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El reto ucraniano


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Desde que empezó este conflicto que se gestó como una revolución, el Euromaidan, ha tenido una connotación particular. Ahora se ha convertido en el mayor desafío geopolítico desde el fin de la Guerra Fría para los actores implicados.

Mucho se ha escrito al respecto de este conflicto que comenzó como una revolución, el Euromaidan, y se ha convertido en el mayor desafío geopolítico desde el fin de la Guerra Fría para los actores implicados. En función del lado en el que nos situemos, encontramos comparaciones y fatalismos de todos los colores. Desde Occidente se compara la intervención rusa, incluida la anexión de Crimea, con la anexión de los Sudetes por Hitler en 1918; desde Rusia se acusa a Occidente de apoyar Gobiernos filofascistas e ilegítimos en Kiev.

A lo que nos enfrentamos en definitiva es a una nueva reorganización del espacio geopolítico que se encuentra en torno al mar Negro y la frontera oriental de la Unión Europea. Los actores principales: Ucrania, Rusia y la Unión Europea y su devaluada política exterior. El objetivo principal es conseguir controlar estratégicamente un territorio clave tanto para la UE como para Rusia. Estas tensiones, que en origen eran comerciales, no han tardado en convertirse en un nuevo conflicto a las puertas de la “moderna Europa” que, de momento, contabiliza 2.600 muertos, 7.157 heridos, y un flujo de desplazados de 730.000 desde su estallido.

Rusia y la doctrina neoimperial Putin

Tras la disolución soviética y con la llegada de Putin al poder, la Federación Rusa ha estado centrada en la reconstrucción y control de sus áreas tradicionales de influencia, con la esperanza de poder llegar a ser algo más que una potencia regional. Un verdadero contrapoder a Estados Unidos. El conflicto ucraniano le ha brindado la ocasión de dar un golpe sobre la mesa y plantar cara tanto a la UE como a la OTAN.

La exportación de armas por parte de Francia, la cuestión financiera en el caso británico, las inversiones de FIAT en Italia o la pretensión española de conseguir una silla en el Consejo de Seguridad son cuestiones que también están encima de la mesa comunitariaLa abierta intención occidental de atraer a Ucrania a su terreno abandonando una posición neutral de la que gozaba desde su independencia, ha hecho reaccionar a Putin con afirmaciones como “el pueblo ruso y el ucraniano son un mismo pueblo”. La firma del Tratado de Asociación de Ucrania con la UE tras la anexión de Crimea complicó mucho las cosas a Moscú, que desde entonces lo que pretende es crear una zona de inestabilidad que debilite a Ucrania y evite una mayor aproximación a las instituciones occidentales.

El apoyo a la milicia prorrusa por parte de Moscú era algo conocido. Lo que nadie se esperaba a apenas dos días de la fracasada cumbre de Minsk era una reacción de dicha guerrilla, apoyada según medios ucranianos, por fuerzas regulares rusas. En cualquier caso, a Rusia le interesa tomar posiciones de fuerza en la región suroriental del país de cara a una futura negociación de paz entre los rebeldes prorrusos y Kiev. Controlar el Donbás, junto con Mariupol, le daría acceso directo a Crimea, que desde la anexión tiene serios problemas de abastecimiento y además podría crear un corredor de tránsito al sur de Ucrania que, de un lado, le permitiría llegar sin problemas a Transnistria, y de otro terminaría con el acceso al mar del resto de los territorios afines a Kiev.

De darse este supuesto, Rusia estaría en condiciones de forzar un reconocimiento por parte de Occidente de la anexión de Crimea, pero también pondría a Ucrania en una débil posición negociadora al finalizar el conflicto, consiguiendo así su objetivo inicial, la neutralidad/finlandización y federalización de Ucrania. A cambio, Moscú no congelaría el conflicto al sur y este del país, ni tampoco congelaría a sus vecinos occidentales durante los meses de invierno. Crimea no sería negociable.

Por otro lado, ante las constantes sanciones y amenazas de sanciones, Rusia ha reforzado sus lazos comerciales y estratégicos con otros socios como China, Brasil y Argentina y, por supuesto, con sus socios de la Unión Aduanera. En definitiva, Moscú, como consecuencia de la crisis geopolítica ucraniana, ha visto una ventana de oportunidades para abrirse a nuevos mercados y nuevos socios, algo que ni la UE ni Estados Unidos nunca llegaron a considerar como una opción, especialmente en el caso de América Latina.

