Una de las figuras (entre tantas y de nombres tan variados) más básicas para el buen funcionamiento y comunicación de las contiendas electorales es el voluntario. Su labor es casi tan valiosa como la de los jefes de prensa pero su reconocimiento es mínimo.
La emoción de los debates, las propuestas de campaña, los chismes, investigaciones, “bombas periodísticas”, videos, revelaciones, peleas y demás asuntos que hacen del periodo electoral una etapa que en el mundo político resulta tan atractiva y apasionante para quienes la seguimos de cerca. Sin embargo, frecuentemente pasamos por alto la estructura de una campaña política y una de las figuras (entre tantas y de nombres tan variados) más básicas para el buen funcionamiento y comunicación de las contiendas electorales: el voluntario.
El voluntario es el muchacho o la niña que, con la emoción que le despierta el candidato de la campaña para la cual se haya ofrecido trabajar -o el entusiasmo que despierta un bajo sueldo para sus gastos juveniles del fin de semana-, se dedica a comunicar el mensaje que la campaña (a veces no necesariamente el candidato) quiera transmitir a la ciudadanía con el fin de que alguien alcance un puesto para intentar cambiar el mundo.
Una semana en la vida de un voluntario en época electoral consiste, básicamente, en volverse resistente al sol. Día tras día se levanta para ir a la universidad y, dependiendo de en qué universidad estudie y de qué partido sea el candidato de su preferencia, defender a capa y espada el contenido programático de las propuestas de campaña de su candidato, su partido y sus aspiraciones (las del candidato). Si no va a la universidad, espera toda la mañana y llama y confirma que no se vaya a quedar sin cupo en el grupo de “volanteo” en el que trabaja y así poder ayudarle a la mamá a pagar los servicios o comprarle la leche al hijo o hija. Exacto, hay voluntarios que viven de ser voluntarios, a veces que llegan a los treinta años y hasta lo hace gente de edad y así “ayudan en la casa”. Y usted despreciándoles el volante.
Ya de tarde se dirigen a un punto “altamente estratégico” de la ciudad, decisión tomada aleatoriamente, habitualmente el día anterior, para empezar la jornada y adquirir un no tan atractivo bronceado con el “suave” sol de la tarde. Miradas inquisitivas, regaños, coqueteos, piropos, “ignoradas”, gente con mala actitud, discursos de viejitos cansados de los políticos y burlas de los apolíticos, sin contar el riesgo de estar en la calle durante un tiempo prolongado a merced de cualquier delincuente; es eso a lo que se enfrenta el voluntario de la campaña política diariamente y, reitero, el sol de la tarde pegándole de frente durante, por lo menos, seis, ocho y hasta doce horas diarias.
La insolada y el malestar extendido hasta el siguiente día no son gratuitos, aunque sí son baratos: Un voluntario de campaña política, cuando le pagan, recibe alrededor de veinte mil pesos diarios. En los casos en los que la campaña se siente “humana” los consienten con un paquete de alguna galguería y un juguito o gaseosa pequeños. Los voluntarios se hacen amigos, a veces dedican a pasar las noches del fin de semana juntos, pelean, se reconcilian y a veces se “encuentan”. Son como las mascotas de la campaña. Como al french poodle de la tía, les ponen una camiseta o chaleco horribles y los pasean por la ciudad para que llamen la atención de los transeúntes BAJO EL SOL.
Al final de la campaña, poco antes de las elecciones, después de haber visto a su líder, el candidato, apenas un par de veces y concebirlo como a un héroe lejano a su realidad, reciben su último pago y ese fue su fugaz paso por la política. La campaña y el voluntario pierden contacto mutuamente y la ilusión de entrar en el grupo de trabajo del candidato, como se les sugirió cuando entraron a la campaña, se esfuma lentamente. A los otros se les olvida más fácilmente, son como los peones que no llegaron al final de la partida. Y es que eso son los voluntarios, peones. Son muchos, subestimados, débiles (políticamente), pero aún así son los que en la calle dan la cara por su candidato y su campaña, son los que consiguen el voto de opinión y votan, y son por eso para una campaña, aunque prescindibles, valiosos e importantes…así tengan la cara y brazos quemados por el sol.