La muerte del estadounidense David R. Ellis mientras preparaba el rodaje de su nuevo filme, “Kite”, recuerda el caso de otros directores como Alfred Hitchcock, que no pudo empezar su proyecto “The Short Night”, o Stanley Kubrick, que dejó en la sala de montaje “Eyes Wide Shut”.
El director de “Serpientes en el avión” apareció muerto en un hotel de Johannesburgo cuando preparaba su próxima película, y tenía hasta cuatro proyectos en preproducción, según la página web Imdb.com, algo que sucedió a directores relevantes que dejaron la incógnita de cómo hubieran sido aquellas películas.
Alfred Hitchcok, artrítico y octogenario, había estrenado “La trama”, su última película, pero murió preparando el guión y algunas escenas de la que él quería fuera su película número 54, una adaptación de la novela de Ronald Kirkbridge “The short night” que había acariciado desde los años sesenta.
Nadie se atrevió a seguir con el proyecto y se dijo que Walter Matthau podría haber sido el protagonista junto a Catherine Deneuve.
Otros directores con el filme más avanzado, como Ricardo Franco, o con la película en fase de montaje, como Stanley Kubrick, consiguieron que sobre sus obras póstumas sobrevolara un aura de “non finito”.
Kubrick, que no había estrenado ninguna película desde “La chaqueta metálica”, en 1987, volvía al cine fiel a sí mismo: un rodaje que duró tres años, del que Harvey Keitel había salido y sustituido por Sidney Pollack y en el que se decía que había hecho repetir las escenas hasta 300 veces a Tom Cruise y a Nicole Kidman.
Cuando se anunció la muerte del perfeccionista cineasta el 7 de marzo de 1999 y, sobre todo, cuando muchos vieron el resultado en cines en el estreno de “Eyes Wide Shut” en julio de ese mismo año en las pantallas estadounidenses, mucho se rumoreó sobre si Kubrick hubiera permitido que su obra póstuma se estrenara así. Hoy en día, muchos la defienden como una obra maestra.
Lo mismo había sucedido con el español Ricardo Franco, que tras triunfar en los Goya con “La buena estrella”, comenzó el rodaje de “Lágrimas negras”, con Ariadna Gil y Fele Martínez, pero tuvo que ser terminado por sus colaboradores, aunque se le mantuvo la autoría, ya que falleció el 20 de mayo de 1998, casi un año antes de que el filme llegara a las pantallas.
Por muy poco, John Huston sí que pudo dejar terminada su última obra maestra, una película no en vano tan crepuscular como “Dublineses”, basada en el relato “Los muertos”, de Henry James. El maestro murió el 28 de agosto de 1987 y cinco días después, la película se veía por primera vez en el Festival de Venecia.
Y el polaco Krysztof Kieslowsky tras fantasear en “Blanco” con la historia de un hombre que finge su muerte para comprobar la reacción de su amada, falleció en 1996, poco después de cerrar su trilogía cromática con “Rojo”.
Frente al miedo a que los estudios desarrollaron para financiar las películas de grandes maestros y que no terminaran la producción, algunos nuevos genios del cine se ofrecieron a colaborar con tal de ver a sus ídolos rodando de nuevo.
Así sucedió con Wim Wenders, que ejerció de realizador en funciones para el último largometraje de Michelangelo Antonioni, “Más allá de las nubes”, en 1995. El director de “La noche” o “Blow Up” había sufrido un derrame cerebral en 1986 que le dejó sin habla y con problemas de movilidad, pero todavía viviría hasta 2007 y dirigiría dos cortometrajes más, uno de ellos integrado en el filme “Eros”.
Finalmente, Paul Thomas Anderson hizo lo propio en 2006 con Robert Altman en “El último show”, donde la muerte paseaba vestida con una gabardina blanca e interpretada por Virginia Madsen en medio de un reparto coral en el que estaban Meryl Streep, Lily Tomlin, Lindsay Lohan o Woody Harrelson. Una despedida entre amigos que se presentó en Berlín, pocos días antes de fallecer su director.
Con EFE