Cautela e inteligencia en lo que se dice públicamente cuando está de por medio el interés nacional es la regla de oro del hombre de Estado. Cada acto debe estar revestido de la mayor racionalidad administrativa y política posible y debe darse en el marco de los propósitos de Estado y los planes de gobierno que se piensan desarrollar con éxito; pero igual, debe haber un espacio para los cambios y las transformaciones que requiere el país y que se puedan dar en el marco del ordenamiento democrático.
En las últimas semanas da la impresión que al presidente Santos no le interesa ya sacar adelante el proceso de paz, es como si ese propósito nacional hubiese perdido su razón de ser. Ahora cuando el proceso ha alcanzado los más altos logros, en seis décadas de conflicto, y comienzan a verse los resultados de las conversaciones de La Habana de repente, el primer mandatario incurre en prácticas de gobierno, protocolo y declaraciones absolutamente contrarias al espíritu que debe mover a un gobierno que se ha fijado de verdad hacer la paz en el país.
Es desafortunado el hecho de recibir al jefe de la oposición Venezolana Henrique Capriles, cuando este se encuentra haciendo una gira en busca de apoyos para ilegitimar y tumbar el gobierno del presidente Nicolás Maduro, recientemente reconocido por todos los gobiernos de América Latina, y de señalar que todo fue un mal entendido que se debe resolver por el camino de la Diplomacia. No sé qué razones expuso en Gobierno Peruano para obligar a Capriles a aplazar su visita, pero seguramente sin menos compromiso con Venezuela opto por un camino más inteligente.
Nada es más difícil de reconstruir que la confianza entre dos gobiernos que en las últimas décadas han movido sus relaciones de manera tan tensa e irregular. Los duros enfrentamientos entre Hugo Chávez Frías y Álvaro Uribe Vélez terminan cuando el presidente Santos se convierte en el nuevo mejor amigo de Chávez en el encuentro, apenas a tres días de haber ascendido al poder, del 10 de Agosto de 2010 en Santa Marta. Tan buen mejor amigo que el vecino presidente (qepd) no duda en colocar todo lo que está de su parte para que se abriera un proceso de conversaciones de Paz con la FARC-EP.
Esa amistad no solo reconstruye las relaciones entre Colombia y Venezuela, sino le abre al país una puerta para mejores relaciones con los países de Suramérica, que lo lleva a ocupar temporalmente la Secretaria de UNASUR, en la cabeza de la Dra. María Emma Mejía, e incluso lo hizo miembro del Consejo Suramericano de Seguridad, creado para la cooperación entre los países miembros de UNASUR en materia de seguridad ciudadana, combate al narcotráfico, al lavado de dinero y a la criminalidad organizada transnacional.
Pero, lo más importante, más allá de las gestiones realizadas por otros países en este proceso, lo constituye el hecho que Venezuela le apuesta al proceso de paz con las FARC y se convierte en materia de apoyos logísticos en un importante escudero del mismo.
No me queda la menor duda que el gobierno Venezolano tiene fuertes opositores dentro y fuera del país y tiene retos muy importantes por resolver para alcanzar los propósitos de su modelo económico, social y político con una legitimidad aprueba de toda duda. Ni tampoco abrigo duda alguna que algunos medios nacionales colombianos se han dedicado en los últimos años a deslegitimar los gobiernos bolivarianos y entorpecer las relaciones del país con Venezuela, ni que un sector de la extrema derecha colombiana, liderada por Álvaro Uribe Vélez, verían con buenos ojos e incluso trabajarían por el derrumbe de la revolución Bolivariana.
El principio del respeto por la libre determinación de los pueblos y su soberanía en relación con la construcción de sus procesos políticos, sociales y económicos debe prevalecer en las relaciones de vecindad, más cuando las naciones están unidas por lazos históricos, sociales y comerciales muy fuertes.
El incidente generado por la visita de Capriles al país, es uno pero no el único traspié que ha dado el presidente frente al proceso de paz:
Las declaraciones dadas a raíz de la aparición de un comunicado, adjudicado a las FARC, amenazando a los sindicalistas de la CGT quienes consideran que ni Iván Márquez ni Timoleón Jiménez los representan en la mesa de conversaciones, posición que es absolutamente legitima, -considero que a las FARC tampoco les gustaría representarlos en la medida en que son opositores abiertos al proceso de La Habana-, fueron desafortunadas por varias razones: primero, porque sus servicios de inteligencia deben verificar a fondo la autenticidad del comunicado y garantizar al presidente la veracidad de la información para que este con prudencia tome las determinaciones, que en todo caso no es comentarlo en una reunión pública lesionando su propio proceso de paz; segundo, porque aunque no existe prueba alguna puede ser propaganda negra de los opositores del gobierno y del proceso; tercero porque aun siendo cierto el comunicado, lo que sería un absurdo por parte de las FARC en el actual momento de las conversaciones, el camino es conversar con la organización sobre las implicaciones del mismo y lo que este tipo de acciones significan en la erosión de las atmosferas de paz.
El presidente tiene por mandato constitucional la primera responsabilidad de garantizarles a los colombianos una paz estable y duradera y no puede convertirse en amplificador de los enemigos del proceso. Las FARC a través de su Secretariado Nacional han descartado su responsabilidad frente a ese comunicado afirmando que no es política de las FARC-EP amenazar, mucho menos dirigentes sociales y sindicales.
