El tesoro escondido de los mochileros

Vida austera, condiciones precarias, dosificación de los recursos y un constante movimiento, andando de un sitio para otro y sobrellevando con un morral las vicisitudes que se presentan en el camino, hacen parte del devenir del viaje y aventura de los mochileros de la Ruta BBVA 2016. Detrás de la preparación y el empeño de cada uno de los ruteros, se halla un tesoro escondido, un baluarte que quien lo encuentra, le perdura para siempre.

La civilización Maya, su encanto y perfección en las grandiosas construcciones y murallas, es la protagonista de esta Ruta BBVA 2016. El recorrido por los diferentes periodos y diversas ciudades mayas a lo largo de la península de Yucatán, permite un cercano y poderoso acercamiento al nacimiento de su cultura, las leyendas detrás de los grandes dioses y deidades y una unificación y continuidad con el momento actual y la trascendencia que tiene toda la sabiduría maya en los yucatecas.

Los expedicionarios ya tienen en su haber una imagen muy profunda de lo que fue la civilización maya, de lo que significó para América su mundo y sobre todo, conocen de cerca cómo es la gente que ha quedado allí, cómo es su vida, cómo es su entorno, cómo viven, cómo superan las dificultades del día a día.

A lo largo de estos primeros días de expedición, los ruteros han conocido la historia del pasado y del presente, así como las dimensiones de una civilización que no está muerta ni mucho menos porque, a pesar que se hable de un colapso, los mayas siguen existiendo, están en cada ciudadano y en cada rincón. Ek´Balam, pirámide K´inich ka´k Mo´, Museo del Pueblo Maya, Uxmal, centro arqueológico de Edzná, Calakmul y Becán, son algunos de los maravillosos lugares mayas visitados.

En las manos de Jesús Luna Torres, jefe de campamento, está la preparación y desempeño de cada una de las actividades para los más de 180 jóvenes de distintos países del mundo. Su experiencia en la ruta por 25 años, contempla su paso por cada uno de los roles de la organización. Ha sido monitor, encargado de material, sub jefe y actualmente jefe del campamento, sin embargo una de sus grandes “espinas clavadas”, es no haber podido ser rutero y gozar plenamente, como los jóvenes, la aventura.

Para él, lo mejor de participar por tanto tiempo en la Ruta BBVA, ha sido conocer a una de las figuras inigualables e icónicas de la expedición, el director y creador de toda esta hazaña, don Miguel de la Cuadra Salcedo, quien falleció a comienzo del presente año. Por comentarios animosas y referencias de quienes compartieron de cerca con él, fue un hombre entusiasta y encantador, soñador y decidido, trotamundos e inquieto, capaz de hacerlo todo y de darlo todo.

“Él nos ha enseñado a amar América. Él nos mostró y nos inculcó que había muchísimo que aprender de las sociedades precolombinas, las revalorizó en el sentido que les daba la importancia que verdaderamente tenían. Ni en los colegios, ni en la sociedad, ni en la cultura, hay una transmisión de ese conocimiento”, manifiesta Luna Torres.

Asimismo señala que otra de los grandes legados que de la Cuadra-Salcedo le ha dejado no solo a él sino a cada una de las personas que pasó por la ruta, fue “eliminar los perjuicios, el conocer al otro, la persona que es diferente a ti, que pertenece a otra cultura, porque es alguien que te puede enseñar, que te puede enriquecer”, expresa el jefe de campaña.

Y es que la partida de Miguel de la Cuadra-Salcedo de este mundo terrenal, le ha dado un vuelco y un carácter particular a la Ruta BBVA 2016. “Este año es muy especial porque nuestro director falleció y estamos todos muy con él, teniéndole muy presente porque de alguna manera el sueño de él era este: el programa, la ruta. El vivía para ella, era su leitmotive de vida”, expresa Luna con mucha fuerza pues a pesar del dolor que deja su partida, afirma que de la Cuadra-Salcedo está vivo, su espíritu habita, ha estado y está presente en la actual ruta, en la cabeza y en los corazones de quienes lo conocieron y de los que viven la grandeza de su proyecto.

Cultura de la paz, del entendimiento, de la solidaridad y cooperación, sacando lo mejor de cada ser humano para que conecten entre ellos, intercambio de saberes y convivencia, fueron y son los pilares que hacen de la Ruta BBVA un esquema agradable, grato y cautivante para el conocimiento de saberes, de personas y de sí mismo.

“Él decía que viajar es la mejor universidad porque conocías y al conocer ya ponías en valor otras cosas que desde tu cultura creías que eran menores o que tenían menos importancia porque uno cree que es el centro del mundo. Al final yo creo que él lo ha conseguido porque han sido 31 año de expediciones y más de 10 mil jóvenes en todo el mundo que entienden lo que significa ser diferente, pertenecer a otra cultura, lo revalorizan y ven como algo positivo. Eso es una hazaña sinceramente porque en las sociedades hay muchos conflictos, muchas tenciones y la singularidad de este programa es que todo eso se elimina, la hermandad cada vez es mayor en toda América y Europa, los jóvenes dejan sellada una amistad para toda la vida”, comenta.

Jesús, manifiesta que a lo largo de esta Ruta ha mantenido presente las intensiones de Miguel, sus ganas de cambiar la vida de los jóvenes consiguiendo que lo imposible se haga realidad, que vieran con otros ojos el mundo que los rodea.

El programa de los ruteros, que todo el tiempo mantiene presente el cuidado al medio ambiente, logra que los jóvenes “conecten con la naturaleza, que es un privilegio”, destaca. Torres

“Cuando se les lleva a ver, por ejemplo el desove de las tortugas, ellos quedan fascinados y en esa fascinación lo que se produce -creemos nosotros- es un respeto, un cuidado y una atención hacia ello. Cuando conoces algo lo puedes valorar y al valorarlo lo puedes cuidar. Si se les enseña todas esas maravillas, estás haciendo gente sensible a esos medios para que en el futuro los protejan, sepan que es un valor añadido, que es algo que se puede explotar o destruir”, expresa.

La vida que llevan los expedicionarios, austera, con sus mochilas y su equipo al hombro, suma y refuerza esta intensión de aprender a valorar los recursos, lo que se tiene, la vida que cada uno lleva y a respetar al otro y lo que existe en el planeta.

“Cuando uno está un mes, fuera de casa por ahí con la mochila viviendo en una tienda de campaña, duchándose con un camión de bomberos, durmiendo con tres maromos, sin quien te lave la ropa como te gusta, pues claro, dices: ¡que privilegio!. Empiezas a cuestionarte, te haces más austero -en el mejor sentido de la palabra-, positivo, valoras lo que tienes, no derrochas porque sabes lo que cuesta. Los ruteros pueden hacer comparaciones de estilos de vida porque han vivido incómodos. Te cambia mucho los parámetros vitales. A partir de ahí te vuelves mucho más solidario, mucho más humano, comprendes mejor al otro, al que es diferente, lo integras, le das el valor que tiene y sobre todo te vuelves una persona con valores más universales, comprendes más todo lo que te rodea. Eso es un gran tesoro”, concluye.