Expertos señalan que dentro del desarrollo de los seres humanos, una de las puntos más importantes es el juego, éste, apoya al desarrollo cognitivo de los niños, adolescentes, incluso de los adultos.
Continuamente los padres y madres están siendo bombardeados por los prototipos televisivos, que los hacen cuestionarse cómo ser o no un buen padre. Avisos comerciales impulsándolos a ejercer sobre sus hijos una educación desde muy pequeños para desarrollar habilidades para otras etapas de su vida.
Se ha fortalecido la creencia de que los jóvenes no están bien preparados para su etapa profesional, posiblemente, porque desde pequeños no desarrollaron las aptitudes que requiere esta sociedad.
De esta manera, una vez los hijos dejan de ser niños y llegan a la etapa de la pre-adolescencia, los padres automáticamente se apresuran a que asuman roles de adultos, con el fin de prepararlos para el futuro, dándoles menos tiempo y libertad para darle continuidad a la exploración del juego e involucrándolos en un sinnúmero de actividades extracurriculares que generan presión por sobresalir.
Así lo explica Álvaro Sierra, médico y representante del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana: “Los pre-adolescentes de hoy están viendo como el tiempo de ocio, antes libre de imposiciones, creativo y no sujeto a programaciones, se transforma en tiempo de neg-ocio, diseñado por los adultos y siempre pensando en una supuesta “rentabilidad” a futuro. Así pensada, la actividad de tiempo libre es la muerte del ocio y por tanto de la imaginación, la creatividad, el libre compartir y la exploración de un mundo inmediato, pero desconocido y no domeñado.”
De esta manera, contrario a lo que muchos padres piensan, el juego libre es esencial y saludable, incluso en la pre-adolescencia y en la juventud, etapas en las que también es necesario disfrutar de tiempo suficiente y sin programación.
Cinco razones para jugar
De acuerdo con el Instituto del Juego en Estados Unidos, algunas ventajas y beneficios que los especialistas resaltan del juego activo en la niñez y juventud son:
1. Conexión
Compartir alegría, risas y diversión con los demás promueve la unión de los pre-adolescentes con su entorno y refuerza el sentido de comunidad y sociedad. Mediante el juego las personas generan empatía, compasión, confianza, y la capacidad para relacionarse con sus compañeros y amigos.
2. Antídoto contra la soledad, el aislamiento, la ansiedad y la depresión
Cuando los pre-adolescentes juegan con emoción desencadenan la producción de una mezcla de endorfinas que les levanta el ánimo, los aleja del dolor, el miedo y otras posibles frustraciones propias de su edad.
A pesar de su empeño por buscar aislarse, cuando son motivados a jugar, ya sea con amigos o extraños, recuerdan que no están solos en este mundo, ya que se conectan con otros en formas agradables y significativas que destierran estos sentimientos negativos comunes en estas etapas de la vida.
3. Genera relaciones
El juego es una de las más efectivas herramientas para estrechar y mantener relaciones a mediano y largo plazo. Jugar con compañía y por diversión llena de alegría, vitalidad y genera relaciones de amistad duraderas en el tiempo.
El juego puede también curar resentimientos, desacuerdos y heridas. A través del juego regular los pre-adolescentes aprenden a confiar en otros, a empoderarse y a fortalecer su seguridad personal frente a la sociedad. La confianza les permite trabajar en equipo, abrirse y probar cosas nuevas.
4. Mejora destrezas sociales
Las habilidades sociales se aprenden en el dar y recibir del juego. La comunicación verbal y el lenguaje corporal, la seguridad y el peligro, la libertad y los límites, la cooperación y la tolerancia son descubiertos y practicados repetidas veces a lo largo de los juegos en la niñez y la adolescencia.
5. Cooperación
El juego es un poderoso catalizador para una socialización positiva. A través del juego, los pre-adolescentes ponen en práctica valores que se le han inculcado a lo largo de su infancia, trabajan juntos, son capaces de llegar a acuerdos en las reglas y socializar en grupos.
La evidencia muestra que el juego puede ser un antídoto a la violencia. De hecho, aquellos que evitan o nunca han aprendido a jugar pueden llegar a perderse en el mundo del miedo, la rabia y la preocupación obsesiva.