Jon Lee Anderson, periodista californiano de 57 años, hace parte del equipo de The New Yorker. Especialista en temas políticos latinoamericanos, ha estado en todas las guerras libreta de apuntes en mano, y tiene una mirada transversal de la realidad que le permitió crear una escuela en el periodismo sobre la forma de escribir perfiles. En conversación con Confidencial Colombia nos cuenta cómo observa el oficio del periodista, el proceso colombiano y la degradación de la guerra en el mundo.
Confidencial Colombia: ¿El miedo lo ha cohibido de hacer su labor?
Jon Lee Anderson: La cautela y el afán de sobrevivir me obligan a tomar decisiones cuando estoy en camino de ir a determinado encuentro o no, de pasar por un reten o no. He tenido cientos de esos momentos. En el último trabajo que estoy haciendo, durante un viaje por Libia, tuve que estar entre islamistas y no islamistas. Y tenía que tener cierto cuidado porque podía pasar un secuestro y cosas peores.
C.C.: ¿Cómo ser reportero cuando hay coerción de libertad de prensa? ¿Qué cree que va a pasar con el periodismo?
J.L.A.: El periodismo esta cada vez más cerrado, el medio ambiente impone muchas vicisitudes. Por un lado los violentos que quieren imponer su propia versión de las cosas y no dejan que los periodistas sean imparciales. Esa es la mayor dificultad que tenemos, bien sean violentos o bien sean medios interesados, corrompidos, en manos de alguna empresa, gobierno, régimen o sector influyente. Es muy difícil ser parcial e independiente y ese es el mayor reto que tenemos, asegurarnos la independencia y la sobrevivencia.
C.C.: Uno de los problemas es que los mismos gestores de violencia están llevando la noticia…
J.L.A.: Y nosotros nada más nos dedicamos a pasarlo
C.C.: ¿Qué deberían hacer los medios de comunicación y los mismos periodistas?, ¿Debería haber censura?
J.L.A.: Censura no pero hay que tener criterio. Por ejemplo, cuando mi amigo James Foley fue decapitado, todo el mundo replico la noticia (el video) y así hicieron el trabajo para los terroristas. Eso era lo que ellos querían. Hubo discusión, debate y la gente comenzó a tomar conciencia. Yo fui muy fuerte al respecto y escribí inmediatamente que no debían replicarlo, pero hay mucha gente que no está en el mundo del conflicto y no entiende eso.
Primero, por razones de pudor y morbo no deberían poner esas cosas. Y segundo, por respeto a los seres queridos de las personas violentadas. ¿Quién quiere ser visto así en su último momento de vida?. Es denigrante.
Se han cuidado mucho la mayoría de los medios en no replicarlo más aunque todavía se da. No es un cuadro muy claro pero hay que tomar más y más conciencia y no hacerle el juego a los violentos en la medida que entendemos que así es.
C.C.: El mundo digital permite que toda la información este a la mano y haya más posibilidad de conocimiento, pero al mismo tiempo es paradójico que cuanta más información hay más desinformación existe. ¿Cómo blindarse ante eso?
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Así es, esa es la gran paradoja de este momento. Hay que tener criterios, intentar un poco parar la avalancha y crear redes periodísticas que se aferren a determinados principios. Saber qué está hecho con honestidad, con sinceridad. Tenemos que encontrar o reencontrar maneras de interpretar la realidad para crear marcos de comprensión y facultades de criterio tanto para nosotros como para el público.
C.C.: Qué cree que le falta al periodismo Latinoamericano?
J.L.A.: Como al periodismo de todas partes, más mundo, más independencia, más imparcialidad, más práctica, más criterio, abrirse un poco la vista, ser curioso, buscar experiencias ajenas paralelas que pueden reflejar la situación latinoamericana. Yo creo que va por buen camino pero siempre hace falta mejorar.
C.C.: Desde afuera ¿cómo ven a Colombia, qué se está percibiendo de nuestro país a través de las noticias?
