Pareciera que los gobiernos de izquierda en Latinoamérica están entrando en desprestigio funcional, aunque siguen subvencionando a miles de exacerbados militantes, con presupuestos que se agotan rápidamente. El kirchnerismo, después de 15 años en el poder, deja una Argentina en precaria situación económica y con el narcotráfico galopando.
El Polo quedó relegado a menos de un 20% del potencial electoral colombiano después de 12 años de poder en Bogotá. Y mientras en Brasil se decide la destitución de Dilma Rouseff, con el corrupto Partido de los Trabajadores como telón de fondo, las miradas están puestas en las elecciones del 6 de Diciembre en Venezuela. Todas las encuestas dan una amplia mayoría a la oposición en tanto el presidente Maduro lanza angustiosas amenazas a diestra y siniestra, al igual que su albacea en las elecciones de Septiembre del 2012: si no ganan vendrá un “tiempo de masacre”.
¿Qué escenarios se pueden prever en el país petrolero?
111 parece ser el numero crítico para marcar un cambio de rumbo a una nación carcomida por el desbarajuste económico, la corrupción, la escasez y la violencia.
Si la oposición obtiene más de 111 de los escaños en la Asamblea Nacional , habrá referéndum y la salida de Maduro de la Presidencia se da por hecho. Ante una mayoría legislativa opositora es previsible el divisionismo en el PSUV, fraccionamiento que probablemente también se hará evidente al interior de las FFMM. Si la oposición logra menos de los 111, el gobierno la vera difícil pero seguirá con la mayoría calificada que necesita para gobernar y asegurarse que la nomenclatura del PSUV no va a ser enjuiciada. Entre la información de los resultados electorales y el 5 de enero del 2016, fecha de la posición de los nuevos legisladores, este escenario puede presentar serias alteraciones debido a maniobras gubernamentales y/o acciones de grupos chavistas radicales.
Si el gobierno gana la mayoría de asambleístas, continuará en su errada conducción del país rumbo al desastre; si gana por estrecho margen, tomará medidas radicales para mantenerse en el poder, incluyendo la represión que ya no conmueve a la opinión pública regional e internacional y que puede derivar en una explosión social mayor, en una crisis humanitaria, ya advertida por académicos y militares y susurrada entre mandatarios y altos funcionarios de países en la región. Con una ganancia amplia, el gobierno bien podría negociar con elementos de la oposición, intimidándolos con su culpabilidad en caso de que se desencadene la violencia y ofreciéndoles las prebendas del poder impune. En esta dirección, parece que hay acuerdos políticos con los miembros de la dirección del Copei.
En otro escenario, el gobierno puede cancelar las elecciones con cualquier argumento, desde el increíble de una agresión fronteriza de Guyana, el de la invasión yanqui – ya advirtieron la cercanía de un portaviones de US- hasta el manoseado, también inverosímil, de un complot de la extrema derecha, dirigido desde Bogotá, que puede reventar en la frontera. La dramática inseguridad, especialmente en Caracas, puede convertirse en un argumento creíble, aunque inaceptable, que lleve a una cancelación antes de o durante las elecciones y que podría generar fácilmente hechos violentos de extensión y profundidad impredecibles. La fuerza pública y en especial la Guardia Nacional Bolivariana han sido equipadas y entrenadas para enfrentar brotes de violencia callejera, pero una turbamulta desbocada es incontrolable y en este escenario podríamos ver un baño de sangre que solamente serviría para atornillar en el poder a los elementos más radicales de la revolución, encabezados por Diosdado Cabello quien ejerce gran influencia sobre los militares y los llamados “colectivos” armados y radicalizados.
¿Los militares?…
Sus jerarquías están cooptadas por larevolución; sus mandos medios permanecen estrechamente vigilados por los cubanos y sus bases se resisten a gritar el lema “¡Chávez Vive!, ¡La Patria Sigue!”, mientras sufren las mismas incomodidades del pueblo raso: los soldados venezolanos no están comiendo tres veces al día y la criminalidad los está afectando dentro de los cuarteles, declaro el General Antonio Rivero, actualmente asilado en US.
Y está la Milicia Bolivariana, unos 120 mil ciudadanos pobremente entrenados y precariamente equipados, pero que pueden convertirse una masa desorganizada de choque.
En todos los escenarios dos aspectos son claros: primero, gane o pierda la Oposición o el Gobierno, Venezuela seguirá rumbo a un descalabro económico y probable caos social y segundo, los militares tendrán un papel decisivo, enmascarados en el poder administrativo, logístico y económico que mantienen dentro del Estado, aunque se perciben callados y enigmáticos, como si algo se estuviera cociendo al interior. ¿Otro Coronel a la escena?.
Están en juego también los intereses económicos de China que ha invertidos U$ 50 mil millones de dólares en Venezuela, de Rusia que le ha vendido armas por U$ 3.200 millones, de US que aun compra su crudo y de Cuba y Nicaragua que todavía subsisten gracias al regalo de 100 mil galones diarios de petróleo desde Petrocaribe, es decir desde Venezuela,
Cualquiera que sea el resultado, Venezuela no va a ser la misma después de estas elecciones y lo que sea que suceda, marcará definitivamente el rumbo, sino la caída estruendosa del socialismo del siglo 21, que está dejando ruinas, odios y divisiones en una región todavía en busca de su madurez política y considerada por la ONU, la más peligrosa del mundo.
Caracas, noviembre 2015