Restos incinerados, ositos de peluche, colecciones de discos, parejas de asientos, equipajes y un olor a muerte pulula entre el pastal y los girasoles en donde cayó el avión de Malaysian Airlines en Ucrania. Los cuerpos que siguen abandonados se pudren con el sol.
“Los denerovtsi (miembros de la DNR, República Popular de Donétsk) vinieron a preguntarnos dónde estaban los pilotos y los paracaidistas”, dice Sveta, vecina de Grabovo. Hace una semana Sveta escuchó una explosión más de las que jalonan su rutina desde que comenzó la guerra en el este de Ucrania. Pero esta vez se trataba de una explosión especial: el misil que llevaría el conflicto a su fase internacional al derribar el avión de Malaysia Airlines con 298 personas a bordo.
El hecho de que los rebeldes fuesen buscando a “paracaidistas” después del ataque refuerza las sospechas de que fueron ellos quienes tiraron el aparato pensando que era un avión militar ucraniano. “También nos pidieron la documentación”, continúa Sveta, que recuerda lo sucedido junto a su marido. La hija de ambos lo vio todo desde el principio. Para algunos vecinos fue incluso peor: observaron cómo los cadáveres atravesaban los techos de sus cocinas y sus graneros.
Pese al enorme ruido internacional y las constantes referencias a 1914 como si el mundo se viniese, una vez más, abajo, el territorio donde cayeron los restos del MH17 ha sido completamente abandonado. No hay ni miembros de la OSCE, ni de la Interpol, ni expertos malasios, militantes prorrusos o soldados ucranianos. Todos se han ido. Sólo quedan periodistas y vecinos cansados de hablar con periodistas. Una docena de furgonetas televisivas y otra de taxis, cuyos conductores se aburren a la sombra de árboles cercanos, esperan a los reporteros que hacen su enésima crónica sobre hierros retorcidos y carne descompuesta entre los restos del siniestro.
De las 298 víctimas totales (incluyendo las 15 de tripulación), 282 cadáveres y 87 restos humanos fueron supuestamente enviados desde la ciudad de Járkiv, según dijeron en un primer momento los representantes malasios y ucranianos allí presentes. Sin embargo, Jan Tuinder, jefe de la delegación holandesa, aseguró haber encontrado únicamente restos de 200 personas. La confusión se incrementó después, cuando un segundo funcionario holandés aseguró que los investigadores aún estaban revisando los vagones del tren. En definitiva, los cuerpos de entre 16 y 98 personas, dependiendo del recuento, siguen atrapados bajo el fuselaje o desperdigados en una extensión de unos 20 kilómetros, distancia entre la cabeza del aparato y el resto de su estructura.
Del dispositivo montado para investigar el ‘escenario del crimen’, sólo hay cordones policiales ondeando al viento y banderas blancas donde fueron encontrados los cuerpos. El panorama es evidentemente inquietante: una desagradable mezcla de olores sube casi hasta el cerebro, los moscones zumban con la tripa llena y las filas de girasoles, trigo y bosque se inclinan al viento. Aunque lo más sensible, naturalmente, son las pruebas: cualquiera que pase por allí puede mover las partes o llevarse un pedazo de avión comosouvenir.
A veces, el panorama accidentado (los hierros retorcidos) recuerda a un mercadillo por la memorabilia humana concentrada: parejas de asientos, maletas abiertas, ositos de peluche y una colección de discos de música clásica extendidos sobre la hierba, entre varios girasoles. Al subir de nuevo al coche tenemos que limpiar las suelas de los zapatos para quitar el olor a muerte concentrado en la tierra desde hace seis días.
Holanda pide continuar las investigaciones
La hipótesis de la autoría prorrusa, fuertemente defendida por Kiev, EEUU y numerosos analistas, ganó muchos enteros con las declaraciones delcomandante del Batallón Vostok, una de las principales milicias separatistas, a la agencia Reuters. Aleksander Jodakovski aseguró que los rebeldes poseían el sistema antiaéreo BUK que, según Washington, fue utilizado para atacar la aeronave. Reconoció, además, que el equipo pudo proceder de Rusia y haber sido enviado de vuelta para eliminar las pruebas de la agresión.
Pese a que la zona se encuentra vacía y su acceso resulta en estos momentos relativamente fácil, fuentes del Gobierno holandés citadas por Associated Press exigieron una vez más acceso libre al lugar del siniestro para poder continuar las investigaciones. Un total de 25 expertos holandeses analizan imágenes de satélite, radar y fotos desde Kiev. Mientras tanto, 40 ataúdes llegaron ayer a Eindhoven. Algunas de las víctimas podrán ser rápidamente identificadas y devueltas a sus familias; en otros casos, el proceso puede tardar semanas.
Las cajas negras aterrizaron en Reino Unido para ser analizadas por expertos en accidentes aéreos. Los técnicos extraerán las grabaciones de voz en aproximadamente 24 horas, aunque el proceso para determinar los detalles de la tragedia puede extenderse. Las cintas, protegidas por una caperuza especial de metal y materiales aislantes, pueden contener varios terabytes de información acumulada por los sensores de la aeronave.
Por otra parte, la Comisión de Exteriores de la Cámara de los Comunes acusó al Gobierno británico de mantener 200 licencias de venta de armas a Rusia. El primer ministro, David Cameron, había presumido de no vender más armas a Moscú y pedido al resto de países europeos que siguiesen su ejemplo. Las licencias ascienden a un valor de 170 millones de euros en diversas áreas, desde blindajes a componentes para rifles y equipos de comunicaciones.
El miércoles, además, los prorrusos derribaron otros dos aviones ucranianos a 30 kilómetros de donde se encuentran los vestigios del MH17; un piloto murió y el otro sigue siendo buscado por los separatistas.