J.L.A.: Hace años Colombia era pura mala noticia, ya menos. Eso esta matizado. Podríamos hacer un sondeo y en términos de noticias negativas a lo mejor México y Venezuela lo superan. Colombia hoy en día tiene turismo naciente, tiene un país en donde el conflicto está llegando a su fin, hay un proceso de paz, es un país que tiene una riqueza cultural muy grande y eso está siendo conocido finalmente afuera. Eso es muy positivo.
C.C.: Varios periodista y cronistas lo tienen como referente y lo admiran por sacar la esencia del personaje, ¿Cómo lo hace?
J.L.A.: Yo intento ponerme en el mismo plano que mi interlocutor, es decir, de no sentir una diferencia social. Yo en el mejor de los casos, si lo logro, es porque intento sentir a la otra persona. Creo que no podemos estar atados de manos por cuestiones de casta, educación, color o la diferencia de clase social.
Hay que creer que un labriego tiene tanto que enseñarnos como un profesor. Yo he pasado la vida viviendo junto a toda clase de gente y tuve ocasiones en que mi vida dependía de un labriego y no de un profesor universitario. En esas circunstancias yo no puedo sino respetar a esa persona por todo lo que es. Y eso es una lección bien aprendida que hay que llevar en la vida. Eso ayuda.
C.C.: En una entrevista manifestó que uno de los perfiles que más le había gustado hacer era el de Gabriel Gracia Marquez, ¿Qué otro le ha apasionado?
J.L.A.: En términos de chiva me encanto haber logrado el perfil de Pinochet porque era reacio y era pictórico, pero en términos de gusto personal…vuelvo a lo de Gabo porque era tan distinto. Es más, es el trabajo en el que más he trabajado. Siete meses. Fue un lujo. Hasta ahora no lo supero. Su ternura fue lo que más me impactó.
C.C.: ¿A qué personaje de Colombia le habría gustado hacerle un perfil?
J.L.A: Cuando estaba con vida quise perfilar a Marulanda, hice varios intentos acercamiento pero no fue posible. Ahora, si el proceso de paz va adelante, haría un perfil del presidente Santos, de Timochenko quizás.
C.C.: ¿Cómo se prepararía para enfrentarse a Timochenko?
J.L.A.: Hablaría con los que lo han conocido, leería todo lo que ha dicho, intentaría empaparme de quién es y así entrarle, tomarle el pulso a ver qué tipo de ser humano es más allá de lo que dicen. Eso es lo que me interesaría, total, ha vivido en el monte tantos años, ¿cómo hace?. Es decir, ¿qué lee?, ¿tiene mujer?, ¿lee poesía?, ¿ha visto culebrones en la televisión?, ¿tienen televisión?, ¿juega algún deporte?, ¿todavía es marxista?, ¿le gusta la pesca?, ¿tiene pesadillas?.
Con la gente grande hay que entrarle de tu a tu, como si fuera tu vecina o tu amiga de clase porque todos somos iguales. Hay que desvestir a los pudientes o inclusive a los que pueden causar miedo y reconocer que detrás de esa imagen, detrás del uniforme, hay una persona que tiene que dormir, comer, hacer todas las cosas que hacemos todos. Por ahí, a veces, uno puede abrir una puerta inesperada y ver cosas nuevas.
C.C.: ¿Cree en el proceso de paz?
J.L.A.: Yo sí y no tengo hacha que fijar en eso. Creo que todo proceso de paz es bueno. ¿Quién quiere un país en conflicto cuando puede estar en paz?. Yo no concibo ni comprendo una persona que no puede estar a favor del proceso de paz, ¡una Colombia donde no se tira bala, imagínate! Algunos no puede concebir una Colombia donde puedan hacer las cosas como les de la gana.
C.C.: Qué proyectos tiene para este año, sobre qué está escribiendo?
J.L.A.: Sobre Cuba. Estoy terminando un escrito sobre Libia y próximamente voy a ir a Cuba, voy a intentar hacer una crónica sobre el país, la Cuba de esta coyuntura, con Estados Unidos, las conversaciones y quisiera emprender un libro que va a ser para mí como mi “Che dos” que es Fidel
C.C.: ¿Puede hacernos una radiografía de lo que es en estos momentos Cuba, teniendo en cuenta que se están restableciendo las relaciones con Estados Unidos?
