Confidencial Colombia asistió a “The Art of the Brick”, la exhibición del famoso artista Nathan Sawaya en Nueva York cuyo trabajo está construido con piezas de Lego, logrando convertirse en uno de los creadores contemporáneos más admirados.
Es claro que la apuesta del arte contemporáneo está en la conjunción de varios elementos que, para la mayoría de espectadores -e incluso para los más agudos críticos-, es difícil de entender a pesar del aumento en la producción artística actual.
Para fortuna del arte y los espectadores, una exposición como la del artista estadounidense Nathan Sawaya resulta refrescante, conciliadora, pero ante todo, poderosa, sin olvidar tampoco su dosis de controversia.
Desde el concurrido Discovery Times Square en New York, la exhibición “The Art of the Bricks” ha fascinado a los residentes de la Gran Manzana y a los turistas de todo el mundo, quienes hacen largas filas para conocer lo que los voceadores latinos proclaman como “El arte deL-EGO” para captar la atención de los transeúntes cercanos al museo, donde también se exhibe “Bodies” del alemán Gunther von Hagens, que se presentó hace dos años en Colombia.
La innovación en la propuesta de Sawaya tiene varias aristas, comenzando con el uso de los bloques de plástico interconectables de Lego que, por supuesto, es limitante pero a la cual el artista le ha sacado provecho, pues es realmente el cerebro del espectador quién amalgama la pieza que el artista propone, de manera que el asistente no ve una obra, ve una alusión que es tan perfecta como la mente le permita.
Las piezas de Lego, como juguete y como materia prima, logran su cometido: estimulan la imaginación y permiten entender el arte como un juego de aproximación al arte mismo, la creatividad y la interpretación.
La flexibilidad en la obra de Sawaya, quien renunció a su trabajo de abogado, permite que el espectador genere una relación de juego con la pieza, e incluso se forme una nueva. Basta señalar por ejemplo la creación-recreación de famosas pinturas como el autorretrato de Rembrandt con piezas de Lego, o la personificación de los personajes de otras pinturas, pero que bajo la mirada de Sawaya toman una tercera dimensión y de repente aparece una escultura, como en su aproximación a “El Beso” de Klimt o “El Grito” de Munch.
Algo similar sucede con las recreaciones de objetos que de algún modo hacen parte de la cultura universal, como “El David” de Miguel Ángel, “La Venus de Milo”, las pirámides de Egipto o el Partenón griego. Lo que es realmente fascinante de esta selección, -que quizás pueda derivar en una nueva forma de realizar esculturas-, es el concepto de “puntillismo en 3D”, en el cual el artista construye su obra, pieza por pieza en una correcta combinación de formas, tamaños, tonos y simetría, de manera que, al contemplarla de cerca, la obra parece pixelada, pero con una distancia prudente, el ojo corrige los defectos y construye la perfecta imagen de la obra. Se crean curvas y formas donde no las hay.
Sin embargo, dicha construcción en la que la mente del espectador permite la experiencia, no es al azar, pues las formas, la relación del color y las proporciones con las que el artista ha construido, permiten también identificar detalles en los personajes más oscuros del artista, como dolor, pensamiento, asfixia o miedo, y nada mejor que su pieza “La Pared” o “Yellow” para ejemplificarlo.
Por otro lado, algunas construcciones son atractivas por otras razones, como la del dinosaurio que impacta por su esmerado detalle, o la de la figura de Moái por su escala y número de piezas.
“The Art of the Brick” se ha presentado en varios países con gran éxito entre el público de todas las edades y todos los niveles de pensamiento, pues Nathan Sawaya aplica muy bien lo que hace un tiempo Will Gompertz escribiría sobre Cézane, “se dio cuenta de que ver no es creer, sino someter a juicio”.