¿Cuánto tienes, cuánto vales?

Al hacer un recorrido por distintas sedes políticas, como la del Partido de la U, el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Centro Democrático y la recién creada Alianza Verde; se puede percibir que en estos entornos políticos se encuentran una serie de patrones de conductas muy similares para poder acceder al poder, como lo es la tan nombrada, y común en este país, compra de votos.

La compra de votos no solo consiste en un intercambio monetario, detrás de esa práctica también actúa una variedad de politiqueros tradicionales, que se hacen llamar lideres comunitarios. Con ellos es que inicia la verdadera corrupción electoral, ya que son personajes que van de sede en sede ofreciendo sus votos a cambio de puestos políticos y su manutención en época electoral. Estos personajes son los más representativos de las sedes y no lo son por sus ideas, como se esperaría. Son ellos quienes se ufanan de ser lideres y tener 500 o 1000 votos en distintas localidades.

En la sedes políticas de algunos candidatos como Roy Barreras, Armando Benedetti, o Hernán Andrade, solo por mencionar algunos, es en donde se encuentra la gran mayoría de estos “lagartos” ofreciendo sus servicios al mejor postor. Lo que no es fácil de establecer es cuál de estos políticos les sigue el juego. Ello debido a que su intercambio de votos por puestos políticos es donde inicia la verdadera dinámica política del país. De no ser así como se explica que muchos de los funcionarios de las entidades públicas no entran por concurso, como debería ser, sino porque un político les hizo el favor y les dio la oportunidad a cambio de su votó.

La práctica de la consecución de votos a como dé lugar es algo mutuo. No sólo son los líderes comunitarios quienes buscan a los candidatos. Muchas veces también se da el caso opuesto y son los candidatos quienes a dichos personajes prometiendo dádivas. Se presentan casos donde un mismo líder hace hasta 3 reuniones en un mismo lugar y en la misma fecha, con diferentes candidatos (algunos del mismo partido y otros hasta por 3 distintas colectividades) para garantizarle al candidato la posibilidad de contar con esos votos. Las sociedades de base, como son llamados los pequeños grupos significativos de distintas zonas, no son más que mercancía que muchos tratan de poner al servicio de otros. El engaño de asistir y ver lleno un salón comunal da la sensación de triunfo a nuestros líderes locales puesto que los candidatos salen complacidos y los asistentes sacian su hambre momentáneamente.

Hay otra mala práctica que raya en la corrupción y es la de darle valor comercial al voto. Cuando se habla de vender o comprar el voto se está incurriendo en un delito. El engañar a un candidato político es poco ético pero no ilegal, teniendo en cuenta que estos la compra de votos como refrendación de su elección pero jamás han pisado el sitio donde los están “apoyando”. Un ejemplo entre los muchos que dan cuenta de esa relación electoral es el de un líder que se hace llamar “El perro”. Este arribó a la sede del candidato Armando Benedetti, y allí expresó que en su haber cuenta con 8.000 votos, los cuales subasta al mejor postor. Por lo general manipula a su séquito de electores infundiéndoles pánico, amenazándolos con que van a perder sus puestos de trabajo y que la localidad se va quedar sin recursos sino votan por el candidato que él ordena.

Así como “El perro” hay miles de “distinguidos” líderes que guían a nuestras comunidades, siendo las primeras personas a las que buscan en casos de calamidades e inconvenientes. Esta mala práctica es un cáncer que consume nuestra política y, al parecer, aún no existe una cura para un mal tan arraigado en nuestra cultura como el discurso veintejuliero.