“¡¡Solo queremos votar, las urnas son democracia!!”, grita la masa enardecida. En estos días se está recurriendo a ese ‘lugar común’ en relación al referéndum de este domingo en Cataluña. Esta máxima de que democracia es ir a un sitio a depositar un papel en una urna o caja es una falacia, a la vez que un argumento simplista y peligroso porque puede legitimar políticas o gobiernos totalitarios, paradójicamente alejados de la libertad y la democracia real.
No, definitivamente no. La democracia no es (solo) votar, porque en Venezuela o Corea del Norte se vota, hasta Hitler ganó el poder en Alemania en las urnas. La democracia es respeto a las leyes de la mayoría. La democracia, que tantos millones de vidas y esfuerzos, ha costado consolidar y defender en el mundo occidental, es mucho más que un simple papel y una caja. Democracia es libertad de expresión, libertad religiosa, libertad cultural, de prensa y lingüística, libertad de movimientos, libertades y garantías judiciales, profesionales y de educación. Democracia es la no discriminación por condición de sexo o raza, o por la orientaciòn sexual; o la garantía jurídica de la propiedad privada. En suma, democracia es la defensa de la LEGALIDAD y la LIBERTAD, que el pueblo pueda vivir en paz y con la seguridad de que el Estado defiende sus intereses con honestidad.
El Gobierno autonómico de Cataluña, en ese callejón sin salida en el que se metieron ya hace unos cuantos meses, no han hecho sino apelar a la palabra DEMOCRACIA. ¿Y yo me pregunto? Qué más democracia y libertad quieren para el pueblo catalán, que han tenido 35 votaciones en los últimos 39 años. Cataluña es posiblemente el territorio de la Unión Europea con mayor autogobierno (o el segundo mayor después de País Vasco y Navarra). Cataluña y lo que sale de sus elecciones regionales gestiona su propias políticas en materia como la Educación, Sanidad, Impuestos, Medios de Comunicaciones, Policía propia… Ni siquiera el estado federal alemán tiene tantas concesiones en sus territorios. El problema (callejón sin salida) del nacionalismo catalán respecto al conjunto de España es que ya no tiene nada más que arrancarle porque se lo dieron todo en las últimas décadas y su apetito es voraz e imposible de saciar.
Los dirigentes catalanes no quieren democracia, lo que quieren es implantar su propio estado donde imponer el pensamiento único, purgando a los propios catalanes que no piensan como ellos. Tapar las vergüenzas de corrupción durante muchas décadas y seguir haciendo lo que han hecho los últimos cuarenta años, pero sin el ojo de un Estado superior. Ver en estos días videos en las Redes Sociales en los que se aprecia como en los colegios se adocrtina de una manera inmoral el odio a España en niños de 6-7 años es repugnante y no dista demasiado de lo que hace Kim Jong Un.
El gran error de la joven democracia española fue, en los años 70’s, ceder el modelo y las competencias en Educación a cada Comunidad Autónoma (similar a lo que es un departamento en Colombia). ¿Se imaginan que los niños en Bogotá, Medellín o Cartagena estudiaran una historia, lengua o matemáticas distintas en función de la ciudad en la que viven? Pasa que en España sucede y que ya es tarde porque la maquinaria educativa catalana ha calado en dos generaciones.
La política de adoctrinamiento a niños y jóvenes, acompañado de un férreo control de los medios de comunicación (públicos y privados), es tal que a ese sector de la sociedad nacionalista poco le importa la verdad o la realidad de los hechos. La doctrina normalmente es mentirosa y esconde una parte esencial de la realidad. Esa misma educación en los colegios catalanes defiende que España invadió Cataluña hace siglos o que personajes como Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús o Cristóbal Colón eran catalanes… Así es muy difícil.
En algo sí estoy de acuerdo con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, cuando afirma que en Cataluña se vive una situación de extraordinaria gravedad política y social. Es cierto, es extraordinariamente grave, y no creo que pase en ningún otro país del mundo, que un niño no pueda aprender el idioma oficial de todo el territorio, el español, en las escuelas. Es extraordinario que un grupo de manifestantes acorralen a la policía judicial sin que el cuerpo de Policía catalán haga algo por impedirlo y no pase nada. Es extraordinariamente grave que una tienda no pueda poner los letreros en su vitrina en español porque automáticamente es multada (¿se imaginan que eso, pasara en Colombia, digamos por ejemplo en Bucaramanga, que una zapatería fuera multada por poner ‘Zapatería García’ en español, lengua oficial?, ¿A qué es inimaginable?, salvo si vives en la actual Cataluña). Señor Puigdemont, es extraordinario, poco democrático, que desde algunos sectores de su gobierno se difundan fotos de personajes públicos no nacionalistas u otros políticos contrarios a usted dentro de una diana y en el punto de mira; También es extraordinariamente anti democrático que grupos de ciudadanos estén señalando públicamente en los barrios a las personas que el domingo no piensan ir a votar en el referéndum. Esos señalamientos lo hacían los nazis en la Alemania prebélica. Los nazis y ahora ustedes. Eso pasa en la Cataluña actual, modelo de democracia según ustedes.
Organizar un referéndum sin garantías de ningún tipo, prohibido por el Tribunal Constitucional. Unas votaciones en las que, a pocas horas de celebrarse no está claro ni donde, ni quienes van a votar porque no hay censo electoral. Donde no se sabe quiénes son los miembros de las mesas electorales, o si simplemente si hay garantías de seguridad, no parece muy democrático. Lo suyo es más bien un teatro en su huida hacia adelante porque su puesta en escena ha llegado tan lejos que no sabe dónde ponerle fin.
Los correligionarios nacionalistas lo único que buscan este domingo es una buena foto, ojalá una imagen con algaradas en las calles y unos cuantos centenares de personas intentando entrar a un colegio electoral y que la policía, cumpliendo con la ley, lo impida. Porque Puigdemont y los suyos hace mucho que dejaron de ser unos gobernantes democráticos para convertirse en un mero instrumento de propaganda. Así que por favor, lecciones de democracia, las justas.