El espectáculo asqueroso de la marcha por la paz

Nunca en mí ya larga y fecunda vida había visto un espectáculo tan asqueroso como el de ayer en las avenidas y calles de mi noble Santa fe de Bogotá.

¡Nuestra capital literalmente tomada por la guerrilla! Esto ha sido peor que la época de los años noventa cuando la FARRR se tomaba pueblos, ciudades e instalaciones militares, gracias a los mani flojos que gobernaban.

Entonces, por lo menos eran guerrilleros disciplinados y bien uniformados, pulcros, tropa al fin y al cabo, soldados del lado equivocado. ¡Pero lo de ayer! Guerrilleros en harapos, subversivos en camiseta y, de contera ¡pobres!

Muy a mi pesar y solo para conocer al enemigo (como bien llama José Obdulio a todo lo que no sea blanco y hegemónico) salí a la Séptima y la Plaza de Bolívar disfrazado de izquierdista con mochila de indios, sin desodorante y con gorra, reemplazando de esta manera mi discreto atavío de terno, corbatín, maletín de cuero, paraguas y abrigo Camel, y ¡qué me encuentro! Una manada de filibusteros, una horda invadiendo y ensuciando todo con sus pies llenos de majada y barro. Y todo para que Petro se luzca recogiendo la basura con sus camiones infernales. La mayoría de ellos negros e indios o bien campesinos zambos, cuarterones o cobrizos, preñados y sin prótesis dental, como Pedro por su casa en plena ordalía comunista.

Ala, ¿cómo es posible que además de la afrenta política que significa ver a estos desechables organizados y coreando groserías contra Cristo y su reencarnación en la Procuraduría, uno tenga que codearse, así sea por un largo y tremebundo día, con semejante ralea desarrapada? Genta ahíta de yuca y tamal, oliendo a fogón de leña, a agua de rio. ¡Cómo se les permite traer a toda esa recua para ensombrecer nuestro apego a la seguridad, alba y democrática!

Siquiera apenas eran doce mil, incluidos los soldados de la patria que el abusivo del Santos sacó a asolear en el CAN, en la peor afrenta que un impostor le haya hecho a las instituciones legítimamente prostituidas. Siquiera nos queda un tótem como el ministro de Defensa Pinzón, que de manera muy católica invoca “la justicia divina” que es la que nos ayuda a despanzurrar comandantes bajo bombas de 500 kilos de purificadora dinamita. Pinzón, un ángel de la guarda.

Doce mil esmirriados gamines agrarios y uno que otro mechudo citadino, eso fue todo. Y lo peor, buena parte de nuestra prensa nos voltea las poposeadas grupas al atreverse a mentir de manera solapada y pecaminosa sobre el tamaño de la marcha convocada por el traidor Santos, la demonia Piedad y el sedicioso Petro, a quien hay que procesar en justicia o en una fábrica de salchichones, para que pague por haberse gastado la plata de la ciudad en su toma guerrillera, a punta de ñeros enbasucados y pagados.

¡Cual millón y pico de manifestantes! Los periodistas son unos mentirosos y si, drogadictos, cuando no son capaces de reconocer y poner en primera plana los intereses de la sociedad, que pasan por ocultar e invisibilizar todo lo que le sea adverso a nuestras esperanzas de un país donde brille la luz perpetua de la guerra.

Ya verán, cuando retomemos el poder, empezando por el Congreso en las apostólicas manos de Uribe. Les vamos a empacar una nueva ley de control a la información, para que nunca vuelva a pasar algo tan oprobioso como esto de hacernos quedar como un trasero, cuando habíamos dicho y confirmado que la marcha esa fue un fracaso.

Tuvimos que presenciar, además, escenas tan purulentas como la del Santos y el Petro en el tal lugar ese de la memoria (la amnesia popular ha sido lo más importante que hemos logrado construir en 200 años de República) sembrando una palma de cera por la paz, un árbol pendejo propio de colonos farianos. Cuando la mata nacional debería ser una planta carnívora, o unas lindas parásitas parlamentarias, o unas enredaderas bien espinosas.

