Nery Arely Díaz, no deja su cartera, no le importa el lugar en el que se encuentre o la hora que sea. Lo que a ella le preocupa es tenerla siempre en su hombro y a la vista. Por 12 años fue guerrillera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador. Cuando este país firmó la paz en 1993, en Chapultepec (México), ella fue una de las desmovilizadas de las filas de este grupo guerrillero; hoy en día, hace parte de la Asamblea Legislativa de la República de El Salvador.
Tan solo era una jovencita de 16 años cuando decidió ingresar a las filas de FMLN —según ella — no en vano, pues fue por una causa justa. La situación por la que estaba pasando El Salvador no era la mejor “sobre todo para la clase campesina” a la cual pertenecía. Sus padres se dedicaban a la siembra de maíz y de arroz; La economía y las condiciones para este sector eran despreciables, situación que no solo impulsó Nery a unirse a la guerrila durante la primera ofensiva de este grupo en 1981, a ella se sumaron su padre y un sinnúmero de jóvenes de su misma edad.
El sentimiento por la lucha revolucionaria, cuenta, que nació a través de la iglesia católica y la biblia, pero advierte que esta la interpretaban de acuerdo a la realidad por la que estaban pasando, la realidad de la clase campesina. Una forma de aplicar la Teología de la Liberación que estuvo tan presente en varios grupos insurgentes latinoamericanos desde mediados de la década del 60 del siglo pasado.
Una novata así se define en aquellos tiempos, no sabía usar un arma, pero le tocaba aprender a manipularla, no con la lógica de matar — dice — sino de defenderse, “… no era un entrenamiento para matar a los hermanos: era una causa necesaria; si no te ibas a enmontañar, te capturaban o te desaparecían y, en el caso de las mujeres las violaban”.
Para Nery con el panorama que tenía al frente, de ser reclutada, violada y ser entrenada para matar por el ejército salvadoreño, porque categóricamente señala que —ellos sí entrenaban para matar indiscriminadamente— opto por irse con la guerrilla: “Allí pasé 12 años hasta que se firmó la paz”.
12 años en los que según ella, aunque siempre mantuvo su fusil al hombro, jamás lo empuñó para matar a alguien. Fueron años a los que se dedicó a curar heridas, a realizar pequeñas cirugías a los “compañeros” heridos en combate. Dice que aprendió empíricamente todas las técnicas que usa una enfermera y que en el frente en el que se encontraban le decían ‘la odontóloga’.
La persona que acompaña a Nery en la entrevista, comenta que ella es un ejemplo de paz y lo justifica diciendo que cuando ella decidió irse para el FMLN solo tenía un quinto de primaria, pero cuando se firmó la paz empezó a superarse. Estudió en la noche porque tenía que trabajar y cuidar a su hijo, que lo había tenido siendo guerrillera; luego llegó a la universidad para estudiar sociología y al mismo tiempo se convirtió en funcionaria pública de un gobierno municipal.
Pero no todo fue fácil. Ser hoy en día una de las diputadas de la Asamblea Legislativa de la República de El Salvador, le costó. Le costó darse su lugar para participar en política siendo mujer. Manifiesta que El Salvador era un país muy patriarcal. Sin embargo más allá de la lucha de género, para estar y ocupar el cargo que hoy en día ocupa, en los acuerdos de paz tuvo que haber un proceso de perdón y reconciliación (se conformó una comisión de la verdad). Los comandantes del FMLN pidieron perdón por todo el daño moral y físico que cometieron contra la población salvadoreña. Hubo una voluntad por parte del Estado en crear nuevas instituciones y la modificación del sistema electoral como de la constitución y, además, por parte del grupo guerrillero llevaron propuestas creíbles, ejecutables para que este se convirtiera en un partido político.
Finalmente Nery se refiere al proceso de paz de Colombia que se está adelantando en La Habana, en decir que aunque son procesos diferentes por el contexto histórico, todo pasa por las voluntades, y recomienda a los colombianos ser más tolerantes y solidarios para que la guerrilla vaya a la trinchera electoral y no a la de las armas.
Luego de 22 años de firmarse la paz en El Salvador, las exguerrilleras no dejan su cartera no importando donde vayan, ni donde estén; son incapaces de dejarla guardada en la gaveta de la oficina, siempre debe estar a la vista o tenerla en el hombro, y no porque en esta lleve algo valioso o peligroso, sino porque esta representa en la vida civil la lucha revolucionaria de las ideas por las que combatieron en las montañas salvadoreñas por 12 años.