En la candidatura del presidente Santos en Bogotá, si alguien con don de mando necesita mover hilos, a quien llaman es a Oliver Torres, un militante del Partido de la U que tras la muerte de su hija y una trayectoria de trabajo fue convocado para organizar la estrepitosa campaña de la reelección en la capital.
El enorme equipo del presidente-candidato Juan Manuel Santos es similar a la Hidra de Lerna, un ser mitológico que poseía la habilidad de regenerar dos cabezas por cada una que perdía y que su dominio sobre las tierras era abrumador.
En efecto, hay tantas cabezas con don de mando en la campaña de la reelección, que es complicado precisar quién toma desde la más pequeña hasta la más grande decisión. Pero si algo es seguro, es que hay nombres que pocos conocen y que hacen suficiente eco para que cuando alguien necesite algo –por ejemplo- se responda con un “pregúntele a Oliver Torres Serrano, ese le ayuda”.
¿Y quién es Oliver?
Es un abogado bumangués especializado en alta dirección, hizo un magister en finanzas y derecho corporativo en Perú y es un fervoroso miembro del Partido de la U. “No soy un rockstar en la política”, asegura, pero ¡vaya que lo nombran!, pues desde que empezó en forma el ruedo electoral lo citan con frecuencia en el interior del partido.
Oliver creció sin inferencia de corrientes ideológicas, sin embargo, cuando tuvo edad para votar su primera elección fue por Álvaro Uribe Vélez y La U. Ahora que trabaja “con fidelidad” para Santos, dice que ya tiene la suficiente carga emocional para asegurar que prefiere la paz que pregona el Presidente y no el camino del uribismo.
A su llegada al equipo de la reelección primero trabajó en la dirección nacional y luego le fue asignada Bogotá. No obstante ninguna de estas responsabilidades habrían sido posibles sin dos cosas: producto del trabajo y por otro lado, la muerte de su hija de cuatro años en un accidente de transito.
Resulta que tras el fallecimiento su niña fue instruido para ejercer como Ministro plenipotenciario en el país hermano y fue el Presidente, “en un acto de generosidad”, quien le ofreció la oportunidad. Luego volvió a Colombia junto a su esposa y su otro hijo para trabajar en la estrategia de Santos, en la que expresa estar muy contento.
Al preguntarle si es cierto que esta campaña es un desorden bien publicitado, respondió que “somos seres humanos y cada uno tiene sus intereses, pero uno se concentra en lo que se sabe hacer y vamos por muy buen camino”.
Y ¿cómo se comporta un equipo de reelección entre temas como la restitución de Gustavo Petro, los diálogos de paz y el reciente paro campesino?
“Con tantas aristas no podemos concentrarnos en todas las negativas y situaciones (…) unas son generadas porque nos tocó y otras vienen de intereses bien claros. No les hacemos el quite sin embargo nos enfocamos en lo organizacional de la campaña”, anotó. En seguida dijo que “ese pobre hombre” (Santos) se ha visto en una encrucijada con el caso Petro, “porque lo que él ha tratado de hacer es valer como Presidente la institucionalidad del país y eso es difícil de hacer mostrar”.
En este orden de ideas, hizo énfasis en que el principal objetivo de su dirección, ubicada en el mismo edificio donde funcionaba la congelada Fundación Buen Gobierno, le apunta a “recuperar a Bogotá del escenario de depresión que generaron las diferentes alcaldías cuestionadas”.
“Ni me interesa Petro, pero la responsabilidad de un dirigente debe estar a la altura de lo que necesita la gente. En esa alcaldía no ha habido idoneidad, ahí se ha concentrado un tema de idolatría y egos personales que nada le hace bien a los bogotanos”, añadió.
Bajo este marco nominó a Enrique Peñalosa como un buen candidato para la capital, pero no para la presidencia de Colombia, “es un tipo que tiene una agenda clave, es un buen gerente de ciudad pero se le quedaría corto el país”.
Luego sostuvo que el rival de mayor contundencia para el presidente candidato es Óscar Iván Zuluaga, del Centro Democrático, y que le desea la mayor de la suerte a los demás candidatos pero no cree que ninguno le gane a la ‘locomotora de la reelección’.
