadas a Petro por la CIDH. Crónica de la tarde en que el proyecto progresista regresó a la Alcaldía Mayor de Bogotá.
La tarde amenazaba lluvia. El tumulto frente a la Plaza de las Nieves, en plena Carrera Séptima tenía en su interior y en sus bordes una mezcla de colores y voces que vitoreaban a su alcalde que regresaba al sitio del que fue separado poco más de un mes atrás.
La alerta por los ladrones de ocasión que se confundían con la multitud que esperaba expectante a su líder político era el voz a voz de quienes tenían sus pertenencias en los bolsillos, al alcance de cualquiera con manos hábiles. Por más de una hora ese fue el tema de conversación hasta que la dinámica temporal del grupo humano fue perturbada por un grito: ¡Ya llegó!
La presencia de Gustavo Petro, precedida por ese anuncio desató un estallido de alegría. Los abrazos y felicitaciones mutuas de sus seguidores se mezclaron con los bailes espontáneos y con la música de una papayera que iba tocando aires de porro y cumbia que celebraban el regreso de Petro a la Alcaldía Mayor de Bogotá. Los gritos de “Petro Presidente” se multiplicaron en las gargantas de quienes iban marchando por la Carrera Séptima y que, al mismo tiempo, querían acercarse al alcalde para abrazarlo y decirle cuánto llevaban esperando una buena noticia.
El carnaval improvisado se fue moviendo hacia el sur, hacia la Plaza de Bolívar, hacia el Palacio de Liévano. Un cordón humano rodeaba a Petro y el miedo se veía en los ojos de varios que manifestaban su preocupación por la seguridad de su alcalde.
Un trayecto de 10 cuadras que se recorre en 15 minutos a pie, fue agotado en cerca de una hora por la manifestación carnavalesca en la que los niños, ancianos, mujeres y todos aquellos que tenían un motivo para celebrar gritaron vivas al mandatario capitalino que fue devuelto a su cargo después de que un Juez de la República ordenara al presidente Juan Manuel Santos restituirlo en menos de 48 horas.
La entrada al Palacio de Liévano fue caótica por decir lo menos. La multitud se iba convirtiendo en turba y el ingreso del alcalde casi se convierte en un imposible por cuenta de una muralla humana que se había interpuesto entre él y las puertas de la Alcaldía. Finalmente Petro franqueó la entrada y en el patio interior del palacio de gobierno distrital, frente a la estatua de tamaño natural de fallecido escritor Gabriel García Márquez, mariposas amarillas de papel llovieron sobre el alcalde. Una clara referencia a su alias en la guerrilla del M-19: Aureliano.
La situación fue igual mientras subía las escaleras que lo llevaron a su despacho en el segundo piso de la edificación. Dos largas horas estuvo recibiendo a los miembros de su gabinete, a sus amigos cercanos y alguno que otro interesado en hacerse visible para parecer indispensable e incondicional. Un conjunto vallenato acomodado en las escaleras del segundo piso de la Alcaldía Mayor alternaba sus canciones con gritos en los que condenaban a la Oligarquía.
El fin de esas dos horas de audiencias privadas lo marcó una rueda de prensa en la Sala de Crisis para hablar sobre la crisis de agua potable con la que tuvo que enfrentarse el primer día de la segunda parte de su gobierno. Una rueda de prensa en la que dejó claro que su relación con los medios de comunicación podría seguir en la misma dinámica de ataque y defensa que tanto le ha costado a su imagen.
Como un escudero, su esposa, Verónica Alcocer estuvo a su lado durante toda la marcha y la rueda de prensa. La instalación del Puesto de Mando Unificado dio por terminada la audiencia mediática y Gustavo Petro se retiró a poner en orden algunos asuntos en la privacidad de su despacho y a coordinar las medidas de emergencia que supone la crisis de agua que azota a Bogotá.
Algunos seguidores suyos esperaban que el frío de la noche les dijera que ya era hora de volver a sus hogares. Unas cuantas banderas de Colombia y del M-19 seguían ondeando perezosamente con alguna brisa ocasional que barría la Plaza de Bolívar. Una imagen que resumía el cansancio físico y la alegría de todos de los que estuvieron acompañando a su alcalde durante una de las pocas tardes felices que este ha tenido en 2014. Una jornada que podría sellar el futuro de un proyecto político defendido a capa y espada por quienes creen que la paz del país pasa por la imagen de Gustavo Petro como alcalde mayor de Bogotá.