El paro agrario que empezó el pasado lunes 28 de abril ha sido pacífico en su mayor parte. Las protestas y movilizaciones campesinas no han sido algo exclusivo de las provincias. A tan solo 20 minutos de Bogotá, en el municipio de La Calera el paro es una realidad. Por el momento todo transcurre en una tensa calma.
Después del peaje de Patios, que marca el límite entre Bogotá y el municipio de La Calera, cruzando los cerros orientales, el paro agrario es una realidad.
Dos días después de haber sido declarado el cese de actividades agropecuarias el clima a la entrada del municipio de La Calera es de tensa calma. Los pocos buses de servicio público que prestan el servicio entre el municipio y Bogotá son escoltados por motocicletas de la Policía. A escasos dos kilómetros de la entrada al pueblo cuatro tanques de guerra del Ejército Nacional custodian la entrada a la planta de Cemex.
Frente a la clínica de Saludcoop, que marca el inicio de la cabecera municipal, sobre una pequeña loma cerca de 200 campesinos están reunidos bajo unos cambuches de plástico, alrededor de una olla comunal que los mantiene, mientras se decide que sucede con el paro.
Humberto Vásquez, vocero de los paperos de La Calera manifiesta que “los campesinos de Cundinamarca vamos al paro porque somos los más interesados en que la situación se solucione”. Habla sobre el paro y sobre la inconveniencia de que a los que protestan los asocien con los intereses políticos de algunos candidatos presidenciales “Vea lo que son las coincidencias, en esta loma en la que estamos y en la que estuvimos el año pasado, les dio por poner hace unas semanas, una valla de un candidato presidencial. Ahora están diciendo que le estamos haciendo un favor con nuestra protestas, eso es falso”.
Vásquez agrega que ellos no han bloqueado la vía porque “esta es una protesta pacífica. Estamos esperando que se llegue a algún acuerdo que nos beneficie a nosotros. Que se renegocien los TLC y que se establezcan los subsidios que están pendientes”. A la pregunta de hasta cuando estarán en paro y que pasará con sus cultivos, él responde que “nos quedaremos en paro hasta cuando toque, hasta que el gobierno nos escuche y nos cumpla, pero no como el año pasado que no se cumplieron los acuerdos firmados… Nosotros no tenemos problemas con los cultivos porque la papa aún no se recoge, no es momento para cosecharla y por eso no hay pérdidas en este momento”.
Por ahora la calma que se respira garantiza que el miedo no invada el pequeño municipio, ni los cambuches. Sin embargo, en cualquier momento esa paz se puede romper toda vez que varios grupos de policías antimotines están apostados cruzando la vía. Un cara a cara que resume la situación de varias regiones del país en las que las autoridades asisten como testigos mudos e impasibles a los dramas de cientos de colombianos.