La Educación, la Justicia y La Paz tienen estrechos lazos de unión, tanto que el énfasis puesto en una sola de ellas, la deja incompleta, imperfecta, trunca.
Educación que incluye conocimientos progresivos para fortalecer la entrada al universo del trabajo, y así, engranar en el tejido productivo, participando de las condiciones de bienestar que hacen la vida personal y familiar, digna, grata, con derecho a recompensas a cambio del esfuerzo.
En las líneas siguientes, resalto la educación con énfasis en el desarrollo de criterio; la actitud mental deliberante y critica; la que permite crear o detectar diferenciaciones para seleccionar con mas acierto. Esta educación se afianza en los valores que conjugan el bien común con el propio. Educación entendida como respeto, tolerancia, iniciativa, participación. Educación que ajusta los impulsos y las conductas que se desprenden de ellos; educación que propone unir la racionalidad con las emociones dándole contención a estas últimas y matices y color a la primera.
Es asi que, la educación en cuanto balance de valores en el manejo de la vida, tiene en sus entrañas el sentido de la justicia como la necesidad de preservar el equilibrio entre lo mío y lo tuyo; lo propio y lo ajeno. La justicia que se menciona aquí, no es aquella que se dirime o se alega en lugares oficiales como los juzgados o las Cortes. Hablo del sentido de lo justo que se aprende y se expresa en el reconocimiento de los limites que defienden lo propio y lo que corresponde a los otros. No deja de lado los intereses personales, pero reconoce que estos llegan hasta la frontera de los derechos de los demás apuntalados por el respeto que se espera de los otros y se practica hacia ellos.
La educación en valores acuna el sentido de lo justo manifestado en actos de solidaridad, de respeto, de consideracion en el sencillo ejercicio de ponerse en el lugar del otro. La Educación en valores y el sentido de lo justo, están presentes en la responsabilidad de cada cual sobre sus actos. Todos los anteriores, son elementos fundantes de individuos o grupos preparados para la convivencia, en condiciones propicias para compartir con los demás; deseosos y activos en la salvaguarda de sus derechos, pero vigilantes en el reconocimiento de lo que no soy yo o lo que no somos nosotros.
La educación con los fundamentos para la convivencia empieza en casa y es anterior a las instituciones. Es esta la educación que interrumpe las acciones de violencia, aquella que pone solución de continuidad a la repetición automática y no pensada de “así me educaron a mi”. La educación que no contempla los imposibles; que fomenta sueños e ilusiones como motores de la realidad y las realizaciones; la que agudiza la visión para privilegiar las virtudes y las fortalezas como la forma eficaz de compensar las carencias; la que impulsa la autonomía, la que promueve los acuerdos llevándolos al extremo de aceptar las diferencias.
Esta concepción de la educación y la justicia como componentes básicos de la vida, son el fundamento para la paz encarnada, convertida en vida cotidiana. Paz como resultado del sentido de la justicia. Paz como respeto por si mismo y por los otros. Paz al convertir en propósitos y acciones constructivas lo que originalmente son impulsos fuertes, crudos, un poco salvajes. Recordemos que biológicamente hablando, nuestro origen es primario, es animal. Solo un buen ambiente que nivela amor con coercion y límites, poco a poco va construyendo formas de pensar, sentir y actuar que eleven la condición humana a esferas superiores desde donde se propende por la cordura, la equidad, el respeto, el sentido de la justicia y como resultado, la paz.