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J.L.A.: Cuba es un referente en la región por su ya histórica rebeldía con Estados Unidos y su papel de líder. Es un país que vuelve a la familia de naciones, ya no como rebelde, pero siempre con su postura soberanista y con madurez en donde las dos naciones -adversarios- van a tener una relación de respeto mutuo.
Es muy interesante, va a seguir siendo de momento un país comunista pero con un capitalismo del Estado y con mayores libertades internas, sobre todo económicas y culturales, no políticas. Eso va a ser muy saludable para Cuba, para Estados Unidos y para el resto de América Latina. No es por nada que el día después del anuncio de la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba -puede ser coincidencia pero yo creo que hay una coyuntura histórica ahí- que las Farc anunció el cese del fuego incondicional.
C.C.: ¿Y una radiografía del mundo. Qué está pasando?
J.L.A.: En Europa, el Medio Oriente y el norte de África es muy preocupante lo que está pasando. El fenómeno de ISIS, el extremismos musulmán no ha terminado, es el hecatombe y va a haber más de eso. No sé cómo va a terminar pero lamentablemente creo que al menos en esa parte del mundo tendremos conflicto durante años.
C.C.: Eso se vio reflejado en el ataque a la revista Charlie Hebdo
J.L.A: Claro y lamentablemente va a haber más. Vemos política de derechas y de los extremos en Europa y en parte es propiciado por el temor a la migración que viene en masa, la cercanía del terrorismo musulmán y también un poco por el temor al inmigrante interno que aparentemente es una minoría que se pliega a ISIS y son capaces de hacer maldades ellos mismos.
C.C.: ¿Por qué cree que esta tan exacerbada esa violencia? Ed Vulliamy en entrevista con Confidencial Colombia señalo que había mucha intolerancia y que no eran capaces de reírse de sí mismos.
J.L.A: Porque el Islam como lo comprenden ellos es literal, es una fe sin matices. Ese es el problema. No ha habido nunca una reforma, una separación de Iglesia-Estado en el mundo musulmán como la que hubo en el mundo judeocristiano. Entonces, su integrismo es muy profundo. Estás hablando con gente que psíquicamente viven en el siglo XIV. Nosotros vamos a pagar con víctimas este proceso del mundo musulmán en que es necesario que ellos cambien. Ya no se puede convivir.
Como hemos visto, el mundo musulmán con el mundo occidental están enfrentados. Y el terrorismo constante por parte de los musulmanes en contra de cualquier otra fe solo empeora el ambiente. Hace que resurja la ultra derecha, la xenofobia, el racismo, que esta latente en eso países viejos. Eso ha creado conflictos internos en Europa donde ya han absorbido -recién en los últimos cuarenta o cincuenta años- inmigración.
Yo creo que también ha sido un error la política multicultural de Europa, que es un poco como “sí, todo mundo está bien aquí, somos un arcoíris de nación”, ¡Bull shet! No es así mientras que los nativos siguen siendo reacias con los que vienen de afuera. Eso no sucede de la noche a la mañana. Aquí en occidente se han mesclado todas las razas y no es fácil. Hay diferencias muy arraigadas pero estamos mucho mejor que la gente de allá.
Lo que paso con el Charlie Hebdo, estos chicos que entraron a matar, por más que fueran franceses no eran “franceses” eran musulmanes y eso es una gran diferencia. Es otra concepción de mundo. Ellos se alimentaron con la xenofobia, el racismo, el odio propio del islam, del integrismo musulmán que busca poner el sable a cualquier que no crea como ellos.
C.C.: ¿Será que la intolerancia ha sido el cáncer que desata todas las guerras?
J.L.A.: Así es y lo peor es que esa intolerancia encuentra su réplica en occidente porque nosotros también tenemos los intolerantes. Lo sabemos, el mundo es difícil. La cosa no está fácil como dicen los cubanos.
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