Después de dos meses de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos, muchos se preguntan por las razones del éxito de Donald Trump. El mundo ya se ha dado cuenta que el magnate con cara cowboy perdonavidas no iba en broma.
Su tono arrogante, su mal genio, sus cuestionables modales, no sólo molestan al mundo, sino que llenan de desconcierto la diplomacia internacional, pero al mismo tiempo sus correligionarios o votantes están encantados de saber que este tipo sí va a mirar por sus intereses (en teoría).
Su mensaje claro, directo, sin rodeos, absolutamente políticamente incorrecto llegó al corazón (y al hígado) del votante medio norteamericano desencantado, golpeado por la crisis económica internacional y sin mucho que perder. Parte del éxito de Trump es decir las cosas sin complejos, de una manera que entiende todo el mundo. La mayoría de políticos se afanan en hablar con palabras elegantes y rebuscadas que el común del pueblo no entiende.
La mayoría de políticos quiere quedar bien con todo el mundo. Esa dictadura de lo políticamente correcto, aumentado en la última década, de intentar contentar a sectores minoritarios de la sociedad a costa de castigar o ignorar a la mayoría, aburre a la mayoría de los votantes. Un hombre, un voto.
Trump es un excéntrico (los millonarios no son locos, sino excéntricos) bien audaz. Supo ver los puntos débiles de sus rivales para vencerlos uno a uno sin compasión, primero a sus ‘compañeros’ republicanos y luego a Hillary Clinton, que tampoco levantaba mucho entusiasmo entre los suyos… y todo con el 99% de los periodistas en contra. Precisamente, creo que esa ha sido una de las tácticas más inteligentes del nuevo presidente.
Acercarse al pueblo de una manera directa, en su twitter, pasando por encima de la prensa. Los periodistas casi siempre nos creemos muy importantes e influyentes, lo cierto es que cada vez lo somos menos.
El poder y la cercanía de las redes sociales ha desbaratado el mundo de la prensa tradicional y en general la prepotencia de muchos compañeros periodistas. Esa prepotencia, falta de rigor y afán de protagonismo de muchos de nosotros no le gusta a la gente. En general a casi nadie, que ve a los periodistas como personas manipuladoras, amarillistas e interesadas. Y así estamos. En un mundo en el que las noticias mentirosas se mezclan con las reales, un escenario ideal para los populistas como Trump. Y ojo a Reino Unido o Francia, que pueden ser los siguientes.
El que Trump ponga a los medios en el punto de mira continuamente no es un capricho de excéntrico que se siente el rey del mundo, simplemente sabe que los periodistas en general caemos mal a la gente y se alinea con la masa de esa manera. Audaz sí es.