Arabia Saudí podría quebrar en cinco años si no reacciona. No es la única: los expertos creen que los déficits fiscales de todas las economías regionales basadas en hidrocarburos son insostenibles.
No se trata solo de Arabia Saudí. Si bien el coloso petrolífero podría quebrar si no toma medidas contundentes en los próximos cinco años, el problema afecta a toda la región. “A pesar de que los países del Golfo cuentan con colchones importantes, sus déficits fiscales no son sostenibles a largo plazo”, reconoce Bruno Versailles, economista del Fondo Monetario Internacional, en una entrevista exclusiva a El Confidencial. Por supuesto, Versailles no cree que todos estados se encuentren en la misma posición, y matiza que “Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos disponen de más margen de maniobra en términos fiscales que naciones como Bahréin u Omán”.
¿Y qué hay de la mayor potencia regional? “Arabia Saudí quebrará en cinco años si continúa acumulando déficits fiscales a los ritmos actuales”, advierte el experto de del FMI. Obviamente, señala, Riad tendría que sentarse a mirar el paisaje hasta 2020 sin hacer prácticamente nada, algo que es altamente improbable en un país que posee “niveles bajos de deuda, amplias reservas de recursos naturales que puede utilizar cuando quiera, y que demostró en los noventa que estaba preparado para gestionar bien su economía en un contexto marcado por los bajos precios del crudo”.
Curiosamente, el peligro al que se están exponiendo los saudíes y sus aliados regionales lo han provocado, en gran medida, ellos mismos manteniendo unaintensa producción petrolera que impide que el barril suba de nuevo como la espuma.
El analista de energía del ‘think tank’ estadounidense Stratfor, Mathew Bey, cree que lo hacen para forzar a las empresas de todo el mundo a retrasar o suspender sus inversiones en “petróleo o gas de esquisto, energías renovables y la extracción y prospección [de combustibles fósiles] en aguas profundas o en el Ártico”.
Todo parece indicar que están ganando la partida. Según la consultora de energía Wood Mackenzie, las inversiones en proyectos de gas y petróleo van adesplomarse en unos 200.000 millones de dólares gracias en parte a lo bajo que ha caído el precio del barril.
En este sentido, los saudíes pueden dormir tranquilos por ahora: esos recortes en la inversión implican que las compañías tardarán muchos más años en encontrar fórmulas que les permitan obtener energía con menos recursos y recortar de este modo el poder e influencia de los países del Golfo.
Frente doméstico
Pero esta especie de guerra comercial tiene también un frente doméstico, y ahí es donde comienzan los problemas de insomnio de los países del Golfo. Juan Carlos Martín Lázaro, experto en geopolítica y profesor de IE Business School, avisa del “posible descontento de la población si se ven obligados a mitigar los enormes déficits a costa de introducir impuestos, recortar subsidios y reducir el bienestar de la sociedad”. El déficit medio de Kuwait, Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes y Bahréin podría situarse en el 13% del PIB este añosegún el Fondo Monetario Internacional.
Jean-François Seznec, analista del Centro de Energía Global y experto en Oriente Medio del think tank estadounidense Atlantic Council, recuerda que las partidas que Arabia Saudí tiene que tocar para poner en orden sus cuentas son extraordinariamente sensibles.
Deberían, por ejemplo, plantearse reducir el “gasto militar” cuando están involucrados en una guerra en Yemen o el autoproclamado Estado Islámico expande su influencia en Irak o Siria. Otra posibilidad, apunta Seznec, sería adelgazar el gasto en “educación y sanidad”, algo que molestaría obviamente a parte de la población pocos años después del tsunami de malestar de la Primavera Árabe. También, sigue el experto, pueden captar más recursos “creando impuestos sobre los beneficios de las empresas o los ingresos de los hogares”.
El aumento de la presión fiscal sobre los hogares ha sido durante décadas una línea roja para los líderes de los grandes productores petroleros de Oriente Medio. De todos modos, cada vez parece más inevitable que tengan que cruzarla (algunos por primera vez) porque, como advierte el experto en energía del Instituto Baker de la Universidad de Rice en Houston Jim Krane, “el 40% del PIB y el 80% del presupuesto de los gobiernos dependen de los ingresos del petróleo”.
Si el dinero no sale de ahí, tendrá que salir de los bolsillos de la gente, les guste o no. Por eso mismo, se van a ver forzados a tomar alguna de las medidas impopulares que aconseja Bruno Versailles: “Subir los impuestos no relacionados con la energía, bajar los subsidios de los combustibles aproximando su precio al de los mercados internacionales, aumentar la eficiencia de la inversión pública y reducir los gastos”.
El descontento, un riesgo
El coordinador de Energía y Economía del Centro de Estudios sobre el Golfo en Doha, Remi Piet, no espera que la población reaccione con violencia ante la subida de los impuestos, o incluso el recorte de los subsidios sobre los combustibles.
En realidad, afirma, “Kuwait y Qatar lo están haciendo y, como lo están explicando bien y la sociedad entiende lo que ocurre, no ha habido protestas”. Eso no quiere decir que los cambios no hayan sido sustanciales: ahora mismo, advierte, llenar el depósito del coche en una gasolinera de Kuwait es un 25% más caro.
De todos modos, el incremento de la presión fiscal y la austeridad no tienen por qué ser excesivamente brusco, algo que sí podría sembrar el malestar dependiendo de la partida de gasto o del tipo de tasa. Jean-François Seznec, experto del Atlantic Council, recuerda que Arabia Saudí dispone de “entre 900.000 y 950.000 millones de dólares para gastar” y que “630.000 millones son dinero y no activos que haya que vender para conseguir liquidez”.
Además, Riad podría volver a utilizar un viejo instrumento que le ha dado buenos resultados en el pasado: vender deuda pública (mediante los llamados ‘bonos de desarrollo’) a los bancos locales a cambio de dinero. Esos recursos millonarios pueden utilizarse para pagar el déficit mientras se hacen gradualmente los ajustes.
Juan Carlos Martín Lázaro, de IE Business School, considera a pesar de eso que es imposible descartar del todo el estallido de los desórdenes en países donde los gobernantes no pueden ser reemplazados democráticamente y sin violencia y donde acechan grupos terroristas como el Estado Islámico o Al Qaeda, sedientos de hacerse con el poder y la riqueza petrolera.
En estas circunstancias, advierte el analista de energía de Stratfor, Mathew Bey, “pueden recurrir a los amplios aparatos de seguridad del estado para evitar problemas o incluso intervenir en otros países para calmar la situación como ya hizo Arabia Saudí en Bahréin durante la Primavera Árabe”. Si el dinero falla, utilizarán la represión. Un camino que, como muestran los casos de Libia o Siria, se sabe cómo empieza pero nunca cómo acaba.