Tiene la perspectiva que le da la altura de su despacho en un emblemático edificio del centro de Bogotá, ese ombligo del poder al que se sabe predestinado por el altísimo, para enderezar las vidas desviadas de la gente en esta esquina de Suramérica. Por ahora apenas desde la Procuraduría General, que ya llegarán los tiempos anunciados de su marcha de posesión, desde el Patio de Núñez del Capitolio hacia la Casa de Nariño.
Cuando termine su período en el 2017 (si, ¡todo ese tiempo falta!), Alejandro Ordoñez habrá dejado una bien aceitada maquinaria de campaña, construida entre procesos precluidos, exoneraciones de cargos y el chantaje explícito que ejerce sobre miles de funcionarios públicos con supuestos “rabos de paja” a los que él es capaz de echarles candela, con la misma tea santa con que quemaba libros en Bucaramanga.
Lo imagino midiendo el efecto que produce a cada paso, y calculando el de los que va a dar en su ruta de poder. Experto en los recovecos de la minucia jurídica y en los pasillos de las Altas Cortes, es sagaz como sabueso para detectar oportunidades políticas más allá de las funciones propias de su cargo, y actúa como preclaro en su misión divina de salvar a este país bajo el gobierno de su égida, su moral y su tea.
Altamente mediático, tiene una nube de periodistas que se encarga de hacer eco a sus retos al Presidente, a los magistrados, a los congresistas, a los ministros, a los alcaldes; a sus sanciones, inhabilitaciones y destituciones. Pero también a cada artimaña jurídica que mueve para vetar el cumplimiento de derechos que la Constitución reconoce, pero él no. Lejos de proteger los derechos de la gente, que es parte del compromiso misional de la Procuraduría, Ordoñez niega dogmática y jurídicamente su existencia, es su más férreo opositor.
Experto en palos en la rueda, para la negociación de La Habana él le encuentra un problema a cada solución y a cada acuerdo su desacuerdo. Descree de cualquier posibilidad de reconciliación, lanza bombas y tatucos verbales a la mesa, y hace intentos sistemáticos de deslegitimar el proceso. Serán designios de mi Dios lo que pase el día de la firma de la negociación, si Ordoñez va a estar o no en la foto.
Con su séquito de regidores, llega hasta las últimas posibilidades jurídicas, en la misión por demostrar que no son derechos los derechos, que la eutanasia, el aborto o el matrimonio igualitario, como todo lo que tiene que ver con el libre albedrío de las personas y la opción de decidir sobre sus vidas, debe erradicarse; por eso levanta el báculo y tuerce la interpretación jurídica para sentenciar que la Constitución no dice, en ninguna parte, que seamos seres capaces de construir una sociedad siendo como somos, diversos, autónomos y libres.
Yo me imagino que se gana varios escalones en las alturas celestiales, si llega a lograr que la Corte Constitucional se retracte de un fallo en avance de derechos de las personas, por eso insiste tanto en semejante atentado a la razón. ¡Qué gran faena haría!, de una estocada imponer su moral y bloquear los mecanismos de defensa de derechos con que cuenta la gente.
También entran en su agenda los foros académicos altamente mediáticos, los debates públicos y las entrevistas para grandes medios; y los viajes cuando, ¡alabado sea Dios!, los empleados de la Procuraduría recogen generosamente donaciones voluntarias para que él, humilde, haga entrega de mercados gratis en el Chocó. Con una cámara detrás, para que quede el registro de este acto de caridad con clara intención politiquera.
Vive muy ocupado forjando a pulso de pantalla su carrera presidencial. Es omnipresente, cuando no está en espacios de discusión maltratando derechos en jerga de jurista superior, aparece inhabilitando posibles contendores en su carrera presidencial o destituyendo funcionarios incómodos. No en vano, recordemos que Alejandro el ubicuo ha sido investido en las misas en latín del lefevrismo, para anular derechos y redimir las culpas de esta sociedad descarriada que clama por un todopoderoso padre rector.
Es equivocado creer que se trata de una figurilla más del escenario político. Este señor está en campaña, montado sobre el enorme poder de la Procuraduría y la supremacía moral de su fe. Ahí vamos viendo el verdadero riesgo que nos acecha, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.