El jamaiquino Usain Bolt, el héroe de los Juegos de Pekín, propinó un fuerte aldabonazo en las puertas de la leyenda al proclamarse por segunda vez consecutiva campeón olímpico de 100 metros.
Bolt, “El Relámpago”, está de vuelta después de una trayectoria irregular en los dos últimos años, en los que llegó a perder su aura de invencible. En la hora suprema ha recuperado su potencia de fuego y sólo una nueva victoria, ahora en 200 metros, le separa ya de convertirse en leyenda viva del atletismo universal.
Yohan Blake, “La Bestia”, fue relegado al segundo puesto pese a correr más rápido que nunca (9.75), dejando para los Estados Unidos el consuelo de la medalla de bronce, que recaló en el poderoso cuello de Justin Gatlin gracias a un nuevo récord personal (9.79).
Desde los tiempos del estadounidense Carl Lewis, campeón en Los Ángeles’84 y luego en Seúl’88 (por descalificación de Ben Johnson), ningún velocista había repetido título en la prueba reina de la velocidad.
La final más esperada de los Juegos, que coronaba al ser humano más rápido del planeta, reunía todos los ingredientes para ser considerada la mejor de todos los tiempos, con los cuatro atletas más veloces de la historia apostados en los tacos de salida: Bolt (9.58), Gay (9.69), Powell (9.72) y Blake (9.75)
La carrera quedó sentenciada en la estampida. Bolt, que había sufrido mucho en sus últimas carreras por su lenta puesta en acción, salió incluso más rápido que Blake (165 milésimas, por 169), y a partir de ahí sus largas piernas hicieron el resto. A mitad de carrera estaba delante de todos y pudo, incluso, relajarse al final.
Con un físico más propicio para el 200 por su elevada estatura (1,95), Bolt ha despejado las dudas sobre su estado físico que habían suscitado sus dos derrotas frente a Blake en lo campeonatos jamaicanos, hace apenas un mes.
El resto de las finales de la tercera jornada del atletismo palidecieron ante el fulgor que emitieron los hombres-bala.
En 3.000 metros obstáculos, Ezekiel Kemboi, campeón mundial, concedió a Kenia su octava medalla de oro consecutiva, batiendo por medio segundo, con un tiempo de 8:23.87, al campeón de Europa, el francés Mahiedini Mekhissi-Benabbad.
Desde que Julius Korir se proclamó campeón en Los Ángeles’84, Kenia no ha dejado escapar ni un solo título olímpico en 3.000 metros obstáculos, una especialidad que le ha dado 9 medallas de oro (de un total de 21), 7 de plata y 3 de bronce en los Juegos.
En 400, la estadounidense Sanya Richards-Ross consiguió con una marca de 49.55 un título individual que se le había resistido hasta hoy. Jamaicana de nacimiento (Kingston, 26 de febrero de 1985), había sido campeona olímpica en Atenas’04 y Pekín’08, pero con el relevo 4×400.
La británica Christine Ohuruogu, defensora del título, se llevó la plata (49.70) en un poderoso final, y la estadounidense DeeDee Trotter cerró el podio (49.72).
En triple salto, la kazaja Olga Rypakova transformó en un año la plata mundial por el oro olímpico con una marca de 14,98 metros, y Caterine Ibargüen, plata con 14,80, logró el mejor resultado de una atleta colombiana en unos Juegos, superando el histórico bronce que obtuvo Ximena Restrepo en la final de 400 metros de Barcelona’92.
En la final de martillo, el húngaro Kristztian Pars se coronó campeón con una marca de 80,59 metros. Había sido quinto en Atenas’04 y cuarto en Pekín’08, el pasado año se proclamó subcampeón mundial en Daegu, pero esta temporada ha alcanzado la cima tanto en los Europeos de Helsinki como en el Olímpico londinense, donde destronó al defensor del título, el esloveno Primoz Kozmus, y al campeón universal, el japonés Koji Murofushi.