El General en su cautiverio

El diario español El País tituló la noticia del secuestro o retención del general Rubén Darío Alzate, así: “Proceso de paz, en coma inducido”. La nota de prensa, hecha por el periodista Juan Carlos Garzón, obviamente, comenta lo delicado que se pone el proceso de La Habana y la situación política del país, indicando que las FARC, con este hecho irresponsable ha puesto al filo del abismo el proceso de paz. Sin embargo, resalta el interrogante del presidente Santos, no respondido aún por su ministro de defensa y sus lugartenientes, acerca de “… porqué el BG (Brigadier general) Alzate rompió todos los protocolos de seguridad y estaba de civil en zona roja”. Pregunta y circunstancias que ha generado todo tipo de especulaciones. Yo publicito la mía.

Efectivamente, las circunstancias de tiempo, modo y lugar –desde hace varias semanas hay escaramuzas y confrontaciones en toda la zona y en todo el Chocó- indican que el señor general tenía plena conciencia, y posiblemente plena certeza, que sería “retenido” por las FARC. Pero tenía también otra certeza: su vida no correría peligro alguno, pues de civil, o sea desarmado, de bermudas, camiseta y seguramente gafas de sol, como iba, acompañado con otros civiles, que seguramente no sabían lo que sabía el general, o sea viajaban de “gancho ciego” haciendo turismo social, sería el mejor escudo de protección para su propia integridad. También el general debió considerar o “fríamente calcular” que su “rescate”, entrega o devolución por parte de sus captores, aunque con dificultades e incertidumbres, será cosa segura, de días o semanas, mientras se arreglan los asuntos logísticos y operativos y se llegan a los acuerdos políticos, se montan las urgentes y desinteresadas comisiones internacionales de facilitación. Las afectaciones a los terceros involucrados –los civiles que acompañan al general, el presidente Santos, que ha hecho de la paz su principal propósito político, y el país de la paz, son un costo necesario, son efectos colaterales del propósito central.

Si esto llegara a ser así, si esta especulación tuviere algún asidero en la realidad del conflicto armado colombiano, entonces ¿cuál podría ser el propósito central? La respuesta podría estar, no en la nota del periodista español, sino en el titular. Efectivamente, el proceso de paz ha entrado en un coma inducido. Pero quién y para qué se utilizó un procedimiento tan delicado como el del coma inducido. Los médicos han demostrado que el coma inducido es un procedimiento controlado para evitar males mayores y, en el entretanto, intervenir y resolver el mal principal para, finalmente, desactivar el coma, despertar al paciente, recuperarlo y, por último, todos felices a casa.

En el caso del secuestro del general Alzate, nuestro paciente es el proceso de paz, cuyas conversaciones en La Habana han entrado, según el jefe negociador, doctor Humberto de La Calle, en una situación de “fragilidad” y “complejidad” críticas, pues no avanzan como el jefe negociador y el establecimiento pacificador quiere. De la misma manera y en concordancia con su jefe negociador, el presidente Santos, presionado como está por los amigos de la “pax romana” -o sea, el sometimiento del vencido- había advertido a las FARC que no “jugara con candela”; o como quien dice, no disparen en esta guerra, que el proceso de paz podría quedar inconcluso si la “candela” quema a un bien muy preciado por los que hacen la guerra, a un guerrero mayor.

En este punto de mi especulación es necesario advertir que el fin del conflicto y la consecución de la paz es un patrimonio nacional al que todo demócrata, sin mezquindades, debe coadyuvar y que en el camino para lograrla es necesario exigir a las partes prudencia en el uso de la violencia en el marco de la confrontación. Esto se puede traducir en bajar la intensidad de las operaciones militares sin tener que llegar a pactar una tregua. Incluso, como muchas mentes sensatas han propuesto, la insurgencia, la parte en la negociación conmayores desventajas, podría hacer acciones demostrativas de sus objetivos políticos, evitando escalar la violencia; debería evitar toda infracción al derecho humanitario, minimizar las consecuencias y los estragos de la guerra y reducir a lo mínimo sus planes militares.

