En las elecciones, este maremoto de olas sucesivas de escándalos, no tendrá fin, porque continuarán creciendo haciendo incierto el futuro político y la gobernabilidad de esta mediana democracia colombiana. [Opinión]
La segunda vuelta, dependiendo de quién acompañe a Santos, podrá ser peor, porque las acusaciones entre las dos campañas más grandes, son realmente degradantes, y la confrontación política pasó al terreno de los odios, ese nivel de irracionalidad que llevó a finales de los años 1940 a la violencia que hoy aún no termina, y reflota con características de bajo mundo.
El enemigo está adentro
Las elecciones de Colombia desde hace dos largas décadas estuvieron ensombrecidas por enemigos del estado: asesinato de candidatos presidenciales, campañas controladas por el narcotráfico y los paramilitares, o decididas por las FARC. Pero la violencia de este periodo electoral nace desde el interior del mismo estado, de sus instituciones, desde los tres poderes, desde su dirigencia y de una ciudadanía que fue entrando al pantano distraída con el cuento de la buena economía del país maravilla, y que lo importante es trabajar, no pensar pero si rezar y consumir. Muchas mentiras, pocas verdades, típica sociedad premoderna, políticamente amilanada, culturalmente atrasada.
Eso es lo terrible de estas elecciones. Las campañas elaboraron pocos programas, todo lo tienen en la cabeza para resistir respuestas que no deben durar más de 2 minutos, por eso repiten y repiten, pero también porque los que preguntan repiten y repiten las mismas preguntas y los mismos formatos.
Esta es la cultura de las campañas de los asesores, de las encuestadoras y de hackers piratas que cobran millones, pero no son campañas de ideólogos, programáticos, estadistas y de creativos estructurados. No, se trata de ganar con distractores, con imágenes, con discursos breves, con slogans, con maquilladores, con manipulación, con asesores espirituales, con compra de votos imposible de judicializar porque la ley electoral y penal está llena de diques diseñadas por los partidos por donde la trampa se filtra y la prueba nunca existe.
Esta es la crisis de estas elecciones, suma acumulada y multiplicada de un monstruo que surgió de las entrañas de sus mismas instituciones: el clientelismo y la corrupción. Estas elecciones 2014 son el espejo.
La culpa es de una democracia electorera
Por culpa de males de distinto tipo que fueron naciendo, creciendo, mezclándose y multiplicándose, el sistema político y en consecuencia el sistema electoral, cayeron en desgracia. Pero la culpa es de los partidos que hicieron de la democracia representativa un sistema de exclusiones y de lucha de unos cuantos por el poder, y para ello el juego electoral se volvió el principio y el fin del ejercicio político y de la democracia.
No hay democracia de partidos, de construcciones programáticas, de visión de nación, de participación ciudadana, de políticas de estado. No, la democracia de la ciudadanía no es más que la democracia de unas minorías. Los partidos se mueven para conseguir votos, pero no se mueven para acompañar y liderar los reclamos y los anhelos ciudadanos. Los partidos no acompañan a la gente en sus justas reclamaciones, en la protesta y en la indignación. Lo que nace por fuera de ellos, lo rechazan. Los partidos controvierten entre ellos en las elecciones, comen en mesas separadas, se dejan de saludar, se insultan, se espían, pero, pasadas las votaciones la mayoría vuelven a compartir mesa porque el circo de las elecciones ya levantó la carpa. Cuando esto no se da, es porque excepcionalmente se ha producido una pugnacidad entre dos de ellos, como el triste espectáculo que ahora ofrecen el santismo y el uribismo.
A votar por la paz
Con poco debate de última hora y mucho insulto, así llegará el domingo para ir o no ir a las urnas. Votaré por la paz, porque en este momento es la única esperanza que tiene este pueblo y esta patria de los todos los verdes ensangrentados, encadenados, cercados y cercenados.
La paz es lo único de dónde agarrarse para seguir viviendo y creyendo en éste país, para soñar por los niños y niñas y su futuro, para rendirle homenaje a todos los que han sufrido y siguen sufriendo por la barbaridad de una guerra inconmensurable y miserable originada en una dirigencia que no sabemos cómo y cuándo le llegó un gen deschavetado.
No voy a sugerir el nombre de un candidato para la primera vuelta, porque siempre nos han echado el cuento del voto útil, y siempre las cosas han seguido igual o peor. Además, no sabemos qué nuevo escándalo pueda pasar en estos días previos. Hasta ahora, según la fiscalía, solo hay la certeza que el video de la discordia es real y que no ha sido manipulado, en consecuencia, no hay montaje, así el abogado y los peritos del Centro Democrático digan lo contrario. Y porque tampoco Uribe ha presentado las pruebas de supuestos dineros de la mafia a la campaña de Santos en 2010, quedando hasta ahora como un gran mentiroso.
La gente que quiera la paz debe ir a las urnas a depositar su voto por Santos, Clara López o Peñalosa, para ver si la segunda vuelta la tenemos entre quienes abrazan la reconciliación. Y en segunda vuelta, ya veremos, pero si el ambiente político no se enloda más, votaré por Santos por la paz que nos merecemos tod@s l@s colombian@s, y así tener la alegría y el estímulo de diseñar en el posconflicto una nación normal, donde podamos rendir tributo a todos los que murieron en décadas de locura, a escribir la verdad para guardar en silencio y con respeto la memoria de los que la barbarie se llevó, rendirle homenaje a los millones que han sido víctimas, y a decirnos la verdad para reconciliarnos. Entonces, y solo entonces, podremos crear una nueva economía para tod@s: poderosa, desarrollada, innovadora, incluyente, reindustrializada por una política industrial y por el conocimiento, y no esta mediocridad de economía de maquila, franquicias, de enclave, dinero sucio, con crecimiento del 4% y una competitividad a medias que hace felices a unos pocos pero no a la mayoría.