La masiva marcha en favor de la paz que llenó esta semana las calles de Bogotá y la incorporación a la mesa de La Habana de líderes guerrilleros procedentes de las zonas más convulsas de Colombia abrieron en los últimos días la esperanza de que el Gobierno y las FARC firmen pronto su primer acuerdo.
Un indicador es que la ONU ya ha convocado para los días del 28 al 30 de abril a un foro ciudadano en el que se discutirá sobre la participación política de las Farc tras un eventual acuerdo y sobre las garantías para ejercer la oposición, el segundo punto de la agenda del proceso de paz que se desarrolla en La Habana.
Las conclusiones de ese foro, también organizado por la Universidad Nacional a pedido del Gobierno y las Farc, se trasladarán a la mesa cubana.
Para entonces los negociadores deberían haber cerrado el primer punto de la agenda, el referido al conflicto de la tierra, causa y origen del conflicto armado y del nacimiento de las Farc en 1964.
Ese acuerdo se espera quede cerrado en la próxima ronda de conversaciones que se desarrollará a partir de la tercera semana de abril.
De hecho, el especialista en el conflicto armado colombiano, Ariel Ávila, explicó que “ya hay un acuerdo sobre gran parte del primer punto”, y aseguró que en esta próxima ronda de conversaciones eso es lo que van a anunciar las partes, “que gran parte del punto está negociado”.
Gobierno y guerrilla pasarán entonces a discutir sobre el segundo punto, “el más difícil”, según Arias, y dejarán los últimos cabos acerca del tema agrario para el final de la negociación. “Aquí nada está negociado hasta que todo esté negociado”, agregó.
Más allá del buen ritmo de las negociaciones, el mayor estímulo que ha recibido el proceso de paz se dio el martes pasado cuando más de un millón de colombianos protagonizaron una gran manifestación por la paz en las calles de Bogotá.
Convocados inicialmente por la izquierdista Marcha Patriótica, liderada por la exsenadora Piedad Córdoba, se sumaron después prácticamente todos los sectores de la sociedad, e incluso el presidente Juan Manuel Santos, quien encabezó la marcha.
Santos recibió así las adhesiones de importantes personalidades, como el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, quien calificó esa iniciativa como una “oportunidad” para la reconciliación en Colombia.
También la de Belisario Betancur, protagonista del primer intento negociador del Gobierno con las FARC en los años ochenta y quien terminó aislando a los también exmandatarios Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, férreos críticos del diálogo actual.
Los detractores del proceso sostienen que un acuerdo con las FARC favorecería la impunidad.
Pero el fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre, dejó claro esta semana que en su opinión no hay impedimento alguno para que los jefes guerrilleros participen en política tras su desmovilización, ya que no están condenados por delitos de lesa humanidad.
Ese gesto del fiscal puede allanar el camino en la negociación tras una semana en la que las FARC movieron fichas e incorporaron a nuevos guerrilleros a las negociaciones, algunos de ellos llegados desde las zonas más convulsas de Colombia, donde el conflicto sigue fuertemente activo.
El más destacado es Jorge Torres Victoria, alias “Pablo Catatumbo”, comandante del Bloque Occidental, uno de los “duros” de la guerrilla, que fue trasladado a Cuba desde el norte del Cauca, el departamento más castigado por el conflicto.
Además, el comandante del Bloque Sur, alias “Joaquín Gómez”, a cargo de una de las unidades guerrilleras más numerosas y activas, y de la que se ha dicho no aplaudía el diálogo, dejó claro que él y sus hombres “están de acuerdo con sus representantes en las actuales conversaciones de paz en La Habana”.
El Bloque Sur “acatará y cumplirá al pie de la letra con los acuerdos a que se llegare”, aclaró Gómez en un comunicado que limpió de sospechas posibles discrepancias dentro de las FARC.
Pero todos estos indicios positivos se siguen mezclando con batallas en el teatro de operaciones de la guerra.
Este viernes el Ejército y la columna móvil Teófilo Forero, a las órdenes precisamente de “Joaquín Gómez”, mantuvieron fuertes combates en el sureño departamento del Caquetá, donde murieron dos soldados y cinco guerrilleros.