Pero retomando el análisis del secuestro o retención del general Alzate, creo necesario ponerlo en el contexto y las lógicas de la guerra y de las tensiones políticas que genera la política de paz. Hay un dicho popular que puede explicar lo que pasó: “¿qué culpa tiene la estaca si salta el sapo y se ensarta? Bueno, eso parcialmente fue lo que pudo haber pasado. Digo parcialmente, por dos situaciones que ameritan una aclaración. La primera es la pregunta del presidente Santos, ¿qué diablos hace un general de turismo social en una zona de guerra, en un teatro de operaciones militares? Y dos, las FARC no son una simple estaca, son un actor armado y como tal busca triunfos chicos o grandes y si un general de la república le llega así, de esa manera, sin pedirlo, sin buscarlo, le llega desprevenidamente, pues mejor.

De lo primero habrá que esperar al general para que lo explique personalmente; pero mientras, podemos especular. Por ejemplo, no estaba de paseo, tampoco en una acción de trabajo social y menos aún estaba en una operación militar; ¿en esa pinta y sin sus unidades de tarea?, no definitivamente no estaba en ninguna de estas actividades, aunque una vez libre demostrará que en las tres estaba; mostrará papeles, planes y órdenes de tarea. Pero las FARC, o por lo menos la cuadrilla que lo captura, tampoco estaba en pleno ataque o contra-ofensiva militar, simplemente en una caminata rutinaria, de esas que hay que hacer porque si no la tropa se le duerme o se le aburre. En esas largas marchas que les permite luego alegar control territorial, en medio de la cual, aparece, en un recodo del río Atrato, el general y su comitiva y reacciona como indica la lógica militar: detiene, pregunta y, finalmente y ante la evidencia de los personajes, los retiene. Para las FARC el general la colgó y lo colgaron o, mejor dicho, lo cogieron, lo retuvieron, lo secuestraron. Triunfo medio chico y medio grande. Capturar a un general es capturar a un general y al que retienen no es cualquier general, es ni más ni menos se trata del jefe de la tropa que día a día los combate incansablemente. Tienen al jefe del operativo militar.

Aunque se insista en que “la guerra es la política por otros medios”, la lógica de la primera casi nunca coincide con la lógica de la segunda, especialmente cuando la dinámica de la violencia en la guerra ha ganado tanta independencia y autonomía de la política que la soporta. Dependiendo del manejo que las FARC le den a este y demás secuestros o retenciones, el paciente puede o no salir del coma inducido. Si lo entregan relativamente pronto y se comprometen seria y definitivamente a no secuestrar o retener a ninguna otra persona más –militar o civil- y si, consecuentes con su actual perspectiva de relativizar su enemistad contra el Estado, mantienen al margen de la confrontación armada a la población civil y a las personas y bienes protegidos, lo que se traduciría en un desistimiento del uso de la violencia indiscriminada, lograrían desactivar el coma, reanimar los diálogos, terminar las rondas de negociación que faltan y, finalmente, firmar los acuerdos del fin del conflicto armado. Pero si gana la lógica militar y el general sigue secuestrado o retenido, es muy probable que lo andado hasta ahora por la paz, que es muchísimo y muy esperanzador, se tire por la borda de la torpeza, la miopía y la insensatez políticas. Si esa fuera la salida habrán ganado los que indujeron el coma.

Efectivamente, una cosa es que la cuadrilla que capturó al general Rubén Darío Alzate haya sido de buenas y otra muy distinta que cayera en una trampa fríamente calculada, como diría el chavo. Por eso, cuando de súbito pasa algo insospechado y más en este fatídico conflicto interno, que nos carcome, siempre hay que preguntarse a quién le favorece la situación. Ningún verdadero pacifista está contento con lo sucedido, más bien nos encontramos entre sorprendidos y expectantes, quizás tratando de darle, desde la perspectiva de la “negociación en medio del conflicto”, alguna explicación razonable, si la tiene.

Por esto último esta especulación concluye –aunque no de manera definitiva- que el secuestro o retención del general Rubén Darío Alzate, es una pieza maestra de contrainteligencia, una acción de acupuntura militar, una tentación tan enorme en la que, sin pensarlo, las FARC cayeron, como cae un niño al que se le da a cuidar un dulce. Ojalá el general y todos los demás secuestrados o retenidos se liberen pronto.

Guido Bonilla Pardo
Sociólogo – Analista del conflicto armado
Nov-18-2014