Qué tal el poetucho ese del William Ospina reescribiendo una nueva oración por la paz, como si no bastara con el oprobio de la que pronunciara el marquetaliano del Gaitán antes que la mano de Dios lo sacara con los pies por delante.

Y claro, como ahora están unidos los cachiporros y los comunistas (como siempre, manguala de ateos y de populistas) tenían que sacar del infierno al negro Gaitán, cerebro del mal para que, de contera, la cochina marcha fuera precisamente un 9 de abril, dizque por la paz, cuando nosotros matamos a Gaitán para poder instituir la guerra como faro, como destino de épocas y generaciones, hasta el sol de hoy.

¡Ni se vayan a creer que este pequeño descalabro de una caminata de cuatro gatos ariscos y sarnosos, va a impedir que sigamos la guerra! Estamos dispuestos a lo que sea, con las armas que toquen, para detener una paz que podría traer cosas tan inconvenientes como que toda esa gleba que salió a joder a la calle, termine construyendo el muy inconveniente “país de propietarios” del Navarro macilento.

Loor y gloria al Supremo Uribe que sabe utilizar las más nobles de esas armas, como la de la información. Reivindico el derecho que tiene el Gran Burundún a revelar coordenadas cuando se le venga en gana. Y no solo la pendejada esa de las coordenadas del sitio donde iban a despejar un área para la salida de los dos facinerosos rumbo a La Habana.

Tenemos el derecho a lo que sea, así se produzcan bajas colaterales insignificantes en esta Mar Rojo en el cual navegamos con pundonor. Para eso tenemos miles de amigos dentro del Ejército, que nos irán revelando los pormenores de las jugadas conciliadoras del Santos, para poder atacar con nuestras fuerzas paralelas dónde y cuándo nos resulte efectivo para sabotear el procesito ese de la impunidad.

¿Ruido de sables? Sigan jodiendo y marchando y dialogando y verán que en poco tiempo no serán sables los que suenen sino tanques de guerra en la sinfonía marcial tan deliciosa que nos ofreciera el coronel Plazas en el Palacio de Justicia.

¡Que el Dios de Plinio nos ilumine, que las legiones que tenemos encaletadas, emerjan de la noche para arrasar con la paz!

Aunque la bazofia esa de la Marcha Patriótica no pasa de ser una pequeña guasábara de muiscas y cimarrones peligrosos, si estamos advertidos del complot manejado por Santos y de su capacidad de seducir cómplices, aun en nuestras filas.

Como lo son los liberales y conservadores que están traicionando los principios básicos de la nacionalidad, o sea la guerra, la componenda y el beneficio particular de lo público, con tal de coquetearle al Primer Truhán de la Nación, a ver qué migajas les bota después de entregarle el país a Iván Cepeda.

Solo falta ahora para el descrédito definitivo de este país que, como lo vienen anunciando, metan en la cochambre de la paz a los del ELN. ¡Peores que los otros! ¡Traidores a Cristo! Y que nos traigan desde las montañas a otra caterva de pecuecudos a dejar sus heces en Santa Fe.

¡Contra la paz, una Nueva Granada!

Desde ya les anuncio que en cuestión de días organizaremos una majestuosa manifestación contra la paz: seremos millones de millones. Todas nuestras cabezas estarán como una implacable hidra para desbaratar la conspiración Marx- Santos.

Pondremos a desfilar nuestra Contra, nuestra aceitadas Bacrim, todas nuestras “oficinas”, nuestros laboratoristas y aviadores, nuestro “micro” empresarios también, saldrán a la calle en alegre comparsa todos los “carruseles”, los anti restitución de tierras, vendrán las cargas de cebú, los trotes de paso fino, empresarios patrióticos, no como Nicanor Restrepo y su combo entregado, paisas traidores.

Vendrán todos los jinetes del apocalipsis empezando por el más fogoso, que como irrefrenable mancha negra arrasarán en las calles la traza de la paz. ¡Bala señores!