Les confieso que esta opinión viene inspirada porque el otro día volví a reencontrarme en Twitter con la famosa frase de Mark Twain “es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados”.
Y automáticamente me vinieron a la cabeza las dos noticias más importantes de la semana, o al menos las que han convulsionado el mundo entero en estos días: la no venta de vacunas del Covid-19 a las empresas privadas por parte de los laboratorios, y la SuperLiga Europea de fútbol. Dos noticias a priori, desconectadas, pero con un mismo trasfondo, y por qué no decirlo, un mismo protagonista, la desmesurada ansia de poder de los políticos.
La no venta de vacunas de las grandes farmacéuticas a empresas privadas he de reconocer que es algo inaudito, increíble. Y ha suscitado muy poca reflexión y crítica en general en la sociedad adormecida en la que vivimos. ¿Cómo es que una empresa privada no puede vender a otra empresa privada? ¿Eso lo decide una de las partes motivado por qué? ¿O por quién? ¿A cambio de qué favores?
Pongamos un ejemplo más casero, para entendernos. Yo tengo una fábrica de pan y resulta que mi pan es muy bueno. Ese pan se hace famoso y me quieren comprar personas o empresas de medio mundo… y yo que soy idiota, les digo “ehhhhhhhh, no, cuidado, yo solo le vendo pan a los gobiernos de los países”. ¿En serio piensan que la gente es tan estúpida para tragarse semejante historia? ¿Por qué en un intervalo de pocos días todas las farmacéuticas se han puesto de acuerdo en no vender sino solo a los gobiernos?
Lo lógico es que las mismas empresas estuvieran lícitamente intentando vender el mayor número de vacunas posibles y además carísimas. Pero increíblemente no es así. No ellas mismas cierran el mercado. Inconcebible para una mente inquieta.
Monopolios de poder
Aquí hay una de dos: o las farmacéuticas engañaron a los gobiernos con los plazos en la entregas de las dosis para ellas mismas romper el mercado, cosa que está poniendo en jaque mate a los presidentes de los países, que ven que no pueden cumplir las promesas de vacunas; o bien, los políticos no quieren ‘perder el control’ de la pandemia y han ejercido presión sobre las farmacéuticas en esa dirección. Los dirigentes, y solo ellos, tienen el monopolio de las decisiones, el control de los tiempos y el manejo casi absoluto de las vidas de sus ciudadanos en los últimos 14 meses. Y eso es algo que igual no quieren perder tan pronto. Siento, que la cosa va más por esto último.
En referencia al más mundano tema futbolístico, la opinión pública mundial ha puesto contra la pared a un grupo de 12 clubes europeos que osaron a ‘enfrentarse’ el stablisment. Pongamos las cosas en su contexto. 12 equipos, empresas privadas todas ellas por supuesto, quieren hacer un negocio entre ellos para ganar más dinero y sobrevivir a la crisis por tener los estadios cerrados. ¿Es un delito? A priori suena todo legal. ¿Dónde está el problema? Pues nadie sabe muy bien al margen de la polémica interesada y financiada por ese Stablisment, FIFA y UEFA, que no pueden permitirse perder sus privilegios.
Privilegios en el fútbol
No se dejen engañar más, esto no es una pelea de ricos contra pobres como nos lo han mostrado en los medios de comunicación. En cualquier caso sería una pelea de ricos contra ricos. UEFA y FIFA solo miran por seguir manejando el negocio, cuando saben absolutamente que son entes prescindibles. Si mañana desaparecieran no pasaría nada, el espectáculo seguiría igual porque los que tienen el poder real son los clubes, que son los dueños de los jugadores. En otras palabras, la gente ve fútbol para divertirse con Messi, Cristiano o M’Bappé, no por Infantino o Ceferin, que no son nadie sin estas estrellas.
Ahora resulta que el fútbol en manos de los jeques árabes, los mandamases asiáticos o lo oligarcas rusos es ‘dar el fútbol’ al pueblo. Venga ya. No nos quieran tomar el pelo. El fútbol megaprofesional se convirtió hace mucho en una industria que está muy por encima del deporte y de los aficionados. A los que FIFA y UEFA ningunea con horarios televisivos imposibles, con un PayPerView poco accesible y unos precios de boletas al alcance de muy pocos. Si quieren manejar el negocio los de siempre, con los dueños del PSG, Manchester City o Bayern al menos que usen argumentos no tan primarios como los de esta semana. La gente no es tan estúpida.
A Ceferin y compañía les importa un carajo el fútbol base, los aficionados o los clubes humildes. No uno, dos carajos. Lo único que quieren es mantener el poder, sus privilegios y sus multimillonarios salarios. Lo demás es hipocresía.
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Los clubes se hartaron y han puesto contra las cuerdas al monopolio. Lo que pasó es que los tentáculos mafiosos de UEFA trascienden al fútbol y atrapan a los mismos gobiernos, como con las farmacéuticas. Vergonzosas las injerencias y las presiones del Primer Ministro inglés Boris Johnson, o del presidente francés Macron sobre estas empresas privadas que son los clubes. Dejen a las empresas privadas como los equipos de fútbol que decidan su futuro. Qué fácil es hablar y hacer política con dinero ajeno. Arriesguen su capital personal. En el fondo todo es una inmoral lucha por el poder tanto en las vacunas como en el fútbol. Y mi sensación es que de momento ganaron los malos.
Ojalá se imponga la razón, el sentido común, el libre mercado. No se puede ir contra las dinámicas naturales sociales o económicas. No hay 100 años que duren los monopolios, las dictaduras o las mentiras que nos intentan colar todos los días desde los centros de poder, donde se manejan los destinos de las personas y que fabrican las corrientes de opinión pública interesadas a través de las redes y los medios de comunicación mercenarios.
A los ciudadanos nos quieren solo para pagar impuestos y tragar mentiras interesadas. Todo converge en el mismo poder político y los privilegios de los que tienen el negocio en sus manos. Lo demás hipocresía de los de siempre.