La posición europea

Quizás sea duro de asumir para algunos, pero la posición de la Unión Europea en este conflicto ha sido de las más erráticas desde el comienzo de la crisis. Elmenosprecio con el que los negociadores europeos trataron a las capacidades reactivas rusas durante los procesos de negociadores de los Acuerdos de Asociación ha sido parte del error.

El régimen de sanciones establecido el pasado mes de julio y las contrasanciones impuestas por Rusia a los productos alimentarios han sido un episodio más de lo errática y fragmentada que ha estado la política exterior europea en general, y en esta crisis en particular.

Moscú, como consecuencia de la crisis ucraniana, ha visto una ventana de oportunidades para abrirse a nuevos mercados, algo que ni la UE ni Estados Unidos llegaron a considerar como una opción, especialmente en el caso de América LatinaLos recientes nombramientos del nuevo presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y de la Alta Representante, Mogherini, pueden, quizás, si no solucionar, quizás sí reorientar la política europea hacia la cuestión ucraniana. Las personalidades de ambos nos pueden dar una pista de por dónde puedan ir los siguientes pasos de la unión. De un lado, tenemos a un liberal-conservador polaco, muy crítico con Rusia, pero altamente influenciable por Merkel. De otro, la ministra de exteriores socialdemócrata italiana, que ya ha manifestado su posición dialogante con Rusia.

Ante estos datos, podemos aventurarnos a prever que la línea de diálogo y la diplomacia regidas por la realpolitik y las relaciones económicas y comerciales con Rusia serán prioritarias, frente a otras posiciones más agresivas con el vecino eslavo. Probablemente, si el alto representante elegido hubiera sido Carl Bildt, la situación sería totalmente distinta, dadas sus posiciones a favor de la integración de Ucrania en la UE.

Probablemente en las próximas fechas volvamos a ver un recrudecimiento de las tomas de posición frente a la crisis ucrania por parte de los Estados miembros. Polonia y los Bálticos quieren mayor dureza, sin darse cuenta de que para otros países este problema no se vive del mismo modo y donde las posiciones son mucho más laxas y dialogantes con Moscú por diversas razones. La exportación de armas por parte de Francia, la cuestión financiera en el caso británico, las inversiones de la FIAT en Italia o la pretensión española de conseguir una silla en el Consejo de Seguridad son cuestiones que también están encima de la mesa comunitaria.

Ucrania y la internacionalización del conflicto

Por último, Kiev con Poroshenko a la cabeza, que se debate entre su vecino europeo y su aliado americano, con visitas a Bruselas, Gales o Washington programadas para las próximas semanas haciendo un vano intento de internacionalizar el conflicto como una cuestión de seguridad y estabilidad europeas. El enorme esfuerzo diplomático que está desplegando se debe en gran medida a la ausencia de recursos disponibles para enfrentarse a los rebeldes prorrusos como consecuencia de la deteriorada situación económica que padece el país.

A Rusia le interesa tomar posiciones de fuerza en la región suroriental de cara a una futura negociación de paz. Controlar el Donbás, junto con Mariupol, le daría acceso directo a Crimea y podría crear un corredor de tránsito que le permitiría llegar sin problemas a TransnistriaAsí, aunque ha habido promesas al respecto, es poco probable una ayuda procedente de la UEdada la deteriorada situación económica que padecen la mayoría de los Estados miembros, y donde sus opiniones públicas ven el conflicto con distancia y se centran en sus propios problemas. En esta maniobra de implicación de actores externos, se va a someter en las próximas semanas a la Rada, el parlamento ucraniano, un proyecto de ley que prevé la renuncia de Ucrania como país no alineado con la esperanza de poder ser invitado a formar parte de la OTAN. Eso sí, tendrá que guardar la fila, justo detrás de Georgia, que ya solicitó su incorporación a la organización atlántica en 2005.

Así las cosas, durante las próximas semanas iremos viendo cuál es la deriva que van tomando los acontecimientos. Hay previstas varias reuniones que se auguran de alta tensión institucional y diplomática todas ellas durante la primera quincena de septiembre: la reunión por la cuestión del gas entre la UE, Kiev y Moscú de la cual dependerán los suministros para el próximo invierno en Europa; la Cumbre de Cardiff de la OTAN, a la cual asistirá como invitado el presidente Poroshenko; y la reunión del Consejo Permanente de la OSCE en Kiev en la que Ucrania denunciará a la Federación Rusa por invadir su territorio. De cómo se desarrollen esas reuniones y de las decisiones que allí se tomen podremos ver el futuro de Ucrania.

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