Desde que el presidente Juan Manuel Santos anunciara el proceso de paz con las Farc en octubre de 2012, la distancia del mandatario con el uribismo se ha ido ampliando hasta el punto de llegar a la segunda vuelta electoral de este 2014 convertidos en dos orillas distintas del espectro político. En medio de esa controversia queda el proceso de paz con las Farc.
Cuando Álvaro Uribe Vélez dejó la Presidencia de Colombia el 7 de agosto de 2010 y Juan Manuel Santos asumió como mandatario del país, la percepción que tenía Colombia fue que este último seguiría el derrotero trazado por el primero en materia de manejo de relaciones con las Farc.
Sin embargo, Santos cambió la posición de no dialogar y aniquilar a las Farc, que era la doctrina del uribismo. A la par que eran dados de baja, por parte de la fuerza pública, algunos de los más importantes hombres del Secretariado de las Farc, incluido Alfonso Cano, máximo comandante del grupo guerrillero, Santos hacía acercamientos con el grupo insurgente para adelantar un proceso de paz.
Este se anunció en octubre de 2012 y se inició el mismo mes. Con lo cuál las críticas del uribismo arreciaron. Santos decidió negociar en medio de la guerra, sin que mediara tregua por parte de las fuerzas oficiales y sin exigir cese de hostilidades por parte de las Farc.
Esto último es lo que más le han cobrado el uribismo y ciertos sectores de la opinión nacional, al presidente-candidato. Es tal el poder de la paz, que se convirtió en bandera de esta campaña presidencial como lo fue la seguridad en tiempos de Uribe.
La propuesta con la que busca reelegirse Santos es lograr un acuerdo de paz duradero con las Farc. Para ello ya se han firmado tres puntos de los cinco que componen la hoja de ruta de las negociaciones con el grupo guerrillero. Dos de ellos, tal vez los más sensibles de todos, junto con la dejación de las armas; política y desarrollo agrario y manejo de cultivos ilícitos.
Otro punto delicado alrededor del proceso de paz tiene que ver con el Marco Jurídico para la Paz, el articulado que permitiría que los excombatientes puedan enfrentar a la justicia colombiana. Una de las paradojas del expresidente Uribe al referirse a este Marco es que, según él, esto llevaría a una “paz con impunidad”. Olvidando que para desmovilizar a las estructuras paramilitares, que lo hicieron durante su mandato, se estableció un articulado análogo que conmutó penas y dejó como castigo ocho años de prisión para algunos de los cabecillas de esas estructuras.
En cuanto a las propuestas concretas de Zuluaga y Santos en esta campaña electoral, alrededor de la paz. Distan bastante de parecerse en el planteamiento.
Santos está enfocado en mostrar los resultados y avances de los diálogos de La Habana y presenta unas medidas para enfrentar el eventual posconflicto, como por ejemplo un fortalecimiento de la justicia y de la seguridad ciudadana para evitar que las herencias del conflicto se tornen en nuevos ciclos violentos. Es decir que su propuesta de campaña se basa en una revisión de lo que ha sido su gestión en materia de paz, la cual ha sido duramente criticada pero ha arrojado acuerdos trascendentales como el que se hizo con las Farc en materia agraria.
Por su parte, Óscar Iván Zuluaga como candidato del uribismo y ganador de la primera vuelta electoral, tiene una posición sobre la paz que lo caracteriza y distancia del santismo. Su plan de gobierno es el de la seguridad democrática que enarboló Uribe por ocho años. Para Zuluaga es impensable pensar en un proceso de paz sin que exista una cese de hostilidades por parte de las Farc. En varios escenarios anunció que de ganar la presidencia el 7 de agosto suspendería el proceso de paz. Sin embargo, el 29 de mayo anunció, después de la alianza con los conservadores que apoyan a Marta Lucía Ramírez, que sí continuaría las negociaciones de La Habana.
Además, el enfoque de Zuluaga tiene que ver más con políticas de sometimiento a la justicia de los jefes de las Farc y de los criminales de guerra y de lesa humanidad, que con políticas para el posconflicto. Esto marca una diferencia entre ambos candidatos.
Para el analista Alejo Vargas la gran diferencia entre ambas planteamientos sobre la paz es que “El presidente Santos tiene una propuesta que no solo es teórica sino que se ha desarrollado en su gobierno y lo que hay en La Habana es producto de esa propuesta desarrollada y avanzada. En el otro caso, el de Zuluaga, lo que hay son ideas que cambian a una velocidad extraordinaria; se pasó de una especie de política de capitulación a algo que pareciera estar cada vez más cerca de la propuesta de Santos”.
Lo que dejó claro la primera vuelta del pasado domingo 25 de mayo es que el 29 por ciento del censo electoral cree en el modelo de paz de Zuluaga. No obstante, con la moderación de su discurso por cuenta del acuerdo con los conservadores hay que ver qué tan estratégico fue ese cambio y cómo lo tomarán sus electores que tienen en la crítica al proceso de paz del presidente Santos uno de los puntos identitarios más fuertes como colectividad política. Sobre la razón de ese viraje en el discurso de Zuluaga alrededor de la paz, Vargas señala que “Eso se da por razones claramente electorales; me parece que al comienzo el tema de los acuerdos con la guerrilla era algo estigmatizante pero pronto se dieron cuenta de que eso no era políticamente correcto y lo empezaron a modificar. No hay ninguna política en el Centro Democrático en ese sentido porque si la hubiera no deberían estarla cambiando todos los días. Si la cambia y modifica es porque no es algo serio y sólido”.
Así las cosas, Santos llega a segunda vuelta con el apoyo de un sector representativo de lo qué es un proceso de paz con un grupo armado; el progresismo. Con el nombramiento de tres figuras del primer orden del gabinete del alcalde Gustavo Petro, para integrar un frente amplio por la paz y hacerle campaña al presidente-candidato, el mandatario bogotano dejó ver su apoyo a Santos. Además, la exsenadora Piedad Córdoba que es miembro de Marcha Patriótica y una de sus voceras, escribió en su cuenta de Twitter “La paz es el gran anhelo del país. La paz tiene que ver con todo. Lograr la paz generará condiciones para por fin construir un nuevo país”, esto estaría anticipando la posición de ese movimiento político. De igual manera Aída Avella, excandidata vicepresidencial e histórica dirigente de la Unión Patriótica manifestó que “La paz es el único punto en que estamos de acuerdo con Santos, lo demás va en contravía con nuestro programas” al anunciar su apoyo a la campaña reeleccionista del presidente-candidato.
De esa manera las fuerzas políticas del país, excepto el Partido Verde y el Polo Democrático, se alinean con el modelo de paz de Santos o el modelo de paz de Zuluaga, solo el 15 de junio en las urnas se sabrá cuál es la paz que quieren los colombianos que salgan a votar.