'Estado de excepción' político en Francia tras la victoria de la ultraderecha

El espantajo del “Frente Nacional como peligro para la democracia” ya no asusta a los franceses. Tal y como muestran las elecciones, el partido ha sido aceptado como parte del sistema republicano.

Francia entró ayer en estado de excepción político, tras el apabullante avance del Frente Nacional en la primera vuelta de las elecciones regionales. Por primera vez, una mayoría de los franceses que ayer acudieron a las urnas decidieron respaldar la opción defendida por la familia Le Pen y su partido.

Ni los insultos a los líderes del FN, ni la política del miedo a lo desconocido, ni la descalificación de los valores que representa el Frente Nacional, ni el desprecio implícito a la voluntad de millones de franceses que votan a este partido sin sentirse por ello “fascistas” o de “extrema derecha”, consiguen frenar al aumento constante desde hace años del respaldo popular a una formación política que se produce en paralelo a la pérdida de adhesión de los dos principales formaciones políticas tradicionales, y a la desaparición electoral de los comunistas y otras formaciones a la izquierda de la izquierda.

En la primera vuelta de las regionales, el FN, el único partido que se presentaba sin alianzas con terceros, roza el 30% de los votos, casi 4 puntos por encima de la alianza entre Los Republicanos del expresidente Nicolas Sarkozy y otros dos partidos centristas, y a siete del Partido Socialista, que se presentaba en compañía de los Radicales de Izquierda.

El Frente Nacional, que pretendía dirigir dos de las principales nuevas 13 regiones que componen el mapa francés, puede aspirar a liderar cuatro de ellas. Ayer encabezaba el escrutinio en seis regiones. El Partido Socialista, vapulaedo sin miramientos en las cinco elecciones celebradas desde su acceso al poder en 2012, optó anoche por la renuncia en las regiones donde las mujeres Le Pen, Marine y su sobrina Marion, encabezan la batalla antes de la segunda vuelta.

La ‘desdemonización’ del Frente Nacional


Marine Le Pen, la hija del viejo patrón del Frente Nacional, está a un paso de consolidar otro peldaño en su política de “desdemonización” del partido. Solo la retirada del candidato socialista, que alcanzó el tercer puesto en la región Norte-Paso de Calais-Picardía, puede poner en peligro su victoria en la final contra el representante del centroderecha.

Marion Marechal Le Pen, la nieta de Jean Marie, apaliza aún más a sus rivales de la región Provenza-Alpes-Costa Azul. Nada menos que un 42% de los votos, casi el doble que el segundo, el sarkozista Christian Estrosi. También en esta región los socialistas ordenaron a su candidato, tercero en la clasificación, que abandonase la lucha.

Los socialistas de Hollande optaron pues por olvidar los ideales de sus votantes en dos de las principales regiones de Francia y empujarles a votar a sus enemigos de la derecha. La medida implica que durante los próximos seis años, el Partido Socialista no tendrá representantes en los parlamentos de esas regiones. No todos en el PS parecían anoche compartir ese “sacrificio”. Entre otras cosas porque la medida no se aplicaba a otra de las regiones que el FN lidera, Alsacia-Champaña-Ardena-Lorena. El candidato socialista se niega por el momento a seguir la consigna de la dirección. O bien, el PS se ha propuesto evitar a toda costa la victoria de una de las candidatas Le Pen. Como un símbolo.

Los socialistas intentan “vender” que su retirada en las regiones donde existe “el peligro de victoria del FN” es un ejemplo de coherencia republicana. Y reprochan a Nicolas Sarkozy no hacer lo mismo en los duelos regionales donde los representantes del centroderecha llegan solo en tercer lugar, por detras de los socialistas.

La dispersión del voto de la izquierda en las presidenciales de 2002 provocó una final Chirac-Le Pen que se resolvió con un apoyo mayoritario de los votantes de la izquierda al candidato de la derecha. Pero Francia ha cambiado mucho en estos años.

