Sin que los resultados de las elecciones para Senado y Cámara estuvieran más allá de lo previsible, no dejan de resultar un problema para el proceso de paz que con tanto esfuerzo se construye en acuerdos en la Habana, pues deja un escenario de confrontaciones políticas abiertas con puntos de vista marcadamente diferentes.
El Centro Democrático como nueva fuerza -segunda votación- con 19 senadores, seguramente, se colocará al frente del debate y puede encontrar aliados, como lo viene haciendo, en el Partido Conservador que sabe, desde sus orígenes, acomodarse de la mejor manera en la arena política y estar del lado de lo más tradicional y arcaico en defensa de sus particulares intereses. Pero igualmente puede hallarlos en otros partidos incluyendo Cambio Radical el partido de Germán Vargas Lleras fórmula vicepresidencial de Santos. Incluso en Opción Ciudadana y en los parlamentarios cuestionados por corrupción y parapolítica que fueron reelegidos al interior de los distintos partidos.
Si se suman las curules de la alianza de la reelección -Partido de la U, Cambio Radical y el Partido Liberal- daría un total de 47 que no alcanza a ser mayoría absoluta en el Senado; lo que ya es grave sin ser una tragedia para la gobernabilidad, pues, si se da la reelección, la burocracia convocará nuevas adhesiones. Sin que se haya establecido todavía, no deja de ser posible una alianza entre el Centro Democrático y el Partido Conservador que sumarían con Opción Ciudadana 43 curules en el Senado. Que tampoco representa una mayoría absoluta, pero sí una importante fuerza de oposición para el control político.
Los resultados de la contienda electoral dejan un mapa político en el que el autoritarismo, el conservadurismo y la derecha tradicional (liberal -conservadora) prevalece en el país y se ha fortalecido según lo muestran los resultados en todos los territorios donde tradicionalmente tuvo influencia la izquierda y en donde se desarrolla la guerra. Es tal vez el momento en el que se evidencia con más fortaleza el carácter derechista de la sociedad y la institucionalidad colombiana y el retorno de los viejos y nuevos apellidos de la clase política tradicional remozada por un discurso de compromiso con la paz.
Pero, igualmente, muestra una izquierda que no logra crecer, se divide, no se renueva y no cautiva con sus imaginarios y ofertas programáticas una ciudadanía profundamente tradicional y clientelista. Una izquierda que no representa sumada el 0.2 por ciento del total del potencial electoral del país y apenas el 4.5 del total de los votos válidos, en un panorama electoral que contó con una abstención que estuvo por el orden de 55 por ciento. No obstante, esta precariedad bonsaica de nuestra izquierda, en la actual coyuntura por la dinámica de la confrontación de la derecha puede llegar a ser una minoría determinante.
Santos no la tiene fácil para la reelección… porque va tener que reconstruir su maquinaria de alianzas con el Partido Liberal, Cambio Radical y el Partido de la U y algunos de los senadores santistas del conservatismo a un costo burocrático mayor para poder garantizarse la victoria en Mayo. Luego, si gana en la primera vuelta, porque puede darse a partir de los resultados del 9 de marzo nuevas fórmulas presidenciales que arrastren nuevas votaciones, reconstruir en el parlamento una fuerza Política de paz, capaz de sacar adelante, con la izquierda, la agenda parlamentaria que es necesario desarrollar para concretar el proceso de La Habana.
No va a ser fácil construir la legitimidad política y social que requiere el proceso de paz y seguramente dadas las condiciones en que quedo el nuevo mapa político del país, no van a fluir con la misma fortaleza de respaldo las iniciativas de reformas que puedan salir de los acuerdos con las Farc y eventualmente con el Eln.
El único que gano, en esta contienda electoral, sí eso es ganar, fue el uribismo que ahora llega al parlamento con una bancada de 19 senadores que antes no tenía, a enfrentar un congreso y unas fuerzas que querrán cobrarle sus dos gobiernos y, seguramente, sacaran en cada debate los falsos positivos, sus nexos y orígenes en la delincuencia del crimen organizado y el paramilitarismo.
Todavía es necesario esperar que las elecciones presidenciales muestren un camino claro para el proceso de paz, no son muchas las opciones que tienen los distintos candidatos de la oposición de derecha e izquierda, frente a la reelección, lo que no quiere decir que no se puedan dar alianzas que busquen sumar en contra de la misma.
En general mi percepción del nuevo mapa político es que dejo en términos de respaldos disminuido el proceso de paz y que es necesario reconstruir las alianzas políticas para poder viabilizarlo en el nuevo contexto político del país.