A una semana de haber sorprendido la Mesa de Conversaciones al país, con un comunicado conjunto sobre las líneas gruesas de lo acordado en materia de desarrollo agrario integral, el primer mandatario resulta poco “amable” con las FARC, al afirmar en la posesión del nuevo Ministro de Agricultura en Nocaima –Cundinamarca-, que no hay nada espectacular en lo acordado y que eso se iba a hacer en su gobierno, con las FARC o sin las FARC.
Es decir, el país estuvo en una guerra de más de 60 años que dejo más de 5,5 millones de víctimas, casi siete millones de desplazados, tuvo millares de muertos y desaparecidos, genocidios, magnicidios y una estela de destrucción que afecto amplias regiones para presionar a las FARC a un acuerdo, en el que ellas no tienen nada que esperar porque todo lo acordado hace parte de su Plan de Gobierno y por lo tanto no se requiere de ningún cambio sustancial. No, eso no es admisible, ni es político, ni expresa una sentida decisión de paz, ni es aceptable en un proceso de reconciliación y mucho menos proviniendo del primer responsable del mismo.
Lo alcanzado en materia de acuerdos sobre política Agraria integral es de suma trascendencia, resuelve el 70% de las causas estructurales del conflicto armado y es el punto más alto al cual se ha llegado en acuerdos significativos de cambios democráticos en procesos de paz en la historia del país. Total las declaraciones de Nocaima por parte del presidente no son aceptables. No son plausibles porque lo visto en estos seis meses de conversaciones por parte de las FARC es un autentico compromiso, un cambio significativo en el abordaje de los problemas, una decidida flexibilización para los acuerdos; léase con atención lo alcanzado en los diálogos sobre el problema agrario y desde allí piénsese si las FARC-EP no están metidas de verdad en la solución política negociada y, si esos acuerdos no están revestidos del mayor apoyo y legitimidad trasladado desde los foros realizados.
Pero estos procesos hay que desarrollarlos con cuidado, sin equivocaciones, sin agresiones y más cuando se erigen sobre el principio de que nada está acordado hasta que todo este acordado, la chispa de la guerra está encendida y apagarla demanda de grandes esfuerzos y responsabilidades, sobre todo, de confianza y respeto entre aquellos que están al frente y tienen la responsabilidad de no fracasar.
La solicitud de ingreso del país a la OTAN es otro desafortunado evento. No nos hemos repuesto del impacto generado en la opinión pública del interés de Uribe de llenar el país de bases militares estadounidenses, fortalecer la injerencia de la Secretaria de Defensa de USA en la formulación de la política de seguridad y defensa del país, que ya no solo compete los aspectos estrictamente nacionales, sino, además los riesgos y las amenazas regionales y, querer ahora entrar a la Organización del Tratado Atlántico Norte, de la cual estamos geopolíticamente fuera de su órbita, al no ser que este organismo se haya convertido, como parece ser, después del derrumbe del muro de Berlín, en el gendarme de los intereses del mundo capitalista en la era de la globalización neoliberal. Duramente cuestionada la OTAN por sus intervenciones recientes en general en los levantamientos de los países árabes, Libia, Siria, Mali, Irak e Irán, y por su desprecio en la aplicación de las resoluciones de Naciones Unidas en materia de Derechos Humanos y las Convenciones de Ginebra.
Este anuncio se da en el marco de unas tensiones y desconfianzas de los Estados regionales sobre el papel de Colombia en materia de seguridad continental y en contravía de los esfuerzos que se realizan desde UNASUR para fortalecer el Consejo Suramericano de Defensa. Por lo que implica para la estabilidad regional la presencia de la OTAN, la propuesta resulta a todas luces desafortunada y en contravía del desmonte del militarismo en la región. No se explica que necesidad tiene Colombia de fortalecerse militarmente en nuevas alianzas y sistemas de cooperación cuando está llegando por la vía de la solución política a la terminación del conflicto armado. A no ser que con la visita del Vicepresidente de USA se hayan contraído obligaciones y responsabilidades con el sostenimiento de un orden regional, ubicado en contra de las democracias alternativas, para conservatizar por la vía de la violencia y la conspiración política el subcontinente, lo cual resultaría profundamente lesivo para la nación.
En dos semanas se abre con las FARC, una nueva ronda de conversaciones que tendrá como tema central la democracia. Es necesario que unifiquen criterios en relación con la salvaguarda del proceso, se defina con claridad los retos inmediatos del mismo y se ubiquen los contextos de problematización y riesgos. Es una tarea del presidente Santos y de su equipo, construir una atmósfera nacional de paz que se nutra del clamor general que los colombianos han hecho evidentes a través de distintos mecanismos.
Lo alcanzado hoy en materia de acuerdos es tan importante que sería imperdonable que todo se votara a la hoguera de una guerra que ya no resistiría la nación colombiana.
Señor presidente Juan Manuel Santos, no sé si lo sepa, usted es el primer responsable de la paz de este país y quien debe alimentar con mayor entusiasmo y defender con mayor fortaleza y carácter este proceso que se adelanta en La Habana.