Fin de la alternancia bipartidista


El Frente Nacional recoge ahora no solo el voto de su electorado histórico, sino el de una mayoría de jóvenes, de obreros, de empleados de comercio, de funcionarios. La “desdiabolización” personificada por Marine Le Pen no es la única razón del éxito electoral del FN.

Desde hace más de 30 años, los ciudadanos franceses observan y sufren las consecuencias de una alternancia derecha-izquierda que no ha conseguido frenar la decadencia de la educación, la desindustralización, la depresión del mundo rural, el aumento del desempleo, del sentimiento de inseguridad y la incapacidad de abordar el debate sobre la identidad nacional sin abandonar lo políticamente correcto.

Los partidos políticos tradicionales, incluidos los comunistas, desaparecidos del radar electoral, han fracasado en abordar la competencia del Frente Nacional. La descalificación constante y el insulto podían ser suficientes antelas aberraciones que escupía Jean Marie Le Pen. Pero el antiguo lider estaba menos interesado en gobernar algún día que en vomitar salvajadas y ocupar el espacio mediático. Sus seguidores, con su hija la frente, han convertido al FN en un partido “como los demás”. Marine Le Pen ha logrado neutralizar a su padre y ofrece una alternativa a las políticas preconizadas por la izquierda y la derecha tradicionales.

Esa izquierda ve cómo sus antiguos votantes – e incluso ex militantes- prefieren entregar su esperanza al FN que, por cierto, en muchos casos propone medidas económicas consideradas, antes, de izquerda.

La derecha “gaullista” lo tiene también difícil ante un rival que, en teoría, viene a pescar en sus caladeros tradicionales. El partido de Sarkozy, pero también del más centrista Alain Juppé, no coinciden en el método para resistir al FN. Oderechizarse y cazar en los cotos del FN, o mantenerse en la defensa de la moderación sin caer en la trampa de la radicalidad, donde el cliente/votante prefiere siempre el original a la copia.

El gobierno socialista reformó el mapa de las regiones de Francia y, de 22 regiones, su reforma las redujo a 13. Antes de las elecciones de ayer, los socialistas gobernaban en 21 de las antiguas 22. Si las previsiones se cumplen tras la segunda vuelta del próximo domingo, el PS podría dirigir apenas tres. EL PS no confía ni el la movilización de los cerca de 20 millones de franceses que ayer se abstuvieron.


Los indignados, con Le Pen

Hollande y Valls, siempre reactivos a la hora de acudir a los micrófonos, prefirieron desaparecer anoche y dejar en manos del secretario del partido y de sus candidatos – especialmente los sacrificados- la explicación de la “debacle”.

Las campañas políticas y las de la prensa del establishment no han obtenido éxito alguno en su empeño por frenar la ola azulmarina con lecciones morales y apelando al miedo. El espantajo de “la extrema derecha” ya no hace efecto ante el electorado. La ciudadanía no excluye al Frente Nacional del ámbito de la República, por mucho que se empeñen sus enemigos políticos.

El Frente Nacional ve cómo sus rivales de izquierda y derecha van adaptando sus idearios a lo que el partido propone desde hace décadas sobre asuntos como la emigración, la identidad nacional, el tratamiento de la delincuencia, el freno al islamismo en las ‘banlieues’

El último ejemplo se hizo visible en el debate sobre las medidas de excepción tras los atentados del 13 de noviembre en París. EL FN coreaba las propuestas defendidas por el gobierno, atribuyéndose la paternidad de las mismas. Es difícil hacer una análisis sobre el impacto de esos atentados en el voto de ayer. Los analistas piensan que los resultados hubieran sido similares sin las acciones de los terroristas. Lo que sí aparece como una evidencia es que el aumento espectacular en la popularidad de François Hollande en los últimos días no se ha traducido en las urnas. Los franceses parecen más sensibles a los problemas cotidianos que a los efectos de los gurúes de la comunicación.

Queda una semana de campaña que se resume a “todos contra el FN”. Poco tiempo para inventar una nueva estrategia contra las ideas personalizadas por Marine Le Pen. El Frente Nacional forma ya parte del “sistema” y los indignados franceses forman parte también de él: la mayoría votan al partido de los Le Pen.