No es propósito de esta columna especular por qué algunas edificaciones del bello campus de Bogotá, están a punto de caerse o están en malas condiciones.
Seguramente las razones van desde el abandono del Estado a las universidades públicas para privilegiar el ascenso de las universidades privadas – algo abrumadoramente evidente en los últimos 30 años -, pero también los años que tienen las construcciones y el escaso mantenimiento por falta de recursos o por posponer intervenciones urgentes, más algunos edificios con eventuales problemas de calidad en la construcción.
Además pueden existir razones asociadas a la autonomía de la universidad que ha conducido a un encierro de la misma, fortalecido en el modelo urbanístico del campus, si bien magnifico en su concepción, con importantes piezas de arquitectura, y correcto cuando se diseñó, son concepciones que ya no son funcionales a los cambios de sociedad, al tipo de universidad de una sociedad del conocimiento y de la innovación abierta, y al crecimiento de Bogotá.
Se dice también que son obsoletas las dotaciones de los laboratorios de investigación. Este es un problema de la Nacional y de todo el sistema de CyT de Colombia. Elemental que un país que poco invierte en investigación, tenga equipos e instrumentos de pesquisa insuficientes y en su mayoría distantes de dotaciones avanzadas. Esta es otra inversión que debe hacer la locomotora de innovación desde Colciencias.
Hasta aquí posibles factores internos de la institución y de deficiencias de las políticas de estado que al reconocer el abandono en el que tiene a la universidad pública en todo el país, trata de remediar, via reforma tributaria, con dineros temporales que se destinarán exclusivamente a la recuperación y al desarrollo físico de las universidades públicas.
Pero hay factores externos que también atentan contra la Universidad. Estos son más graves porque los anteriores se pueden subsanar con presupuesto y gestión.
Al igual que Colombia, la universidad también llega tarde a los cambios, pero llega. Así ha ocurrido en los últimos tres años, cuando se iniciaron los estudios del parque científico y tecnológico (el PCT de la UNAL), mediante el cual se busca acercar los resultados de investigación de la universidad con las necesidades de investigación de la sociedad, de las empresas, del estado y del mundo. Para ello se requiere generar ambientes de investigación de innovación y desarrollo entre universidades empresas estado y sociedad, que la teoría conoce como la Triple Hélice.
En el campus de la universidad existen predios para desarrollar un proyecto de ese tipo, tal como se empezó a establecer hace algunos años en el plan de regularización del campus, bajo la conducción del urbanista y entonces vicerrector de la sede Bogotá, Fernando Viviescas.
Ese plan interpreta una universidad que debe tener cara a la ciudad urbanizando unos predios en el costado occidental, para nuevas necesidades y desafíos de la institución, de la economía, de la región capital, y del estado. Las ciudades crecen las universidades también. Ese plan combina el urbanismo hacia dentro con el urbanismo hacia afuera, es decir, la universidad del siglo XX con la universidad del siglo XXI.
El parque y la renovación del CAN
Por supuesto que en los estudios del parque se han tenido en cuenta los proyectos de renovación del CAN, y por eso se está concibiendo como un parque tecnológico urbano. Pero mi visión general y personal de la renovación del territorio es la siguiente.
El CAN y la Universidad Nacional conforman una unidad urbana y conceptual, que a través del diseño urbano se vuelve arte y estructura para una ciudad de la ciencia, la tecnología, y de nuevos emprendimientos, con centros de investigación, de tecnología, emprendimiento, y servicios, en áreas de salud, educación, defensa, investigación en ingeniería civil e infraestructura, energía, materiales, biotecnología, TICs, industrias creativas, entre otras. Pero será también un lugar de vida de tecnócratas, investigadores, profesores, emprendedores, profesionales, artistas, ejecutivos, con centros de las artes y de la cultura, hoteles, comercio, bancos, espacio público, recuperación del borde de la Esmeralda ahora plagado de restaurantes y comercio de poca monta, usando tecnologías limpias, y arquitectura de ruptura que nos saque del concepto nada creativo, como las que se construyen frente al CAN, sin generosidad urbana ni bonito diseño.
Afanado el Presidente con hacer algo para Bogotá, no vacila en despejar el camino para hacer un proyecto multimillonario de 12 billones de pesos. Uribe nos dejó un aeropuerto que ya da dolores de cabeza al distrito y a la nación, y Santos dejaría un proyecto urbano que nada nuevo le diría a la ciudad, a la nación y al mundo, pero si al bolsillo de unos pocos.
También cabe preguntarse por qué el Distrito, y responsables directos del POT, no han dicho nada.
Todo esto muestra que Bogotá no tiene una visión de futuro, ni política de competitividad y de innovación para su transformación productiva, ni de ciencia y tecnología, ni de emprendimiento, ni de desarrollo de nuevas ciudades dentro la gran ciudad, por eso Innobo agoniza y Ciudad Salud Región desapareció del POT.
Así mismo, se constatan debilidades en iguales temas en las políticas nacionales, incluyendo la de educación, y la falta de coordinación entre ellas. Los hábitats de innovación (entre ellos los parques tecnológicos) me imagino que deben estar en la agenda de recomendaciones del importante proyecto Sistema de Ciudades que coordina la arquitecta y urbanista, Carolina Barco.
Presidente y Alcalde, un parque de investigación y de desarrollo tecnológico es uno de los atractivos para mejorar los factores de localización y atraer inversiones inteligentes, sostenibles y no depredadoras o de vitrina. Los rezagos de Colombia y de Bogotá en materia de productividad y de competitividad son enormes.
Hay tiempo para reflexionar y frenar afanadas decisiones. Las comunidades de dos barrios vecinos al CAN se movilizaron, y ya los sacaron del mapa del proyecto multimillonario.