Democracia de 140 caracteres. ¿Hasta cuándo?

Como era de esperarse, después de la convención conservadora y al quebrarse el frasco de mermelada que suponía la unidad nacional, los medios, los políticos y por supuesto las empresas encuestadoras enfilaron baterías para saber el impacto de las decisiones políticas en la opinión de los ciudadanos.

No voy a entrar en los análisis comunes que se han esgrimido en los últimos días, “el voto en blanco gana”, “los indecisos son la segunda fuerza”, estos son lugares comunes. Tales observaciones son obviedades. Por el contrario me concentraré en otros puntos de fondo; su relación e impacto en la opinión pública y los movimientos estratégicos que se desprenden de ellas en las diferentes campañas.

Lo primero que se debe destacar, es que el resultado que a todos preocupa no es más que la cosecha de la mediocridad política a la que nos han sometido durante los últimos años, hemos pasado de una democracia a una “twittocracia”, donde la agenda política se dicta desde el “pajarito”, (lo curioso es que en Colombia nos burlamos del pajarito de maduro, pero no nos damos cuenta que tenemos muchos más pajaritos gobernando). Es decir que tenemos una democracia de 140 caracteres y ya se pueden imaginar los problemas que esto conlleva. Creo que somos pioneros en el mundo en darle tanta importancia a los debates en twitter. Ya no se discute en los foros, en las universidades, en los programas de opinión o en las columnas de los diarios; ahora se discute en la palestra virtual donde la capacidad de interpelación es reducida, es mínima.

Hoy quién no “leyí las leyes (sic)” dirige un Partido, la izquierda ahora es cantera de delfines, las iglesias hacen política, los para-partidos se hacen un lifting de nombre y están listos para reelegirse sin que pase nada, un verde es uno de los principales consejeros presidenciales y mil cosas más, pero, ¿a quién le importa?

En realidad, a nadie le importan esas situaciones, lo que importa es lo que se dicen en la red.

Sin embargo, el votante no es tonto y el que así lo cree siempre se equivoca. El elector está harto de tanta mediocridad y lo demuestra en las encuestas. Dura tarea tienen los políticos por delante para sacar del atolladero sus nombres, pues ser político en Colombia es sinónimo de todo, menos de bueno.

Y todavía se preguntan ¿por qué no nos quieren votar?

Pero aterricemos en lo complejo. La complicada misión de Santos es ganar y convencer. Ganar, lo puede hacer; convencer, le queda más difícil, pues el tema de la paz se está agotando. El reto de Santos se encuentra en la dificultad para demostrar los logros positivos de su gobierno, sobretodo, si el ánimo social está por el piso, pues según la encuesta de Semana, la percepción de que las cosas van mal aumento a un 62%. Es decir; hoy son más los pesimistas y así es difícil que le crean a un gobierno que sólo puede hablar bien de lo que ha hecho, Santos tiene un margen más cerrado de acción.

Por el otro lado se encuentra Uribe que aumenta su caudal político y que logró empatar su mensaje con lo que quieren los colombianos. Por increíble que parezca, logró vencer la traba de la paz; ya no es el candidato de la guerra, es el candidato de la “paz sin impunidad”, que precisamente es lo que quieren los colombianos, paz, pero sin guerrilleros congresistas y que, además paguen una condena.

Es decir, que por un lado tenemos a un Presidente con un mensaje disonante con el querer social y por el otro a un expresidente conectado con el querer nacional. Esto me lleva a dos conclusiones:

  • Primera, el estancamiento del Presidente Santos se debe a este distanciamiento con la realidad.
  • Segunda, a la lista de Uribe le va a ir muy bien a pesar de lo que dicen en el medio político. Las elecciones al congreso son de maquinaría, y no hay nada mejor para estas que un buen mensaje y sin duda Uribe esta ad portas de volver a generar un terremoto político como el que generó en 2002.

Sin embargo; esto no incluye a Oscar Iván Zuluaga, al que ya se le hizo tarde para sorprender. Le pasó lo le que sucede a los hombres que llegan a una fiesta y no conectan con ninguna mujer en los siguientes, críticos 10 minutos y que se quedan solos y al intentarlo ya nadie quiere hablar con ellos. Oscar Iván tiene fecha de caducidad: el 9 de marzo.

A quién sí le puede llegar el impulso de Uribe es a Martha Lucía Ramírez, a quién un medio trató de subestimar por sus resultados en las encuestas. Este medio dijo lo siguiente:

“La lista de los candidatos se cierra con la conservadora Marta Lucía Ramírez con el 4 por ciento… Para la recién escogida aspirante azul la medición pudo ser más alta, ya que contó con un cubrimiento mediático favorable durante los días posteriores a la convención de su partido. A primera vista, Ramírez no gozará del empujón postconvención que favoreció a Óscar Iván Zuluaga en los meses finales del año pasado”.

Al medio se le olvida que Martha Lucía estaba en los cálculos de unos pocos, que las personas en general no esperaban su candidatura, ni siquiera Santos, y que en una semana pasó de no tener intención a tener un 4%. Es decir que aumentó un 400% su intención de voto, o un 800% si miramos la encuesta de Datexco presentada el lunes. Martha Lucía Ramírez acaba de llegar a la fiesta y llegó pisando fuerte, no la conocen la mayoría de los invitados pero tiene la posibilidad de causarles una buena impresión, factor que ya no tiene OIZ.

La fiesta de la democracia se acerca, parece que tendrá tres rounds, el primero el 9 de marzo, el segundo el 20 de mayo y el tercero el 20 de junio. Dentro de muy poco sabremos quién logra interpretar mejor a la sociedad, que quiere ideas y no pelea, que busca al mejor y no al menos malo, que espera sorpresas positivas, que suba el listón y no que se resguarde en la mediocridad de la nueva pero perversa “TWITTOCRACIA”.